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“Ahora hay menos tacto”

El extenista checo Jan Kodes repasa la final y lo que siente él, crecido en el comunismo, en un pabellón futurista como el del O2 de Praga, donde se disputa la Davis

J. J. MATEO
El extenista checo Jan Kodes.
El extenista checo Jan Kodes.

Cuando se le pide que repase su vida, Jan Kodes (Praga, 1943) agita con la ilusión de un jovencito su libro, A Journey to Glory from behind the Iron Curtain, invitando a todo el mundo a que se pase por la librería. Campeón de tres torneos del Grand Slam (Wimbledon y dos Roland Garros), y finalista dos veces del Abierto de Estados Unidos, el extenista checo se sienta luego con este diario para hablar de lo que siente un hombre como él, crecido en el comunismo, en un pabellón futurista como el 02 de Praga, donde la República Checa busca su primera Copa Davis desde la celebrada por Checoslovaquia en el ya lejano 1980. Kodes tiene nariz de águila, habla en inglés más rápido que en checo y su vitalidad se desborda de gesto en gesto.

Pregunta. ¿Qué recuerdos le vienen a la cabeza cuando ve la final de la Copa Davis de vuelta en Praga?

Respuesta. Nosotros siempre tuvimos mucha presión para que jugáramos la Copa Davis, porque el régimen comunista nos hacía sentir eso. Teníamos miedo de que después de 1968, cuando llegó la normalización (los tanques soviéticos sofocaron la primavera de Praga con una invasión para acabar con ocho meses de reformas políticas aperturistas en Checoslovaquia), las autoridades nos impedirían jugar alrededor del mundo como profesionales. Por eso la Copa Davis era muy importante para nosotros.

Mis dos victorias en Roland Garros fueron vistas como una ayuda política al país

P. ¿Cómo era ser un héroe deportivo en aquellos tiempos?

R. La vida era buena, pero porque teníamos ventajas (con respecto al resto de ciudadanos). Podíamos viajar por el mundo, no nos veíamos muy afectados por el clima político. Yo estaba en lo más alto del tenis. Mis dos victorias en Roland Garros fueron vistas como una ayuda política al país. También, como algo muy importante para el resto de tenistas, para los que venían por detrás de mí, para los jóvenes: dio a las autoridades una razón para apoyar el tenis en nuestro país.

P. Eran tiempos turbulentos, también en el deporte. En 1973, usted ganó un Wimbledon en el que faltaban 13 de los 16 mejores tenistas del mundo y 81 en total. Protestaban porque la Federación yugoslava había suspendido a Niki Pilic por no haber jugado la Copa Davis. ¿Cómo le trataron sus compañeros tras levantar el trofeo durante una huelga?

R. Nunca tuve ningún problema con los jugadores. La ATP, que fue la que organizó la huelga, estaba poniendo mucha presión sobre nosotros. En aquel momento, no sentí que fuera correcto no jugar en Wimbledon. No sentí que eso estuviera bien. Sentí que toda la discusión se había mantenido por debajo de la mesa, no a su alrededor, y que nunca se debería hacer una huelga en Wimbledon. Dos meses después de eso, llegué a la final del Abierto de Estados Unidos, con todo el mundo en el cuadro del torneo, con el cuadro lleno. Recuerdo que desde la primera ronda todos los periodistas y todos los fotógrafos venían a mi pista: esperaban que perdiera el primer partido, o el segundo… sentían que yo no era lo suficientemente bueno como para ganar Wimbledon.

P. ¿Cómo se tomó aquello?

R. Llegué a la final y casi gané a John Newcombe. Tuve un poco de mala suerte en el cuarto set y perdí en el quinto (4–6, 6–1, 6–4, 2–6, y 3–6). Aquel fue mi mejor año.

Siempre me gustó enfrentarme a los españoles. Eran unos caballeros. Daba igual que fuera el gran Manolo, Santana, o el pequeño Manolo, Orantes

P. ¿Qué le parecen los constantes rumores de huelga que hay ahora porque los jugadores piden un trozo más grande de la tarta de ingresos en los grandes?

R. Creo que lo que pasa es que los jugadores piensan que Australia (por el Abierto del país, primer grande del año) está muy lejos, que es muy difícil llegar hasta ahí, que es más caro volar que al resto, porque les gusta ir en primera clase. Creo que el problema es solo para ese torneo.

P. ¿Cómo habría sido usted sin raquetas de madera?

R. Procuro no pensar mucho en ello. Competí en una era diferente, en un periodo distinto, en el de las raquetas de madera. Por supuesto, nací para el tenis jugando sobre tierra batida. Eso me obligó a transferir y adaptar mi juego a la hierba. Actualmente hay demasiados torneos en pista dura. Provocan muchas lesiones. Cuando veo jugar a Rafael Nadal, por ejemplo, pienso… ¿Qué va a pasar con las rodillas y la cadera de este tío cuando ya haya cumplido los 30? La ATP empuja a favor de la pista dura. Querría tenerla en todos los torneos. No creo que sea una buena idea.

P. ¿Hoy se practica un tenis inteligente o de fuerza?

R. Es un juego más potente, pero con menos tacto. Con menos tacto. Los mejores tenistas de ahora, Federer, Djokovic, incluso Nadal, empiezan a usar más el revés cortado para variar el juego. Eso es muy importante, porque es muy difícil jugar pegándole a la pelota al máximo todo el tiempo sin pensar en qué va a pasar. Si quieres estar arriba, tu cerebro es muy importante. Federer, Djokovic… realmente usan el cerebro, viéndoles jugar se puede observar que saben lo que están haciendo.

P. ¿Quién fue el español más inteligente en la pista de sus tiempos?

R. Siempre me gustó enfrentarme a los españoles. Eran unos caballeros. Daba igual que fuera el gran Manolo, Santana, o el pequeño Manolo, Orantes. Nunca tuvimos problemas en la pista, pese a que los tanteos eran ajustados y las decisiones de los líneas, a veces, equivocadas. Fuimos muy buenos amigos y competidores que no tuvimos conflictos entre nosotros.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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