Coma, la victoria de la paciencia
El español, de 37 años, gana su cuarto Dakar tras un año de ausencia e impulsado por la confianza que le da el conocimiento de la prueba
Después de un año duro, una gran recompensa. Después de una caída, después del dolor, después de una renuncia dolorosa: el trabajo, las horas de gimnasio, la dieta, los primeros paseos en moto, los primeros entrenamientos, el regreso a la competición. Y, por fin, la carrera. Esa que hace años guía su vida. Y, de nuevo, la victoria. Esa que se le había resistido en los últimos intentos. Tras un año de ausencia Marc Coma volvió a Sudamérica a ganar. Y lo hizo. Más serio que de costumbre. Más solo que nunca. Ya no le acompaña su representante de siempre, Jordi Arilla; ya no tiene un mochilero que trabaje para él etapa tras etapa, pues la estructura del equipo ha cambiado. Pero Coma, 37 años, ha cuidado su cuerpo, sigue siendo rapidísimo, cae poco o nada y se equivoca menos: técnica, navegación y experiencia, cualidades que aglutina y que forman un tándem perfecto con una KTM que sigue mandando en el rally raid más duro, por mucho que la potente Honda amenazara su hegemonía durante toda la prueba.
Y así ha ganado el de Avià su cuarto Dakar. Impulsado por la paciencia que le dan los años y el conocimiento de una carrera especial por su dureza, por el volumen de kilómetros y horas invertidas. Coma, el coco privilegiado, la confianza suficiente, no perdió la tranquilidad al asistir al dominio de un piloto más joven –y muy rápido- en las primeras etapas. Mientras Barreda se crecía, favorecida su autoestima por los buenos resultados y las victorias de etapa (cuatro en total), Coma seguía a lo suyo. Iba cediendo minutos, pocos, pero avanzaba seguro, sin cometer grandes errores, dando cuenta de una moto totalmente nueva e igual de fiable, más ligera, mejor en las partes más tácticas, quizá con algo menos de velocidad punta que la Honda, pero completa como pocas.
Coma se hizo fuerte en el seno de un equipo con cuatro números uno en el que los recelos se fueron desvaneciendo a medida que la prueba iba descartando candidatos al triunfo: primero Faria, luego Chaleco López (tremendo accidente el del chileno). Y llegó el momento en el que la carrera le puso en su sitio. Volaba Barreda, pero le falló la moto, que se quedó sin combustible en plena especial durante la quinta etapa, la de mayor dureza de este Dakar 2014, quizá la peor desde que la prueba se celebra en Sudamérica –se cobró una víctima mortal, cuatro hospitalizados, decenas de heridos y 50 abandonos-. Fue aquel el día que Coma se aupó al liderato. Y ya no se bajó de allí. Con la misma paciencia con la que había asistido al poderío de Barreda en las primeras jornadas gestionó los últimos kilómetros en Argentina, la entrada a Bolivia, la etapa maratón y el regreso al desierto de Atacama, a las dunas de Copiapó. Obtuvo su primera victoria de etapa camino de Tucumán, en aquella quinta etapa terrorífica para casi todos, menos para él. Y sumó luego dos más. Y su ventaja era tan amplia (casi una hora con Barreda) que se permitió cambiar el motor aunque no estaba previsto hacerlo. Y así, gracias a una carrera prácticamente perfecta se coronó a su llegada a Valparaíso.
Tras una última especial convertida en un paseo para el campeón, Marc Coma (18º, a 13,23 de Despres, el ganador de la etapa, el gran desaparecido tras su cambio a Yamaha) se subió al podio final. A su derecha, repleto de felicidad, Jordi Viladoms, el cuarto compañero, ex mochilero del de Avià, que regresó al equipo KTM de rebote (suplió al fallecido Kurt Caselli) y corrió casi de puntillas, tan discreto etapa tras etapa como correcto. La tercera posición del podio la completaba Olivier Pain (Yamaha), un joven francés más cerca del amateurismo que del profesionalismo, trabajador en la empresa de material de construcción de su padre.
La mención de honor se la ganó Laia Sanz, una piloto como no se han visto en los últimos años, que ya figura en la historia del Dakar gracias al séptimo puesto logrado en la novena etapa, el mejor de una mujer en la competición. Y terminó 16ª en la general. Todavía deberá superarse a sí misma si quiere batir la marca de Christine Martin, décima clasificada en 1981. Le quedan ganas y tiempo. Solo tiene 28 años.
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