El goleador “irreverente” que llegó “casi de rebote”
Barrada, internacional con Marruecos, se fogueó en las calles y fichó por el Getafe “cuando nadie quería hacerle pruebas”
Curtido en una barriada de un pequeño municipio periférico de París, Abdelaziz Barrada (Provins, Isla de Francia; 1989) aterrizó en España, como tantos otros hijos de la inmigración, con un ligero hato sobre el hombro y el deseo de labrarse un porvenir. “Con una mano delante y otra detrás, como quien dice”, matiza el presidente del Getafe, Ángel Torres, encandilado todavía por la exhibición del joven futbolista, de origen magrebí, durante el duelo que derribó al Real Madrid (2-1) en el Coliséum. Héroe de su equipo, Barrada liquidó a los blancos con dos dentelladas. Un toque medido para que Valera embocase a la red y un zarpazo ante Casillas que significó el triunfo de los suyos. Dos pinceladas que definen el juego de un futbolista “especial, diferente. Un puntito irreverente”, según apostilla el día después de la hazaña su técnico, Luis García.
“¿Qué voy a decir de él? Que es buenísimo. Tenemos una joya”, se enorgullece también, a través del teléfono, el mandatario de la entidad getafense; “no lo entiendo. El Madrid se gasta una millonada en Modric y no alcanza a ver el talento de este chico”. Humilde, alojado en un piso junto a algunos amigos, internacional ya con Marruecos –participó en los Juegos de Londres–. Un futbolista fogueado primero en las calles, después en la pedrera del París Saint Germain y que más tarde, después de dar algunos tumbos en busca de una oportunidad, se acercó a las instalaciones del Getafe con un par de botas bajo el brazo. “Llegó casi de rebote. Nadie quería hacerle pruebas. Apareció por aquí, con un amigo magrebí que hacía de agente y se movía por Marbella. Dijimos: ¿Por qué no? Nos convenció desde el primer día”.
Apareció por aquí con un amigo magrebí y dijimos: ¿Por qué no?" Ángel Torres, presidente del Getafe
Moldeado primero por Míchel, que le introdujo en la dinámica del primer equipo, y arropado a distancia por el exatlético Peter Luccin para que tuviera unas coordenadas mínimas de la vida en Madrid, apenas le bastaron dos semanas para seducir al actual preparador azulón con su desborde y su descaro sobre el césped. “Le vi 10 o 15 días. Suficientes. De inmediato le dije al club que me quería quedar con él. Tiene un talento innato y además es una esponja. Su grado de atención y su capacidad para asimilar conceptos son tremendos”, desgrana Luis García, que le dio la alternativa hace dos años en un envite contra el Levante, en el que el jugador se mostró aturullado. “Le traicionaron un poco los nervios”, recuerda.
Más aclimatado, aunque siempre con la barrera idiomática y cultural de por medio, se hizo un hueco en el vestuario. Allí, su amigo Mehdi Lacen, francés de origen argelino, hizo de cicerone. Y Luis García, prendado, hizo las veces de tutor y padrino. “Tiene unas convicciones religiosas muy arraigadas, pero es un gran chaval. Ha perdido poco a poco la timidez. Solo puedo hablar maravillas de él”, detalla el técnico, que le dio carrete el curso pasado –30 partidos, aderezados de cuatro dianas, una de ellas un sensacional lanzamiento de falta liftado que doblegó al Atlético– y ahora le exige escalar otro peldaño; “este es su año, tiene muchísima hambre. Es el momento de su confirmación. Le ha costado mucho llegar hasta aquí y ahora debe ir a por todas”.
En el descanso hablé claro con él. Le dije que esperaba mucho más, que dejase su timidez a un lado" Luis García, técnico del Getafe
Lo hizo ante el Madrid, aunque comenzó el duelo a medio gas, desangelado. Su actuación, ciclotímica en el primer acto, le valió un toque del míster en la caseta que surtió efecto. “En el descanso hablé claro con él. Le dije que esperaba mucho más, que dejase su timidez a un lado. Se soltó, y este chico, cuando se suelta, es casi imparable. Ahora le voy a exigir más. Espero muchísimo más de él. Debe hacer por los menos siete u ocho goles por temporada, mínimo”. De momento contabiliza dos. Uno ante el Sevilla. Y anoche firmó otro, a sangre fría, con un punto indolente, frente a una muralla como Casillas. “Nuestra idea es retenerle, pero ya se sabe cómo va esto: tiene una proyección tremenda y si llaman a la puerta con un saco de dinero será complicado”, admite Torres. En Getafe ya se frotan las manos.
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