Colunga tumba al Espanyol
Los de Aguirre caen en su propia trampa al aceptar ante el Getafe un duelo a contragolpes
Se le agotaron las ideas y las pilas al Espanyol, que aceptó el reto de un duelo a golpes y a la carrera, y persistió en la suya el Getafe, con el pase interior y la contra como bandera, manufacturación bien basta y eficiente. Colunga acertó en sus disparos y esas fueron las verdaderas bofetadas en un juego de arreones, también únicas porque el Espanyol se peleó con el gol, que no con el fútbol.
No se obsesiona con la posesión el conjunto blanquiazul, quizá porque no tiene talento ni pie para mezclar y revolver, para conjugar el cuero de forma sinfónica. Pero entregado el Getafe a la zapa y a la contra, el equipo de Aguirre aceptó el reto de las idas y venidas. Le inspiró la movilidad de sus trescuartistas: la generosidad en el despliegue de Stuani; la vida y pase en tierra hostil de Pizzi; y el quiebro de Simão. Pero la referencia, el trampolín y el lazo corren de parte de Sergio García, que actúa como una goma de borrar, que gasta y difumina a los rivales, todo un trabajo oscuro del que se beneficia en los últimos compases el eléctrico Thievy y, en definitiva, el Espanyol. Intensidad, fútbol y remates, todo menos puntería, la mayor de las glorias.
ESPANYOL, 0 – GETAFE, 2
Espanyol: Casilla; Javi López, Moreno, Colotto, Capdevila; David López (Thievy, m. 78), Víctor Sánchez; Stuani, Pizzi, Simão (Torje, m. 68); y Sergio García. No utilizados: Germán; R. Rodríguez, Sidnei, Abraham y Córdoba.
Getafe: Moyá; Arroyo, Rafa, Alexis, Roberto Lago; Borja, Míchel (Mosquera, m. 71); Pedro León (J. Rodríguez, m. 87), Diego Castro, Gavilán (Sarabia, m. 68); y Colunga. No utilizados: Codina; Lacen, Lopo y J. Navas.
Goles: 0-1. M. 73. Colunga define un pase interior de Sarabia. 0-2. M. 92. Colunga completa un centro de Sarabia.
Árbitro: Pérez Montero. Amonestó a Alexis, Míchel, Sergio García y Diego Castro.
Cornellà-El Prat. 19.489 espectadores.
Más timorato y comedido resultó el Getafe, que se conformó con abrocharse en su área para salir escopeteado a la contra, como si les activara un pistoletazo de salida para la carrera de los 100 metros. Una artimaña de la que participaban los cuatro de arriba, con Míchel de crupier y Colunga de Bolt. Así, tras un córner, Míchel lanzó al equipo y Colunga se plantó ante Casilla, portero que no solo domina el espacio aéreo, sino que también tapa huecos. Cayó Colunga en el cepo y cruzó en exceso el remate. Lección de la que tomó buena nota.
Aceptado el juego de galopadas y contras, la réplica la inició Sergio García, que de un saque de banda se inventó un pase al hueco para Stuani, que se durmió en el remate. Un desajuste repetido en el uruguayo, tan presente en el costado como torpe en la definición, hasta el punto que cabeceó por dos veces a las nubes centros cargados de veneno. Pero también un mal endémico, porque Pizzi le pegó con el tobillo en otra ocasión y Capdevila asustó con un chut con la derecha que Moyà escupió. Se agotó el Espanyol, preso en su propia trampa.
Reclamó entonces balón y protagonismo Sarabia, un revulsivo de los de verdad, y se creó el desaguisado. Primero, leyó el desmarque de Colunga y le puso el cuero a la carrera. Y después, se marcó un baile en la banda que completó con un centro que también recayó en Colunga. Dos remates sin entretenimientos —se sabía la lección—, y dos goles. También una victoria.
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