La sangre azul de la NBA
El 27 de enero, el personal de los medios de comunicación encargado de estas cosas anunció la rotura de ligamentos de rodilla de Rajon Rondo, base titular de los Celtics de Boston. Casi todo el mundo (incluido este escritor) daba por hecho que la temporada de los Celtics estaba perdida oficialmente; sin su base principal, el equipo tendría el mismo éxito que Teseo sin su ovillo de hilo. Pero luego sucedió una cosa extraña. Los Celtics encadenaron siete victorias consecutivas y esta duda se adueñaba de la gente: ¿eran los Celtics igual de buenos o (¡grito ahogado!) mejor sin su estrella de 11 millones de dólares?
Es posible que la racha ganadora post-Rondo de los Celtics fuera como la respuesta del cuerpo humano ante un asaltante armado con una palanqueta o como cuando uno cae en la cuenta de que se ha olvidado de recoger a su hijo en el colegio, un subidón de adrenalina que no puede mantenerse por mucho tiempo. Pero las pruebas empíricas indican que los Celtics son igual de buenos sin Rondo como lo eran con Rondo. Lo que nos lleva a la verdadera pregunta: ¿cambiará esto el concepto que la NBA tiene de sus estrellas?
Es posible que la racha ganadora post-Rondo de los Celtics fuera como la respuesta del cuerpo humano ante un asaltante armado con palanqueta
Seguramente no. ¿Por qué? ¿Porque este es un ejemplo único y no deberíamos basar una tesis en torno a él? No. Es por la duquesa de Cambridge.
El 14 de enero de este año, el personal de los medios de comunicación encargado de estas cosas anunció el embarazo de Catalina, duquesa de Cambridge; la futura reina de Inglaterra está en estado de buena esperanza. Antes de que Kate se quedara embarazada, tenía la impresión de que mi tierra natal se había fundado, al menos en parte, porque sus ciudadanos querían liberarse de la tiranía (el absurdo) del régimen monárquico. Pero aquí estaban mis compatriotas, llorando lágrimas de alegría por la posible reproducción de una famosa no electa en un país que en otro tiempo fue su enemigo.
A los equipos de la NBA les iría mejor si formaran unidades cohesivas en lugar de aspirar a convertir a los lacayos en reyes
La gente —incluso los estadounidenses— quiere estrellas. La NBA lo sabe, y esa es la razón por la que eleva a más jugadores de lo que debería a la categoría de realeza del baloncesto, ya sea a través de la información en los medios de comunicación o mediante recompensas económicas. Es cierto que todos los años, en la NBA, hay un pequeño grupo de jugadores que merecen ser coronados. Este año, esa lista incluye a LeBron James, Kevin Durant, Tony Parker y Chris Paul, junto con Derrick Rose y Kevin Love, cuyos equipos han sido mucho peor de lo que lo habrían sido con esos jugadores en sus respectivas alineaciones.
Pero esto es lo que hay, en lo que respecta a la sangre azul de la NBA. Eso no nos impide hacer como que otros jugadores son más importantes de lo que son, y no impide a la NBA pagarles como tales, aun cuando la realidad indique que este comportamiento es ridículo. ¿Vale Rajon Rondo siete veces más que su sustituto, Avery Bradley (sueldo: 1,6 millones de dólares? Cuando te paras a pensarlo, ¿es Deron Williams, de los Nets, realmente un jugador franquicia? ¿Y qué me dicen de Blake Griffin, de los Clippers? ¿O de Rudy Gay, de los Raptors?
La mayoría de las veces, a los equipos de la NBA les iría mejor si emplearan su tiempo y su dinero en formar unidades cohesivas en lugar de aspirar a convertir a los lacayos en reyes. Pero eso seguramente no va a pasar en breve, porque la NBA sabe que, aunque los estadounidenses dicen que quieren gobernarse a sí mismos, siempre serán incapaces de resistirse a las coronas, a los tronos y a los jugadores de baloncesto a los que pueden llamar estrellas.
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