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La gimnasia femenina cambia de cara

Lucía Guisado sustituye 33 años después a Jesús Carballo al frente del equipo en los Europeos

A. I.
Lucía Guisado supervisa el salto de María Paula Vargas.
Lucía Guisado supervisa el salto de María Paula Vargas. Samuel Sánchez (EL PAÍS)

Jesús Carballo ha sido la cara de la gimnasia femenina española los últimos 33 años. El gesto serio del seleccionador ha acompañado a varias generaciones de deportistas, en los mayores éxitos y también en los fracasos, desde los Juegos de Moscú 80 hasta hoy. Pero el seleccionador ha sido apartado de su puesto por el Consejo Superior de Deportes por la denuncia de una antigua gimnasta, así que en la capital rusa, donde ayer empezaron los Europeos, la primera gran cita del nuevo ciclo olímpico, la cara del equipo español es Lucía Guisado, que lleva décadas al lado de Carballo y tiene fama de severa.

Guisado no es ninguna desconocida en el mundo de la gimnasia. Antes de llegar como entrenadora al Centro de Alto Rendimiento de Madrid (CAR) lo fue en el club que producía, con permiso de algunos centros catalanes, las mejores gimnastas del país, ya se llamara Rodeira o Calvo y Munar. “Yo quería ser gimnasta, pero me rompí los ligamentos y en esa época una lesión así no se curaba”, recordaba el viernes pasado, dos días antes de viajar a Moscú. Tenía 17 años. “Mientras me recuperaba me entró el gusanillo”, reconoce esta entrenadora a la que cuesta arrancar una sonrisa, pero que habla de carrerilla y que se define a sí misma como “responsable, trabajadora y luchadora”.

Su primer campeonato importante, siempre al lado de Carballo, fue el Mundial de 1991, en Indianapolis, un escenario increíble con miles de personas gritando para animar a un renacido equipo americano. Era un año antes de Barcelona 92, la competición que Guisado recuerda con más emoción: “Fue increíble… La sensación de esta en el Sant Jordi y ver a toda esa gente animando…”. Aquel equipo, que logró la mejor clasificación olímpica de la historia, el quinto puesto, aún le hace sonreír. “Pero no me asusta nada”, aclara; “a mí lo que me gusta es competir, cuanto más complicada la competición, mejor. Un Mundial clasificatorio, por ejemplo”. Y reconoce que es de las que cuando llega a casa su cabeza sigue llena de gimnasia: “Nunca he asumido esto como un trabajo. A mí me gusta mucho lo que hago”.

El reto al que se enfrenta enorme. Es volver a construir un equipo desde cero, sin Carballo, y con menos dinero que nunca. La crisis ha obligado a acudir a los Europeos con solo dos gimnastas: María Paula Vargas, de 17 años, y Roxana Popa, de 15. Hoy empieza su camino hacia Río 2016.

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Sobre la firma

A. I.
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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