Goleada rutinaria del Madrid
El conjunto de Mourinho castiga la ingenuidad del Zaragoza (4-0) con dos tantos, de Higuaín y Di María, en dos minutos
La historia se repite con precisión rutinaria. Pasan los equipos por el Bernabéu, sombras de lo que fueron, empobrecidos por la crisis, cargados de jóvenes ingenuos, o de veteranos declinantes, y hacen cosas buenas. Sin complejos, se atreven a llevar la iniciativa. Entretienen al público. Juegan bien al fútbol. Pero el Madrid los destroza. Esa fue la suerte del Zaragoza, que perdió a pesar de tener una presencia en campo contrario que no se corresponde con sus escasísimos recursos. Castigado por sus errores defensivos, no dejó de amenazar a Casillas hasta el final. El portero desvió un misil de Víctor y otro de Montañés. José Mari estrelló un balón en el larguero y a Postiga le anularon un gol legal. Pero la goleada se la apuntó el Madrid.
REAL MADRID, 4 – ZARAGOZA, 0
Real Madrid: Casillas; Sergio Ramos, Pepe, Albiol, Arbeloa (Nacho, m, 81); Modric, Essien; Di María (Callejón, m. 72), Özil, Cristiano; e Higuaín (Benzema, m. 69). No utilizados: Adán; Varane; Álex y Kaká.
Zaragoza: Roberto; Sapunaru, Loovens, Álvaro, Abraham; Movilla, J. Mari (Romaric, m. 86); V. Rodríguez (Álamo, m. 74), Apoño, Paco Montañés; y Hélder Postiga (Aranda, m. 7). No utilizados: Leo Franco; Pintér, Paredes y Zuculini.
Goles: 1-0. M. 22. Higuaín. 2-0. M. 24. Di María. 3-0. M. 88. Essien. 4-0. M. 92. Modric
Árbitro: Estrada Fernández. Amonestó a Sergio Ramos, a Modric, por el Madrid, y a Abraham y Sapunaru, por el Zaragoza.
Unos 70.000 espectadores en el Bernabéu.
El Zaragoza es uno de esos equipos que proliferan en la Liga española. Ahogado por el empobrecimiento, ha ido componiendo la plantilla a golpe de rastrillo en campeonatos europeos menores, en la Segunda, y en la Segunda B. Así se ha hecho con un puñado de jóvenes entusiasmados por establecerse como profesionales. La mayoría, españoles. José Mari, Montañés y Víctor Rodríguez son un muestrario de algunas de las virtudes que abundan en la cantera nacional. Tienen buen gusto, son atrevidos y dominan bastante bien los fundamentos. Pero carecen de experiencia. Demasiado hándicap para visitar el Bernabéu sin pasar apuros y demasiado hándicap para sobreponerse a dos errores sucesivos de una defensa incapaz de despejar los balones colgados.
El Zaragoza entró al partido con ímpetu. Apretó al Madrid sobre su salida del balón y provocó titubeos en la conexión de los centrales con Modric y Essien. Cuando Di María intentó descongestionar el juego trasladando por el costado derecho, se encontró con que Montañés, Movilla y Abraham le cerraban la carrera y le robaban la pelota para lanzar a Víctor a la espalda de Arbeloa por el otro costado. Durante un rato, el Zaragoza invadió el centro del campo con cinco hombres y manejó la pelota con más criterio que su adversario. Movilla, Apoño y Víctor orientaron los ataques con decisión. Incapaz de salir jugando desde su área, o sin voluntad para hacerlo, el Madrid practicó el pase en largo y adelantó líneas en busca del robo y el balón vertical. Es un mecanismo que pone en funcionamiento con la mayor sintonía posible. No hay en el mundo otro equipo más trabajado para completar esta maniobra en cinco pasos: pelotazo sobre la primera línea de presión del adversario, avance masivo, pelea por el balón en campo contrario, pase al espacio, o centro a la olla, y remate. Herramientas viejas como el fútbol empleadas con sistematización nueva.
Incapaz de salir jugando desde su área, el equipo blanco optó por practicar el pase largo
En esta sucesión de repliegues y avances fragorosos el jugador que menos se acopló fue Özil, que anduvo un rato indeciso. No supo si bajar a ayudar al medio campo o desplegarse para dar el último pase a los atacantes. Ante la duda, prevaleció el inagotable Di María, que colgó todo lo que recogió. Metió centros incluso desde su propio campo. El recurso hizo estragos en la defensa del Zaragoza. Firmes para desactivar a Higuaín y Cristiano cuando recibieron balones rasos, Álvaro y Loovens claudicaron cuando debieron pelear por alto. Cristiano cabeceó dos veces: una se le fue alta, la otra, pegada al palo. Fue un aviso de lo que venía. Un córner desde la izquierda lanzado por Modric y cabeceado por Albiol precipitó el desenlace. Roberto se estiró, paró, pero no despejó. El balón quedó muerto frente a Higuaín, que lo envió a la red.
Essien, que marcó el tercer tanto, regresó al medio campo, donde va sobrado de oficio
El gol desconcertó al Zaragoza, que hasta entonces se había sentido protagonista. No había digerido el mazazo cuando Di María irrumpió por la derecha, hizo un quiebro a Abraham y apuntó fuerte al primer palo. Roberto tapó el tiro pero sirvió el rechace al rematador. Por segunda vez en apenas unos minutos, le faltó competencia. Sus defensas no le socorrieron y Di María lo fulminó sin vacilar.
La recuperación de Arbeloa impulsó una nueva reforma en la defensa del Madrid. Han pasado tres semanas desde que una epidemia de lesiones obligó a Mourinho a investigar alternativas en una línea que conviene no alterar demasiado para no afectar al funcionamiento del conjunto. Ante el Zaragoza el técnico interrumpió la trayectoria impecable de Varane y recuperó a Albiol en el eje. En el lateral derecho situó a Ramos y en el izquierdo relevó con Arbeloa a Essien. El ghanés regresó a su zona natural, donde va sobrado de oficio. Estuvo correcto pero acabó el partido con aire doliente. Su cojera denuncia los problemas físicos que arrastra desde Mallorca. Sin embargo, no necesitó ir como un tigre para administrar los dos goles de ventaja que cobró su equipo en la primera parte. Incluso hizo un gol. El tercero, premio a su entrega y penúltimo grito de la noche. El último lo profirió Modric después de un zurdazo desde fuera del área.
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