Djokovic agota a Murray
El serbio remonta 6-7, 7-6, 6-3 y 6-2 en un duelo muy físico al británico, dolido en un pie
En la rodilla de Novak Djokovic hay rastros de sangre. Camino de su sexto título grande (6-7, 7-6, 6-3 y 6-2 al escocés Andy Murray), el serbio tiene que dejarse la piel jugando un doble partido: pelea contra el número tres mundial, lucha contra sí mismo. Murray sufre porque tiene ampollas en un pie. Djokovic, porque su derecha se rompe contra los golpes del escocés igual que un castillo de arena contra las olas del mar. Nole es una sombra de sí mismo. Suma tantos errores no forzados como espectadores hay en el estadio. Se desespera mirando a su banquillo, no entiende cómo el británico tiene set de ventaja y tres bolas de break nada más empezar el segundo. Vence, finalmente, por puro espíritu competitivo: en cuanto escucha los resoplidos de Murray; en cuanto ve que el escocés sufre porque llega al duelo con un día menos de descanso; en cuanto observa cómo el fisioterapeuta atiende el pie de su contrario, consecuencia de gastar 68 minutos en la primera manga y 65 en la segunda, el serbio enseña los colmillos, aprieta sus mandíbulas y ya nunca deja que la presa se escape viva. En la Era Abierta (desde 1968) nadie había ganado tres Abiertos de Australia consecutivos.
Djokovic acaba el duelo con 47 ganadores, casi el doble que Murray (29), para compensar los errores no forzados (61 por 46) que concentró principalmente al inicio del partido
Son 3h 40m de duelo al dictado de un único guionista. El partido siempre depende más de Djokovic que de Murray, que acaba físicamente disminuido. El comienzo del británico es excelente, llega el número tres mundial dispuesto a defender su nuevo estatus, su condición de campeón de grandes. Sin embargo, es la raqueta del serbio la que escribe con sus aciertos y sus errores la mayor parte del argumento del encuentro. En la primera manga, perdida, disfruta de cinco puntos de break y no convierte ninguno: en consecuencia, la pierde. Al poco que da un paso hacia adelante, en cuanto posa sus pies sobre la línea de fondo, cambia el partido: entonces se le abre el panorama, encuentra el sitio su derecha, parece más grande la pista y más pequeño Murray. Desatado el ogro, el diálogo se convierte en monólogo.
Djokovic sabe que se enfrenta a un muro. Ha visto cómo Roger Federer cavó su tumba en semifinales de fallo en fallo, intentando desbordar al inquebrantable Murray. Él intenta hacerlo desde el ritmo, fiado a sus piernas, a los largos peloteos, soñando con culminar los intercambios con uno de sus tiros imposibles. El escocés acaba con la lengua fuera. Pega siempre antes el serbio. Dubitativo de inicio, él es el que acaba tomando todas las decisiones, él el que da un paso adelante, él el que decide ganar o perder el título según sus propios términos. Djokovic acaba el duelo con 47 ganadores, casi el doble que Murray (29), para compensar los errores no forzados (61 por 46) que concentró principalmente al inicio del partido. Nole encuentra en el saque un seguro (su rival solo suma el 28% de los puntos al resto). Si hay que perder, se dice el serbio, que sea yendo a por el partido.
“Felicito a Novak, se lo merece, su récord aquí es increíble”, dice tras el encuentro Murray, al borde de las lágrimas, como cuando perdió el partido decisivo contra Federer en 2010. “Espero que juguemos muchos más partidos”, le contesta Nole, recién terminado su baile de celebración sobre el cemento, encogidos ya los dedos que marcaban el mágico tres correspondiente a sus títulos australianos. “Este es mi torneo del Grand Slam preferido, amo esta pista”.
El número uno, derrotado por el británico en la final del Abierto de EEUU de 2012, reivindica con la victoria su trono. Si hay alguien que le puede discutir el puesto en 2013, ese es Murray. Con Rafael Nadal convertido por su lesión en una incógnita y el suizo Roger Federer en el tramo final de su carrera, este es el pulso del presente y probablemente la rivalidad del futuro. En Melbourne, Nole dio el primer golpe del curso. De aquí a diciembre, el combate continúa.
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