Pacto de silencio y pitos en la despedida de Mourinho

Los tres años más estruendosos de la historia del Madrid se han cerrado con un pacto de silencio y una pitada en la última jornada de la temporada. El lunes 20 de mayo, Florentino Pérez y José Mourinho se reunieron para negociar las condiciones del finiquito y acordaron que el mánager no ofrecería ninguna de las cuatro conferencias de prensa que tenía pendientes. Mourinho cumplió su parte. El Bernabéu, que no había participado del convenio, expresó su malestar en la última aparición del técnico en el banquillo local antes de firmar por el Chelsea para las próximas temporadas. La visita de Osasuna, que consiguió la permanencia en la anterior jornada, pasó a un segundo plano mientras las distintas facciones del madridismo se batían en un duelo de ruidos, a favor y en contra del mánager: los radicales de ‘ultras sur’ desplegaron un retrato de su ídolo y le entonaron cánticos mientras el resto de la hinchada, mayoritariamente, le silbó.

Mourinho y Pérez acordaron hace dos semanas un intercambio ventajoso para ambas partes, según fuentes de Gestifute, la empresa de representación que gestiona los asuntos del mánager. El presidente madridista le ofreció darle la carta de libertad, para que el Chelsea no tuviera que pagar su traspaso. El Madrid renunció a reclamar los 20 millones de la cláusula a cambio de que Mourinho se retirase sin decir ni una palabra más en una conferencia. Ambas partes se prometieron hacer buena publicidad una de la otra y por siempre. Pérez propuso sellar el compromiso por escrito, ofreciéndole a Mourinho la rúbrica conjunta de una cláusula de confidencialidad. El técnico, según las mismas fuentes, se negó. Dijo que bastaría con su palabra. Soslayó de este modo la desconfianza que le tiene a su interlocutor y se reservó la posibilidad de responder si se siente agredido. El acuerdo satisfizo al mánager, que gracias a su carta de libertad cobrará un bonus en el Chelsea.

La despedida de la afición fue agitada. Hubo gente que se puso en pie y aplaudió, en sintonía con Florentino Pérez, que ha elogiado fervorosamente el trabajo del técnico. A la mayoría la situación le pareció decepcionante. La mayor parte de los asistentes al campo creyeron conveniente pitar porque el club más rico del mundo dio por perdida la Liga en diciembre, porque faltó media entrada, porque el equipo está a 15 puntos del Barcelona, o porque después de tres años no fue capaz de imponerse con claridad a ninguno de los grandes equipos de Europa. Por no dominar, este Madrid se acostumbró tanto a especular que dio la impresión de esperar a la mayoría de sus adversarios, incluyendo el Osasuna de Armenteros y Cejudo, que presionó con más orden, movió el balón con más criterio, y llegó al remate con más argumentos.

Mourinho descartó a Casillas y a Diego López, dos de los tres porteros de la primera plantilla, y dejó en el banquillo a Adán. Fue otra exhibición de la arbitrariedad estéril con que ha gestionado a sus jugadores. Bajo palos, situó al canterano Jesús Fernández, que pronto tuvo ocasión de ejercitar su temple y sus reflejos. Llorente una vez, de cabeza, y Cejudo en dos mano a mano le pusieron a prueba en la primera media hora.

Osasuna ocupaba el campo y la pelota. El Madrid se replegaba y salía al contragolpe canalizando las jugadas por los carriles interiores. Ahí tenía un arsenal, con Modric, Özil y Benzema. Todos muy activos pero, paradojas del fútbol, el pase del primer gol lo puso Essien. Higuaín definió el primero de una larga sucesión de golpes. Essien de cabeza hizo el 2-0; Torres enganchó un bombazo para el 2-1; Cejudo anotó de cabeza el 2-2; Benzema levantó a su equipo con una maniobra colosal de desborde y pegada para el 3-2; y Callejón coronó otra jugada fabulosa de Benzema para clavar el 4-2.

Las gradas asistieron al espectáculo petrificadas. La multitud parecía una foto. Los únicos que celebraron fueron los del reducto de ultras sur que se pasaron la tarde cantándole a su ídolo, desplegando pancartas laudatorias y banderitas mientras el público enfilaba los vomitorios. Antes de desaparecer, Mourinho y su cuerpo técnico saltaron al campo minutos después del partido para recibir una placa conmemorativa de Ultras Sur y hacerse fotos conmemorativas. Unos 10.000 seguidores asistieron a ese acto.