Dos chaparrones y medio para Benítez
La lluvia, los intensos abucheos de Stamford Bridge y el empate a nada ante el Manchester City aguan el estreno del técnico ‘blue’
Caía la lluvia torrencialmente en Stamford Bridge, pero los rayos y truenos eran de los aficionados del Chelsea, que hicieron saber a Rafa Benítez lo poco que les gustaba su presencia en el banquillo blue, conscientes de que no hace tanto en su etapa del Liverpool los desprestigió en numerosas ocasiones, nada ayudado por el programa del partido que repartió el club a los aficionados de pie, donde subrayaban su condición de técnico interino. Las pancartas de la hinchada eran tan expresivas como rotundas, una queja al máximo mandatario Roman Abramóvich –como en su día hicieran con Mourinho-, un lamento por haber perdido al entrenador que los dirigió a la mayor de las glorias nunca conocida con la Champions del curso pasado. “El único, Di Matteo”, señalaba una. “Te queremos Di Matteo”, constataba otra. “Rafa fuera”, anunciaban muchas. Por lo que no extrañó que en el minuto 16, el dorsal que portó el extécnico en su etapa de futbolista blue, todo el estadio entonara la canción de Di Matteo de only one [El único, Di Matteo]. Aguantó los dos chaparrones Benítez, el de la lluvia y el público, y le cayó medio más, que fue el empate a nada ante el Manchester City.
CHELSEA, 0 – M. CITY, 0
Chelsea: Cech; Azpilicueta, Ivanovic, David Luiz, Ashley Cole; Ramires, Mikel (Romeu, m. 79); Mata, Oscar, Hazard (Victor Moses, m. 71); y Torres. No utilizados: Turnbull; Cahill, Bertrand, Romeu, Marin, Moses y Ferreira.
Manchester City: Hart; Zabaleta, Kompany, Nastasic, Kolarov; Barry, Touré; Milner, Agüero (Balotelli, m. 86), Silva; y Dzeko (Tévez, m. 69). No utilizados: Pantilimon; Balotelli, Maicon, Kolo Touré, Javi García y Nasri.
Árbitro: Chris Foy. Mostró la cartulina amarilla a Zabaleta, Kolarov y Balotelli.
Stamford Bridge. 40.000 espectadores.
No deja de ser curioso que dos de los equipos con más dinero del planeta tengan a técnicos que entienden el cerrojo por bandera. Mancini, rácano por definición con el fútbol, siempre pendiente del músculo y no del talento –Nasri sigue en el banquillo y solo Agüero y Silva aportan gotas de calidad en un equipo tosco como pocos-, lo tuvo todo a favor para dar un vuelco al duelo. Sobre todo porque el Chelsea, lejos de ser ese equipo de juego alegre del principio de este ejercicio, se subió la cremallera y se remitió al contragolpe, a las carreras homéricas de Torres en busca de un balón que le sobrevolaba y que nunca le llegó a los pies en condiciones. Puro estilo Benítez y todo un desespero para los tres mosqueteros de pie fino (Hazard, Mata y Oscar), que se desfondaron en tapar huecos y no en crearlos.
Con el balón entre las botas, al City se le descubrieron una vez más sus acentuadas carencias, su poca facilidad para conjugar la bola. La defensa es una raíz descolorida, que no da un pase que descuente una línea de presión; la media no llega al área rival porque Touré está encorsetado en el eje y porque Barry y Milner siempre comprendieron el juego como una batalla física; y solo Silva y Agüero, que tiraron más regates de los necesarios, pretendieron asustar en el área rival. Un cabezazo del primero a las manos de Cech y otro disparo desbravado del segundo fue el bagaje del primer acto. Fue, sin embargo, el doble de las oportunidades que dispuso el Chelsea, que compareció con el mismo equipo de siempre –Terry y Lampard estaban lesionados-, a excepción de que Cahill no jugó para dar cabida a Azpilicueta en el lateral y recolocar a Ivanovic de central.
Asumida la nueva condición de electricidad ambiental, al Chelsea pareció recuperar el brío con Hazard y Mata un par de pasos más atrás para dar sentido al juego, para lanzar pases a las galopadas de Torres. No es que desmontaran al rival, pero sí que les dio para constatar que jugaban el duelo. La tuvo Ramires con un disparo lejano y, sobre todo, la falló Torres con un zapatazo desde la frontal que se perdió por arriba del larguero. Aunque la réplica del City, que ya no volvió a descolgarse con los laterales para cerrar el aspersor de Mata, llegó con un disparo lejano de Touré y otro de Zabaleta, demasiado forzado, además de un cabezazo a última hora de Nastasic. Muy poco fútbol si se atiende a los generosos sueldos de los jugadores, a su calidad y a sus posibilidades. Pero Benítez y Mancini empezaron como acabaron y a buen seguro que eso fue un gusto para ellos. Otra cosa es Stamford Bridge, que tiene enfilado a Benítez y si no tiene juego, al menos le exigirá resultados, como ocurriera, exactamente, con Di Matteo y su Champions.
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