Federer ya no es el rey de la noche
El suizo cae ante Berdych, que buscará la final contra Murray Es la primera derrota del número uno en la sesión nocturna, que gradúa a los más fuertes por el viento y las luces
En la noche de Nueva York, un bombardeo se lleva por delante al genio. Cuando el suizo Roger Federer se inclina 7-6, 6-4, 3-6 y 6-3 en los cuartos de final del Abierto de Estados Unidos y ante el checo Tomas Berdych, lo hace con estruendo: por primera vez pierde un partido en la sesión nocturna de la Gran Manzana (23-1), que gradúa a los tenistas más fuertes porque les enfrenta al viento traicionero, los biorritmos alterados por la madrugada y los deslumbrantes focos de la central más grande del planeta (24.000 personas). Por primera vez desde 2003 queda apeado de las semifinales del último grande del curso, que le vio coronado cinco veces; y por primera vez en mucho tiempo vuelve a parecer un tenista de 31 años, se resquebraja la misteriosa máscara de su eterna juventud y queda al descubierto un competidor que se deshilacha hasta los 40 errores no forzados. Mientras, le llueven los golpetazos de Berdych, un salvaje.
“Fue una gran decepción”, afirma luego Federer, el número uno mundial, el hombre de los 17 títulos grandes. “Hubo muchos momentos en el partido que me dije: ‘Tío, no te están saliendo las cosas”, prosiguió el tenista, recordando las ocasiones desaprovechadas. “No hay nada que objetar al triunfo de Berdych, hizo un gran tenis, sacó muy bien, restó y supo reaccionar en los momentos decisivos”, apuntó sobre el vencedor, que solo cometió 21 errores no forzados, convertido en un ogro de dientes afilados y puños apretados, brillante con sus raquetazos en la noche de Nueva York.
Fue una gran decepción. No hay nada que objetar al triunfo de Berdych" Roger Federer
“Este es el mejor sentimiento”, contó el checo sobre la pista. “No podría ser mejor. No hay mejor momento que este”, continuó el número siete mundial, que buscará la final ante el británico Andy Murray, al que domina por cuatro victorias a dos en los enfrentamientos particulares. “La clave cuando te enfrentas a Roger es que no puedes bajar el ritmo del partido, si lo haces comienzas a tener un gran problema”.
Hubo un momento en el que pareció que la noche podía ser de Federer. Fue un caso de nervios agudos. Un ejemplo de vértigo competitivo. Berdych se puso dos sets y break arriba. El duelo era suyo. Las semifinales estaban a un paso. Atrapado en las dobles faltas, el checo cedió esa ventaja en el tercer parcial y vio cómo Federer lo devoraba con la glotonería de los más grandes. Pareció el momento del ogro. El instante del gigante. La hora de Federer, despierto en la eléctrica noche estadounidense, activado en busca de su 18º título de récord. No en Nueva York. No ante Berdych, el hombre que le derrotó en los Juegos de Atenas 2004, el mismo que le tumbó en los cuartos de Wimbledon 2010. No mientras la grada se desesperaba por el héroe que se iba y el gigante que se quedaba.
Por primera vez en las últimas 33 semifinales grandes, ni el suizo ni Rafael Nadal estarán en la antepenúltima ronda
Una cosa es segura: tras su estupendo verano —campeón de Wimbledon, reconquista del número uno y medalla de plata en los Juegos— los tenistas supervivientes respiraron aliviados con la derrota de Federer. Ese resultado, sin embargo, obliga ahora a varios pasos al frente. Ya no hay excusas. Ya no se puede competir con la libertad que da que la presión sea cargada por los hombros de otros. Por primera vez en las últimas 33 semifinales grandes, ni el suizo ni Rafael Nadal estarán en la penúltima ronda.
En consecuencia, y siguiendo la lógica de la clasificación y de los títulos, todos los focos apuntan a Murray, reciente campeón olímpico en la central de Wimbledon, y al serbio Novak Djokovic, el titán que dominó con puño de hierro el curso de 2011. El número dos mundial, clasificado para los cuartos de final tras derrotar 6-4, 6-1, 3-1 y retirada al suizo Stan The Man Wawrinka, no había comenzado al cierre de esta edición el pulso que debía enfrentarle por las semifinales contra el argentino Juan Martín del Potro, el campeón de 2009. Un tenista silencioso pero con tanta ambición como cualquier otro seguramente observó con interés ese cruce: David Ferrer, que al cierre de esta edición no había terminado su duelo de cuartos contra el serbio Janko Tipsarevic.
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