Montmeló baila al ritmo de Alonso
El asturiano logra su segundo triunfo del curso, por delante de Raikkonen y de Massa, gracias a la consistencia de Ferrari en las tandas largas y a su mejor sistema de salida
Fernando Alonso fichó por Ferrari hace ya más de tres años y los tifosi le abrieron su corazón, un poco desorientados después de que la Scuderia decidiera reclutar a un piloto tan particular como Kimi Raikkonen para sustituir a Michael Schumacher. En el español encontraron el calor humano y el entusiasmo que al finlandés tanto le cuesta exteriorizar, y de entrada ambas partes encajaron de maravilla.
Los malos momentos actúan como el mejor termómetro a la hora de calibrar el nivel de afecto en una relación, y la que hasta ahora mantenían Alonso y La Rossa no había sido ni mucho menos un paseo por el parque. El asturiano se quedó dos veces a un centímetro del éxtasis (2010 y 2012), y en la otra ocasión (2011) le fue imposible competir con un intratable Sebastian Vettel, que se exhibió al volante del monoplaza más dominante que nunca ha existido. En su cuarta temporada como buque insignia de la estructura italiana, el chico de Oviedo se siente más dichoso que nunca como la cara más visible del símbolo más universal del automovilismo. Un emblema, que, además, al fin es capaz de ofrecerle un prototipo tan rápido como el que más.
La segunda victoria del curso que logró ayer en Montmeló ratifica el empaque del F138, un bólido que todavía flojea un pelo los sábados pero que lo compensa cuando alcanza su velocidad de crucero en las tandas largas. Y eso ocurre los domingos. La tercera posición de Felipe Massa, que cruzó la meta por detrás de Raikkonen, es otro indicativo a tener muy en cuenta puesto que el brasileño partió desde mucho más atrás (el noveno), y porque no hay mejor banco de pruebas que esta pista, un trazado que tiene de todo. De la misma forma, el cuarto puesto de Vettel también lleva a pensar que Red Bull tiene ante sí un reto mayúsculo, a la espera de que Adrian Newey, su director técnico y el mago de la aerodinámica, dé con la tecla que reactive al búfalo rojo, algo que no sería de extrañar. Sorprende, en cualquier caso, que el ganador del anterior Gran Premio (Bahréin) se quede sin subir al podio en la siguiente cita y termine a 40 segundos del vencedor.
El cuarto puesto de Vettel también lleva a pensar que Red Bull tiene ante sí un reto mayúsculo
Alonso se hizo fuerte alrededor de la consistencia de un aparato que le ofrece más garantías que ninguno de los otros que hasta ahora había conducido y la grada terminó bailando a su ritmo. Un coche equilibrado y con el mejor sistema de salida de todos, otro de los elementos más determinantes para entender esta última carrera. Colocado en la quinta plaza de la parrilla, Alonso salió como un resorte al apagarse los semáforos, consciente de que parte de sus opciones pasaban por zamparse a alguno de sus rivales aprovechando su privilegiado empuje inicial. Si hace dos años pudo culebrear entre el pelotón hasta enfilar en cabeza el primer viraje, esta vez le taponaron, de modo que tuvo que optar por un plan alternativo que materializó de forma brillante. Al enfilar la tercera curva se emparejó con Kimi Raikkonen y le adelantó por el exterior, inmediatamente antes de hacer lo mismo con Lewis Hamilton, gracias a la punta de KERS que se reservó en el arranque.
Con dos problemas menos por delante se puso cómodo, convencido del desplome que teóricamente debían sufrir los neumáticos del Mercedes del líder (Rosberg), y con la corazonada de que Vettel, el segundo, iba a desinflarse poco a poco. Al corredor de Red Bull se lo quitó de encima aprovechando su primera visita a los garajes, en la novena vuelta, tres antes de asumir la batuta en una maniobra de ataque antes de la primera frenada y gracias a la velocidad punta de su F138, la más alta de todas (318,8 km/h).
Desde entonces, Alonso pudo sacar partido de ese aire limpio que tanto había reclamado en la previa, y metro a metro se fue despegando de sus perseguidores, sin cometer el más mínimo error, con un ojo en la pista y el otro en Raikkonen, el único con argumentos para discutirle el triunfo a partir de una estrategia a tres paradas, una menos que él. Finalmente, el finlandés se quedó estancado, ni para arriba ni para abajo, y Alonso pudo celebrar con una hinchada entregada (94.831 espectadores) la 32ª victoria de su trayectoria, una cifra que le deja en solitario como el cuarto piloto más fructífero de todos los tiempos, solo por detrás de Michael Schumacher (91), Alain Prost (51) y su ídolo, Ayrton Senna (41).
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