De Jupp a Pep, dura transición
Guardiola deberá aprender de Heynckes cómo sobrevivir a los dirigentes del Bayern, muy críticos con los entrenadores
“Señores, así se juega al fútbol moderno”. En verano pasado, el técnico del Bayern, Jupp Heynckes, les puso a sus jugadores unos vídeos del Barça y del Borussia Dortmund. Venía de ser subcampeón de Europa, derrotado por el Chelsea en el Allianz Arena, pero Heynckes no quería imitar a los blues sino a los representantes, a su juicio, más avanzados del juego. La presión muy arriba para ganar el balón antes de que el adversario pueda siquiera empezar a salir. Y los dos extremos, Ribéry y Robben, vedettes en otros tiempos, corriendo y defendiendo como laterales abnegados. La mejoría táctica fue notable. Y, antes de retirarse, el viejo Jupp (Mönchengladbach, 1945) deja un legado inolvidable: batidos todos los récords de la Bundesliga, ha ganado la Champions ante el Borussia y el 1 de junio disputará la final de la Copa frente al Stuttgart. “Tenemos un equipo impresionante y jugamos como una unidad”, proclamó Heynckes.
Sin embargo, pese a los agasajos de los últimos meses, Heynckes se ha sentido poco reconocido. Cuestionado por viejo, triste, poco brillante. “Por favor, respeten mi trabajo”, dijo, ofendido, cuando le preguntaron si llamaría a Guardiola para preparar el cruce frente al Barça. Ha sido el sino de su carrera, despedido del Madrid tras proclamarse campeón de Europa (1998). Ha tenido que estar a punto de jubilarse para ganarse la admiración de todos, los primeros sus jugadores, persuadidos por sus conocimientos y por su instinto paternal.
El alemán se ha sentido poco reconocido. Ha sido el sino de su carrera
Heynckes ha protegido a sus futbolistas, un dique frente a las exigencias insaciables de los directivos (Uli Höeness y Karl Heinz Rummenigge) y el director deportivo, Matthias Sammer, que criticó al equipo tras ocho victorias consecutivas. Las opiniones de Franz Beckenbauer, presidente honorífico, ya no pesan tanto como antes. La vida no es fácil para el entrenador de Bayern. El antecesor de Heynckes, Louis Van Gaal, fue despachado pese a haber sentado las bases del actual éxito: subió al primer equipo a Müller, Alaba y Badstuber, y se peleó con la directiva por su empeño en Kraft, un chico de la casa, como portero titular. “No somos un club de formación”, le respondieron antes de fichar a Neuer, del Schalke. La cúpula del Bayern es un coro de exfutbolistas siempre dispuestos a cuestionar al técnico. Hablan a todas horas en los medios. A Jürgen Klinsmann, en el banquillo desde junio de 2008 a abril de 2009, lo desprestigiaron hasta el punto de que nadie quiere contratarlo ya en Alemania. Y antes, a Ottmar Hitzfeld, el más laureado de la historia del Bayern, Rummenigge le espetó: “El fútbol no son matemáticas”, en alusión a la formación científica del preparador. Después a Heynckes lo quisieron retirar al final de este curso. “Seré yo quien anuncie cuándo me retiro”, se revolvió Jupp. El reto de Guardiola, además de evolucionar el estilo, será flotar entre los tiburones. Y evitar que lo cuenten todo. Como el relato de sus negociaciones en Nueva York. “El hermano de Pep me envió una limusina y entramos por la puerta de atrás de su casa”, explicó Rummenigge, tras avanzar que los entrenamientos serán a puerta abierta, según la tradición en la Bundesliga, en contra de las preferencias de Guardiola. Y en contra de su aprensión a que se aireen las interioridades del club. En los últimos 20 años, el Bayern ha cambiado 15 veces de entrenador; el Dortmund, 11.
Sammer es un icono por lo que representó como jugador en el Borussia, líder y capitán de aquel campeón de Europa en 1997. Está detrás, según sospechan los aficionados del Borussia, del robo de Götze. Se encarga de “las cosas que no se ven”, según Höeness. Conoce las diferentes canteras y pone en tensión a los jugadores y a los técnicos, como ya hizo en su etapa en la federación, enfrentado al seleccionador, Joachim Löw. Otra relación compleja para Pep.
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