El ‘hombre lluvia’ de la Volvo
El meteorólogo Gonzalo Infante realiza 11.000 simulaciones informáticas distintas de la Vuelta al Mundo
Cuando navegas en un barco de 15 toneladas de carbono a toda vela y con un viento de cola de 70 nudos (129 km/h), a todo marino le gustaría saber que de frente le viene una ola tan grande como un edificio de cinco plantas. La física en esos casos aconseja tomar precauciones, como advierte Gonzalo Infante, el meteorólogo encargado de dar ese aviso en la Volvo Ocean Race. “Esa escena ocurrió en la pasada edición partiendo de Auckland (Nueva Zelanda). Imagínate subir una rampa de esa altura a una velocidad de vértigo. Hay que estar fuerte para aguantar la caída”, advierte el meteorólogo.
No hay competición marítima más dura que la Vuelta al Mundo, cuya próxima edición parte el 4 de octubre desde el puerto de Alicante. Son nueve meses de navegación, nueve etapas por los cinco continentes, todas las climatologías que se puedan encontrar en el mundo. “En la Volvo no compites en un estadio o protegido en un pabellón, no solo tienes que vencer al rival”, apunta Infante, un alicantino que ya siendo un niño miraba desde su tabla de windsurf al mar, en el que de mayor acabó regateando con el Desafío Español en la Copa del América.
El alicantino enfrenta a los barcos a las pruebas de estrés que se encontrarán en el océano
Las herramientas de Infante son un compás de marcación, los cinco sentidos y algo de lo que no se escapa ya ningún profesional esté en tierra, mar o aire: un ordenador. El meteorólogo se pasa el tiempo haciendo simulaciones, viajes que tantean todas las posibilidades meteorológicas de los últimos 10 años. Para la edición de 2014 ha hecho más de 11.000 de estos viajes con su ordenador, cotejando velocidades del viento, riesgos de lluvia, corrientes, etc.
“Es un trabajo con un cierto placer intelectual. Calculamos qué puede durar una etapa, qué problemas pueden haber, si habrá hielos o no, recopilamos toda la información posible y damos las predicciones a todos los barcos por igual. Luego ellos deciden”, dice el hombre al que todos los marineros miran cuando se preguntan qué les depara el cielo.
Junto a programas de predicción de velocidad, Infante, también ingeniero eléctrico, enfrenta a sus barcos virtuales a pruebas de estrés que la naturaleza desplegará durante la regata. Los resultados son de una exactitud casi de laboratorio. Dos tripulaciones que exijan el máximo al barco bajo las mismas condiciones meteorológicas deberían tardar prácticamente lo mismo, como fue el caso del equipo Telefónica y el Puma en 2012, cuando competían por el segundo puesto tras 20 días de navegación entre China y Nueva Zelanda. Llegaron a Auckland, la ciudad de las velas, con solo una diferencia de minuto y medio.
Ante tal exactitud, cuando los capitanes del Telefónica y el Puma vieron la previsión meteorológica en la siguiente etapa debieron de ponerse a temblar. “Una ola de 16 metros de alto avanzando a 20 kilómetros por hora contra un barco de 15 toneladas que navega a 30 por hora con un viento de cola de 70 nudos, una velocidad que se podría considerar de huracán de categoría uno”, relata Infante dejando en el aire una frase que por mucha advertencia que se haga barrunta el desastre. “Hay que vencer antes a las condiciones que al rival y la mala suerte siempre te acaba alcanzando”, remata con media sonrisa.
A algunos casi se les desintegra el casco a 1.500 millas del siguiente puerto.
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