España, destellos aislados
Solo Fernández, Castellet y los chicos del snowboard cross están al nivel internacional
Hubo un tiempo en que quedar a mitad de tabla era suficiente. En el que una medalla olímpica, como un Tour, era un hecho tan aislado, tan sobresaliente, que sus protagonistas se convertían de forma automática en héroes nacionales. Pero esos tiempos en blanco y negro quedaron atrás. España se ha acostumbrado a ganar y, desde Barcelona 1992, los medallistas olímpicos se recuerdan por su número más que por su nombre. Salvo en los Juegos de Invierno. El equipo, en Sochi el más numeroso en décadas con 20 deportistas, se vuelve a ir de vacío (y han pasado más de 20 años desde la última medalla) y, lo que es más preocupante, con solo dos destellos esperanzadores: el patinaje sobre hielo, con Javier Fernández a un suspiro del bronce, y los chicos del snowboard cross. El resto, incluido un puñado de actuaciones dignas, ya no son suficiente y obligan a replantearse el futuro.
Habrá quienes digan que España es más de sol y playa que de nieve, que las infraestructuras son caras, el número de deportistas pequeño comparado con las potencias del deporte blanco, la tradición escasa y la competencia brutal. Y en parte tienen razón. Pero otros deportes, otras federaciones, han sabido sobreponerse a ello y han logrado resultados magníficos en deportes insospechados. La sincronizada supo inventarse hasta llegar a la élite y la misma Federación de hielo, desgajada desde 2006, ha sabido concentrarse allí donde ha visto más talento, el patinaje. A pesar de la decepción que pudo suponer la cuarta plaza de Fernández, el mejor resultado de un español en Sochi, el patinaje ha estado muy bien, con la pareja de danza metiéndose también en la final y batiendo sus marcas en su debut olímpico. Los tres deportistas se entrenan en Canadá, con entrenadores prestigiosos —el de Fernández es también el del nuevo campeón olímpico, el japonés Hanyu— con ayuda de la Federación, que tiene una subvención de algo más de 432.000 euros y tres patrocinadores privados.
“Hay que estudiar el modelo del patinaje porque está funcionando”, decía hace unos días Ander Mirambell, uno de los españoles que ha fracasado en Sochi porque ni siquiera ha logrado mejorar su resultado de hace cuatro años. Hay más modelos. Como Holanda. Los oranje han conseguido acabar quintos en el medallero (24 medallas, 8 oros) concentrándose en el patinaje de velocidad (solo uno de sus bronces fue en otra especialidad, el short-track). Es lo que hizo Reino Unido en el velódromo de Londres 2012.
Hay que estudiar el modelo del patinaje porque está funcionando" Ander Mirambell
Con este esquema, el snowboard puede ser uno de esos nichos. El fallo de Queralt Castellet en la ronda definitiva (11ª al final) es una mala anécdota, otra más después del golpetazo de Vancouver, para una chica que aún es joven y está entre las mejores. Como lo están los chicos del snowboarder cross. El mejor de ellos, Lucas Eguibar, se cayó en la semifinal, pero la solvencia con la que bajó en las otras tres rondas y su victoria en la final B, a pesar de haberse lesionado un pie, y su edad —solo tiene 20 años— augura un futuro campeón.
El mérito de Eguibar, Hernández y Herrero es aún mayor si se tienen en cuenta las escasas ayudas que reciben. Este año solo hicieron una pretemporada de 24 días y se perdieron uno de los dos días de entrenamientos oficiales en Sochi, explicó el seleccionador Israel Planas. La otra sorpresa agradable, aunque a otro nivel, se han dado en el esquí de fondo, con la 10ª plaza de Laura Orgué en los 30 km.
Estos resultados, como la mejoría de la biatleta Victoria Padial con respecto a Vancouver 2010 —una de esas deportistas que se busca la vida para entrenarse y competir— dejan en muy mal lugar al esquí alpino, uno de los grandes deportes de los Juegos. Con la mejor esquiadora del equipo, Carolina Ruiz, incapaz de terminar una carrera y sus cuatro compañeros por detrás del puesto 22 o por los suelos. “Tenemos que ser realistas. El esquí alpino depende de los talentos y en España tenemos un censo más reducido de deportistas que en otros países. Y a eso hay que unir que estamos pasando un momento de dificultad económica”, se defiende Eduardo Roldán, el presidente de la Federación de deportes de invierno, que maneja un presupuesto de 1,4 millones de euros anuales, que como en todas las federaciones se ha visto radicalmente recortado en los últimos años de crisis. Roldán reconoce que llegó a Sochi con mayores expectativas.
El problema es que la exigencia ha cambiado. Lo importante ya no es participar, sino competir.
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