El Tigre, en estado de gracia
El Atlético resuelve en Anoeta (0-1) con un libre directo magistral de Falcao en el último suspiro
Falcao lleva el 9 pegado a la espalda más que a la camiseta. Es un manual de futbolista del área, lo que le aleja de otros grandiosos jugadores como Messi o Cristiano Ronaldo, más versátiles, con más recorrido. Ayer se reivindicó con un gol de falta, de artista, de joven sobradamente preparado para superar barreras, aunque su ejercicio global en Anoeta hubiera sido escaso, incluso muy por debajo de sus posibilidades reales. En el minuto 90 resolvió con un toque sutil el brujerío del partido, que no justificaba el prestigio del ganador, el Atlético, ni la entrega del perdedor, la Real.
REAL SOCIEDAD, 0-ATLÉTICO, 1
Real Sociedad: Zubikarai; Estrada, Mikel González, Íñigo Martínez, De la Bella; Markel, Illarramendi; Xabi Prieto (Chory Castro, m. 66), Vela, Griezmann (Ifrán, m. 84); y Agirretxe (Rubén Pardo, m. 79). No utilizados: Royo; Ansotegi, José Ángel y Ros.
Atlético de Madrid: Courtois; Juanfran, Miranda, Godin, Filipe Luis; Gabi, Mario Suárez; Gabi, Mario Suárez; Koke (Emre, m. 80), Raúl García (Rodríguez, m. 62), Adrián (Diego Costa, m. 86); y Falcao. No utilizados: Asenjo, Tiago, Cata Díaz y Kader.
Gol: 0-1. M. 90. Falcao, de libre directo.
Árbitro: Ayza Gámez. Amonestó a Íñigo Martínez, De la Bella, Markel Bergara, Illarramendi, Godín y Filipe Luis.
Unos 24.000 espectadores en Anoeta en una tarde lluviosa.
Le sobraban al partido disputa, entrega, centrocampistas, tejemanejes, más de un voleón o diez. Y le sobraban náufragos. Al menos, dos: Falcao, el afamado puntillero, letal en el arte de matar los partidos (lo dejó para el final), y Agirretxe, el cabeceador que sobrevuela a los defensas. Ambos morían en la isla de los abandonados, tan lejos del barco nodriza que parecían fantasmas condenados a su suerte.
Le sobró a la Real estrategia para frenar el vértigo que acostumbra el Atlético a poner a los partidos y le faltó al Atlético grandeza para continuar su revolución en el fútbol español, la que le acerque a las puertas del castillo que gobiernan el Barcelona y el Madrid.
El alma de la Real es Carlos Vela, un vehículo que se mueve por todas las partes del campo, que invade todos los terrenos para acabar aparcado en el área cuando menos te lo esperas. El corazón del Atlético es Falcao, un motociclista del área con poca afición a los frenos. El primero manejó sus autopistas a su antojo, mezclándose entre las líneas del Atlético; el segundo llegó a aburrirse a base de pedradas, a las que en ocasiones ni llegó a saltar, conocido su desasosiego.
Solo se le contó al Atlético, en la primera mitad, un disparo desafortunadísimo de Raúl García. A la Real se le contabilizó en el periodo de prolongación uno de Vela que dio en las manos extendidas de Godín. Cuesta creer que Ayza Gámez no lo viera y, más aún, que no interpretara penalti cuando el defensor del Atlético estiró los brazos más que un jotero emocionado y frenó el balón.
No era mucho, la verdad, para un equipo, el rojiblanco, que valía un potosí, y otro, el albiazul, que defendía su casa con las uñas y los dientes como quien se defiende de un desahucio. Parecía más un encuentro distendido que la ambición del éxito.
Falcao solo resurgió al principio de la segunda mitad, cuando enganchó un balón a media altura que malgastó como si tuviera el pie frío y la mente aburrida. Impropio de su clase.
Pero el partido tenía una jerarquía menor. Era puro trabajo, quizás el encuentro que menos pudiera gustarle a Cholo Simeone, porque el Atlético no tenía el control, pero tampoco tenía ocasiones. La segunda más clara en la segunda mitad fue un cabezazo en propia puerta de Markel Bergara que obligó a una meritoria parada a Zubikarai para despejar su peinada envenenada.
El resto era trasiego, ir y venir con buenas voluntades, sin que nadie dominase el centro del campo ni tuviese un trato acaramelado con el balón. Tampoco nadie rompía las costuras del contrario. Era caminar con la fe sin obras de Raúl García o de Vela o con el tranco largo de Illarramendi o con el corto de Koke. Tan atrabiliario estaba el choque que el futbolista más sutil, Vela, tuvo el partido en sus botas y lo mandó a hacer gárgaras: controló de forma magnífica con la izquierda para acomodarse el balón a la derecha y luego lo mando dos porterías más allá de la que defendía Courtois.
Así estaba el patio, aunque la Real, fuera por ambición o por forma física, dio la sensación de acabar físicamente mejor el partido, con el Atlético recluido y los de Montanier encorajinados, observando la posibilidad de ganar en el último instante. Ingenuos.
No era tarea fácil porque Simeone ha diseñado un ejército defensivo y un ataque que se basa en el poder mítico de Falcao, ayer olvidado, pero presente como una amenaza permanente. Amenazante en el juego aéreo, pero sobresaliente en el juego parado, un asunto en el que no se distinguía especialmente. En el último minuto, en el último suspiro, cazó un libre directo que superó a la defensa y se fue muy lejos de las yemas de los dedos de Zubikarai. Falcao, en estado de gracia.
El primer zarpazo de falta
Falcao vive un momento espectacular. No es de extrañar que se especule ya con el interés desatado de muchos grandes equipos, tanto españoles como extranjeros, por arrebatárselo al Atlético. El delantero colombiano dio anoche a los rojiblancos los tres puntos, necesarios para que sigan codeándose con el Barcelona en la cima clasificatoria, en el último momento. Pero es que, además, se estrenó de paso como goleador de golpe franco directo. Nunca antes en su carrera había marcado así en un partido de competición oficial. “Como aficionado sí que logré varios tantos así. Pero no como profesional”. Un estreno triunfal.
“Si ven las imágenes”, comentó Diego Pablo Simeone a los periodistas, “comprobarán que tomó la pelota desesperadamente para marcar porque veía la oportunidad de gol”. El técnico del Atlético estaba entusiasmado con el acierto de su mayor baza ofensiva. “La verdad es que se entrena mucho en ese tipo de lanzamientos y se ha visto que con provecho”, continuó antes de considerar muy importante la victoria obtenida porque les permite mantenerse arriba, porque les da confianza y porque se consiguió “un rival de gran entidad” como la Real Sociedad.
Innegablemente, el Atlético está enrachado y la fortuna le respalda en los instantes finales: ya son tres las victorias consecutivas al bordo del último pitido (ante el Viktoria Plzen, en la Liga Europa, y el Málaga y la Real Sociedad, en la Liga).
Philippe Montanier, el preparador de la Real, elogió a los suyos y se mostró quejoso con el árbitro, Ayza Gámez, porque les escamoteó, dijo, un penalti en la primera parte y repartió mal las tarjetas amarillas: “El Atlético es un gran conjunto y no precisa de semejantes ayudas”.
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