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Moser y la infancia recuperada en los caminos de tierra

Justo antes de que arranquen la París-Niza y la Tirreno-Adriático, el italiano abre el curso europeo ganando la ‘Strade Bianche’

Carlos Arribas
Contador y Froome se dan la mano en el Tour de Oman.
Contador y Froome se dan la mano en el Tour de Oman.Getty

—El ciclismo ya no es lo que era, dicen.

Y a esta afirmación le respondería Aristarco de Atenas como le respondió en Yo, Claudio al actor romano en paro que se quejaba de que el teatro ya no era lo que era, ya entonces, en el siglo primero antes de Cristo:

—Te diré algo más, el ciclismo nunca fue lo que era.

Quizás quiera decir que lo que añoramos pensando en un mundo mejor no es el pasado, sino nuestra infancia. Mejor, entonces, será inventar el pasado:

Un buen decorado —qué mejor que las suaves colinas toscanas desperezándose al final del invierno, los viñedos de Chianti o de Brunello di Montalcino ya bien podados y limpios, preparados para llenarse de hojas y florecer, unos caminos rurales de firme de tierra blanca, una meta en Piazza del Campo, en Siena, jinetes en bicicleta en busca del Palio—, unos buenos actores —corredores con cara épica, o sea, de gladiadores, tosiendo en medio de la nube de polvo blanco que levantan las ruedas de su bicicleta en los caminos— y una afición entregada a la causa, un público que busca su salvación, y la del ciclismo, en la vertiente mítica del deporte que tanto ama, y ya está, ahí está, la Strade Bianche (Caminos Blancos), la carrera que ayer ganó, todo un apellido cargado de significados, Moreno Moser, nacido el día de Navidad de 1990, hijo de Diego, hermano de Matteo y de Leonardo, primo de Ignazio y sobrino de Aldo, Enzo y Francesco. Y nombrarlos a todos tiene sentido, pues todos figuran, con letras más o menos grandes, en los libros que cuentan la historia del ciclismo.

El sobrino de Francesco ganó la versión italiana de la París-Roubaix

Las más grandes corresponden a su tío Francesco, viticultor del Trentino, una figura que viene al pelo justamente en estos días en los que el ciclismo buscando reinventarse se recrea en el pasado constantemente. Hace tres décadas, Francesco Moser era el no va más, un ídolo. Había ganado tres París-Roubaix consecutivas (la carrera espejo de esta Strade Bianche redescubiertas, la carrera que recuerda los tiempos en la que los ciclistas eran mineros y las carreteras de adoquines descarnados era lo que había) entre 1978 y 1980 y en 1984 había batido el récord de la hora de Eddy Merckx. Y junto a su estilo antiguo, de hombre lanzado solo, siempre solo, como su sobrino ayer, atacando y atacando hasta dejar sin aliento al último de sus rivales, en su enorme y encorvado cuerpo Francesco Moser también encerraba la semilla de lo nuevo. En su récord de la hora logrado en México tuvo tanto que ver su capacidad agonística, increíble, como las transfusiones de sangre —bolsas transportadas desde Italia en valija diplomática para evitar los inconvenientes de las aduanas de Estados Unidos, donde hacía escala el vuelo, y México— llevadas a cabo por el doctor Francesco Conconi, en lo que, quizás, supuso, la entrada en pleno de la ciencia y la preparación fisiológicas en el mundo del ciclismo, hasta entonces artesanal.

Contador, Froome y Evans proseguirán su duelo en Europa en la cita de los dos mares

Casi 30 años después, su joven sobrino, y el que quedó segundo, el caníbal eslovaco Peter Sagan, quizás el Eddy Merckx del siglo XXI al decir de muchos, simbolizan el llamado nuevo ciclismo, un círculo que se cierra y se abre permanentemente.

El gran ciclismo desembarca por fin en Europa este año. Lo hizo ayer por los caminos sin asfalto de Toscana y seguirá hoy, otro guiño al pasado/marketing con la llamada Roma Máxima, de las termas de Caracalla al arco de Constantino junto al Coliseo, pasando por la Vía Appia del ¿quo vadis, Pedro?, da la vuelta y déjate crucificar. Coincidirá esta prueba italiana, anticipo de la Tirreno-Adriático, del 6, miércoles, al 12 de marzo, con la primera etapa de la París-Niza, que terminará el próximo domingo.

En ellas, los aficionados, más allá del retrogusto y el polvo mezclado con el sudor, podrán ver, ya en forma, ya desafiándose directamente, a los protagonistas de las grandes pruebas del 2013, un año más de renovación. Sin embargo, salvando a Tejay van Garderen, el jovencito del BMC que ponía de los nervios a Cadel Evans, a los hombres Tour no se les verá en las carreteras francesas camino de Niza (donde el español más esperado es Ion Izagirre), sino entre los dos mares italianos. Allí estarán ya Alberto Contador y Chris Froome, que no para de hablar uno de otro, y también Vincenzo Nibali, Purito Rodríguez, Samuel Sánchez... Y, por supuesto, Moreno Moser y Peter Sagan.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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