La inocente madurez de Piqué
A los 25 años, el central lidera la zaga y contagia ilusión infantil para intentar la remontada
Cada vez que Milan genera una duda en sus padres primerizos sobre cómo actuar, Gerard Piqué recuerda el consejo del pediatra y le dice a su esposa: “Shaki: sentido común”. Ayer, pensando en la posibilidad de remontar el partido contra el Bayern, Piqué (Barcelona, 1987) le pidió al barcelonismo todo lo contrario. “Cuando yo tenía 7 años, en el 94, el Milan nos ganaba 4-0 y yo veía a Romario y al resto del equipo y pensaba que podían. Era el minuto 70. Hasta que mi padre, sensato, me dijo que era imposible. Mañana [hoy] es un día para ser niños y vivir con la ilusión del niño, perder el sentido común, ir a por ello, ser nosotros más que nunca”. Asegura que si un equipo puede conseguirlo “es este”, pero no como acto reivindicativo: “Lo que hemos conseguido es para siempre; lo necesitamos por nosotros mismos y porque la afición lo merece, porque ha estado con nosotros incluso el día que perdimos por 3-0 en el Camp Nou contra el Madrid”.
Piqué verbalizó ayer el ánimo de un equipo al que ha aguantado defensivamente durante el año. “Creemos al cien por cien”, dijo, dispuesto a estrujarse un poco más: titular en 33 de los 36 partidos en los que ha participado, lleva 3.051 minutos, ha marcado tres goles en 19 remates, suma 2.108 pases, ha hecho 17 faltas y le han hecho 18, y de los 67 regates que le han tirado solo le han superado en 14. Además Geri ha visto 10 tarjetas. “Me estoy acostumbrando a jugar al límite; me sacan las tarjetas a la primera”, dice, recordando, entre otros, el reciente partido en el Bernabéu, cuando fue amonestado en el primer minuto.
“Es un día para perder el sentido común, ser nosotros más que nunca”
Así de exigido ha vivido este año. Será por eso que de él sólo se escuchan elogios en el vestuario. Entre los compañeros —“está muy maduro, ya no es el que hacía tres bromas cada día; ahora está pendiente de todo y aunque siga siendo un cachondo, no es lo mismo”, le señalan; “este año ha vuelto a dar una lección de juego”, le reconoce Xavi— y también entre el cuerpo técnico. Lo hizo Vilanova ayer, como lo hizo hace dos años, cuando aseguró que Gerard les aguanto el invento durante aquel curso: “Entonces, tuvimos muchas bajas entre los centrales y como ha sucedido este año, aguantó. Su temporada ha sido y es excelente; si hubiéramos podido le hubiéramos dado descanso, pero no pudo ser”. Él ha puesto todo de su parte: “Creo que no había dormido tanto en mi vida”, suele bromear, recordando una temporada que se ha pasado disfrutando del embarazo de su esposa y poniendo en marcha un juego de fútbol para ordenadores que saldrá a la venta en breve.
“Se hace mayor”, dicen sus amigos. Y por ahí tira Tito también. “Llegó muy joven y ha cogido experiencia e importancia en el equipo”, dice, consciente de que ha cambiado seis veces de pareja este año en el eje: Puyol, Mascherano, Adriano, Bartra, Song y Abidal han bailado a su lado. “En las grandes citas”, tercia Gerard, “cuando la defensa ha necesitado no encajar, hemos rendido”. Y puso como ejemplo la vuelta contra el Milan en octavos. “Cuando el equipo necesita defender y apretar los dientes tiene carácter y presiona con los delanteros. Cuando sabemos que no podemos encajar, somos fiables”, dice, antes de advertir que tomar goles entra dentro de lo normal “con un estilo tan ofensivo”. “Este año, comparado con el pasado, hemos marcado más goles y es normal que encajemos más. No nos gusta, pero es algo que va con nuestro estilo y no lo cambiaremos”, comentó ayer el central.
Piqué dice que sabe un camino para eliminar al Bayern —“que suban los laterales, que participe mucho Leo, que los delanteros piquen desmarques y tengamos superioridad en el medio campo”—, pero sobre todo, asegura, hay que volver a jugar con la ilusión de un niño.
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