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Banega incendia Mestalla

La entrada del medio, tras ocho meses lesionado, reactiva al Valencia ante un Athletic aniquilado tras la expulsión de Herrera

Valdez celebra el gol de la victoria.
Valdez celebra el gol de la victoria.MANUEL BRUQUE (EFE)

La clase superlativa de Ever Banega rescató a un Valencia cadavérico hasta el último cuarto. Atrapó la pelota y ya no la soltó hasta remontar un partido que el Athletic tenía en la yema de los dedos. Se le escapó primero por la torpeza de Herrera, expulsado tras golpear a Tino Costa, y después por la inocencia de Bielsa al confiar en su defensa, en clara competencia con la del Valencia entre las menos fiables del campeonato. De nada sirvió la sobresaliente actuación de Aduriz, por fin un rey en Mestalla aunque con el equipo rival, despedido con una bella ovación al ser sustituido por Aurtenetxe. Un cambio que, junto al de Ever Banega, le dio la vuelta al encuentro. Para salvación de Pellegrino, muy cuestionado hasta ese momento final de gloria.

VALENCIA, 3-ATHLETIC, 2

Valencia: Guaita; Barragán, Rami, Víctor Ruiz, Mathieu (Banega, m. 77); Gago, Tino Costa; Bernat (Guardado, m. 73), Jonas (Valdez, m. 61), Viera; y Soldado. No utilizados: Diego Alves; Costa, Pereira, y Albelda.

Athletic: Iraizoz; Iraola, Amorebieta, Ekiza, Iñigo Pérez; Iturraspe, Ander Herrera; Susaeta, De Marcos, Muniain (Ibai Gómez, m. 64); y Aduriz (Aurtenetxe, m. 72). No utilizados: Raúl Fernandez; San José, Iñigo López, Toquero y Fernando Llorente.

Goles: 0-1. M. 18. Aduriz. 1-1. M. 26. Soldado, de penalti. 1-2. M. 30. Aduriz. 2-2. M. 88. Tino Costa. 3-2. M. 90. Valdez.

Árbitro: Undiano Mallenco. Expulsó a Ander Herrera y amonestó a Ekiza, Barragán, De Marcos y Valdez.

Unos 45.000 espectadores en Mestalla.

El despeje-patada a seguir de Rami, tras el gol del empate de Soldado, simbolizaba el estado catatónico de la zaga local. No es que defienda mal. Es que se abstiene. Cada ataque del Athletic era una invitación al gol. La agradeció dos veces Aduriz, animado por la colaboración de su marcador, Víctor Ruiz. Hasta Guaita, tan sólido en el juego aéreo, se ha contagiado de la tiritona general. Ya casi no sale de su área pequeña.

Precisamente fue Aduriz, tratado como un delantero de medio pelo en sus temporadas en Mestalla, cuando le sobran recursos para, por ejemplo, colocar con la izquierda desde la frontal del área tras la dejada de De Marcos. O aprovechar, poco después, la flojera en el marcaje de Víctor Ruiz para embocar desde cerca un córner de Iñigo Pérez.

El Athletic tampoco es una roca en defensa. Y eso lo puso en evidencia Jonathan Viera cuando le tiró un caño a Iturraspe dentro del área. El disparo del canario golpeó en la mano de Ekiza y el consiguiente penalti lo transformó Soldado.

No pasaron ni dos minutos antes de que hubiese una jugada muy similar en la otra área: la volea de Aduriz fue repelida por el brazo de Víctor Ruiz, sin castigo arbitral. Pero el Athletic olió la sangre. Y le bastaba con un taconazo de Herrera en la medular o una arrancada de Muniain para dejar en los huesos el entramado defensivo local, abucheado por un público cansado de contemplar el desastre. Por mucho que la Curva Nord, ese grupo de radicales ubicado en un rincón del Gol Sur, cantara otra música alejada de la realidad del partido.

El Valencia no estuvo del todo mal en el ataque. Alegrado por las pinceladas de la velocidad en el caracoleo de Bernat, de ahí el enfado del público cuando fue sustituido por el mexicano Guardado cuando al principio parecía que el sacrificado iba a ser el central Víctor Ruiz.

No hay por qué dudar del buen gusto de Mestalla. La tribuna aplaudió a Herrera cuando este se puso a regatear a los medios valencianistas en una danza sin fin. Desde su regreso, el Athletic había reencontrado el sentido a su juego. La impotencia de Pellegrino se reflejaba en la banda, protestando al cuarto árbitro por cualquier nimiedad.

Pero la expulsión de Herrera (por una absurda patadita por detrás a Tino Costa) le abrió las puertas al Valencia para el último cuarto de hora del encuentro. Al principio, el Athletic no se blindó, sino que siguió atacando sin cesar. Al menos hasta que Marcelo Bielsa mandó entrar a Aurtenetxe para jugar con tres centrales.

Solo le quedaba una bala a Pellegrino, Banega, de nuevo en un campo de fútbol ocho meses después. A los pocos segundos se apoderó del balón, como si el tiempo ni la gravísima lesión sufrida no hubiera pasado por él. Atrapaba a los jugadores de Bielsa como moscas, y dejaba en libertad a sus compañeros, que acabaron marcando. Primero Tino Costa, con la pierna derecha, sí, con la derecha; y finalmente el paraguayo Haedo Valdez en su especialidad, un tremendo cabezazo a centro de Tino Costa que conquistó a Mestalla.

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