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PRIMERA DIVISIÓN | MÁLAGA, 0 - ESPANYOL, 2
Crónica
Texto informativo con interpretación

A Caballero se le escurre el partido

Una pifia del portero del Málaga en córner y un remate oportuno de Sergio García propician el triunfo del Espanyol

Jordi Quixano
Casilla despeja un balón aéreo.
Casilla despeja un balón aéreo.Jorge Guerrero (AFP)

Se le escapó el balón y el partido de las manos a Caballero, portero excelente que cometió un desliz, el suficiente para impulsar a un Espanyol que sudó de lo lindo tras el balón, pero que se llevó el duelo porque alejó a Isco de la portería y negó los pases interiores, también los pertinaces centros laterales. Desinfló el Espanyol a un Málaga que llegaba con la dicha europea de la Champions, logro que subraya su apuesta por el fútbol, siempre con el esférico por bandera y el pase como argumento, también el gol como premio. Pero la pifió Caballero y Sergio García aliñó el resultado, el triunfo periquito.

MÁLAGA 0 - ESPANYOL 2

Málaga: Caballero; Gámez, Lugano, Weligton, Antunes; Toulalan (Saviola, m. 69), Camacho; Seba (Joaquín, m. 61), Isco, Piazon (Duda, m. 61); y Santa Cruz. No utilizados: Kameni; Morales, Sergio Sánchez y Onyewu.

Espanyol: Casilla; Mattioni, Colotto, Héctor Moreno, Capdevila; Forlín (Baena, m. 76), Víctor Sánchez; Stuani, Verdú (Raúl rodríguez, m. 76), Wakaso (Víctor Álvarez, m. 87); y Sergio García. No utilizados: Cristian Álvarez; Christian Gómez, Petrov y Longo.

Goles: 0-1. M. 49. Caballero sale mal en un saque de esquina

Colotto pone el pie para marcar. 0-2. M. 66. Sergio García remata un centro de Wakaso.

Árbitro: Cerro Grande. Mostró la cartulina amarilla a Wakaso, Forlín, Verdú, Duda y Camacho.

La Rosaleda. 20.000 espectadores.

Al compás del baile del balón protagonizado por Isco, el Málaga entonó sus mejores notas, su juego más gallardo. Le sobra al mediapunta fútbol, ese que estructura el ataque de su equipo y que desgaja a las defensas contrarias. Con una facilidad pasmosa para descontar las líneas de presión adversarias –bien con el pase; bien con un movimiento de cintura-, Isco repartió el esférico con elegancia, como si a esto se jugara con esmoquin. Su defecto, porque así se lo exigió la atosigante zaga del Espanyol y porque Camacho, extrañamente, apenas participó del juego, fue que actuó de crupier a distancia, lejos del área rival. Pero cuando mezcló con Piazon, el fútbol cogió color y forma. Habilidades, en cualquier caso, descompuestas en los guantes de Casilla.

Inflamado y sin titubeos, el Espanyol se presentó en La Rosaleda como un adversario competitivo, sobre todo porque le quitó durante 10 minutos el balón y con eso le alcanzó para encontrar a Verdú, santo y seña del equipo, arquitecto de cualquier jugada blanquiazul. Así se constató en la jornada anterior, cuando Aguirre lo sentó en el banquillo porque le reclamaba más trascendencia en los resultados, decreto que resultó un aviso para el jugador y un castigo para el equipo porque el 10 es el paso fronterizo entre la media y la delantera, acaso entre la sosería y la imaginación. Con Verdú sobre el césped, el Espanyol se definió de buenas a primeras. Una contra de manual, con tres pases verticales y uno horizontal, acabó en un remate de Verdú que solo Caballero acertó a expeler. Poco después, el 10 leyó el estupendo desmarque de Mattioni, que chutó a puerta y, de paso, al pecho de un Caballero que aguantó con éxito la embestida. Eso duró el Espanyol, hasta que Caballero dictó lo contrario.

Rompió y rasgó Toulalan en el eje para darle el cuero a Isco, que buscó a su compinche Piazon para ejecutar el fútbol más distinguido, ese que manda a la lona al rival y levanta al aficionado del asiento. El triángulo lo completaba Santa Cruz, que aguantaba la pelota y la devolvía a la llegada desde la segunda línea, como en esos dos disparos torcidos de Piazon, o ese de Seba más propio de rugby. Pero no se daban ocasiones claras. Sobre todo porque el Espanyol cerró a las mil maravillas las líneas de pase interiores, por lo que el Málaga se apoyó en los costados, en las perennes carreras de Antunes y Gámez, laterales que actúan de carrileros. Aunque sus centros, ni siquiera por repetidos, desequilibraron a Casilla, manoplas firmes y excelentes por arriba, todo un Super Glue para los balones. Lo contrario le ocurrió a Caballero.

El Málaga entonó sus mejores notas al compás del baile del balón protagonizado por Isco, pero siempre fueron lejos del área rival

Portero que a cada duelo reclama su internacionalidad con Argentina, quizá porque no hay otro que sobresalga en la actualidad, Caballero acumula éxitos y elogios. Amordazó al Espanyol con dos acciones, pero luego le dio vida y algo más en una pifia impropia de su calidad, más que nada porque pretendió atrapar un saque de esquina a una mano, como si tuviera un gancho, una aspiradora. Al más puro estilo de Tommy N’Kono, portero periquito en la década de los años 80. Pero a Caballero se le escurrió la pelota y el partido, y ahí apareció Colotto y su pie travieso, que envió el cuero a gol.

Movió Pellegrini ficha con la alteración de sus extremos, con Joaquín y Duda, cada uno a su banda natural. Pero sus centros tampoco desestabilizaron a Casilla y menos encontraron la finalización de Santa Cruz. Por lo que Wakaso, con espacios, retó y venció en una carrera a Gámez y puso el esférico raso y fuerte al punto de penalti. Territorio de Sergio García, que metió el exterior del pie y clavó el cuero en la escuadra, a la red. Punto final del Málaga, algarabía de un Espanyol que se despega de la cola de la tabla.

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