México reina en Wembley
El ‘Tri’ logra su primer oro olímpico en fútbol tras aprovechar otro gran fracaso de Brasil, que mantiene su deuda con los Juegos
El Tri reinó en Wembley de principio a fin. No hubo debate. México gobernó el duelo con humildad y convicción. La intensidad presidió tanto su ataque como su defensa. Maltrató a los brasileños como si fueran unos niñatos. Y atrapó el oro olímpico, el primero de su historia, con un doblete del ariete Oribe Peralta, uno de tiro raso para descorchar la final y otro, de cabeza, para sentenciarla. Un premio a la cantera mexicana, campeona del mundo sub-17 en 2011 tras batir a Uruguay. Desquició a Brasil, que acabó con un enfrentamiento entre dos de sus defensas, Juan y Rafael, malencarados tras una derrota que deja otra vez sin el oro en el palmarés de la canarinha. Humillado en su ego un país nacido para el fútbol.
BRASIL, 1 –MÉXICO, 2
Brasil: Gabriel; Rafael (Lucas, min.85), Thiago Silva, Juan Jesús, Marcelo; Sandro (Alexandre Pato, min.71), Rómulo, y Alex Sandro (Hulk, min.32), Oscar; Leandro Damião y Neymar.
México: Corona; I. Jimenez (Vidrio, min.81), Salcido, Mier, Chavez; Herrera, Fabián, Peralta (R. Jimenez, min.86), Aquino (Ponce, min.57); Reyes y Enríquez.
Goles: 0-1. M. 1. Peralta. 0-2. M. 75. Peralta. 1-2. M. 91. Hulk.
Árbitro: Mark Clattenburg (GBR). Amonestó a Marcelo, Leandro Damião, Reyes, I. Jimenez y Vidrio. Wembley. 90.000 personas.
Porque Brasil había preparado la cita de hoy durante años, tanto en un elaborado trabajo de base como en la elección de los tres mayores de 23 años que acompañarían a los más jóvenes, tres jugadores tan contrastados como Thiago Silva, Marcelo y Hulk. Todo en vano. La canarinha no encuentra el hilo que la definió durante decenios. Por muchas vueltas que le dé, por muchos seleccionadores intercambiados, ha perdido las esencias, el toque, el fútbol. Quiere vivir de las rentas. El pentacampeón del mundo sumó su tercera derrota en una final olímpica tras las de Los Ángeles 84 y Seúl 88. Y a las puertas del Mundial de Brasil 2014, en su propia casa, Mano Menezes llega muy tocado.
A pesar de la mala fama del fútbol olímpico, la final atrajo a Wembley a 90.000 espectadores, animados por dos hinchadas tan festivas como estas. Los seguidores del tri jalearon con olés los pases de sus muchachos, azuzados por el gol supersónico de Oribe, a los 30 segundos, después de un error en el pase del lateral del Manchester Rafael Silva. Envió el balón al centro y se anticipó El Cepillo Oribe, que levantó la ceja, calibró la posición del portero Gabriel y disparó raso y colocado desde la frontal del área.
Fracasó de nuevo el delantero del Santos en una cita internacional, dejando en evidencia a todos quienes quieran compararlo con Messi. A años luz del argentino, a Neymar le queda mucho que aprender
México ha sido un conjunto sin estrellas: unas como Chicharito porque su entrenador, Alex Ferguson, no le permitió alejarse del Manchester; otros, como Vela y Jonathan dos Santos, porque prefirieron afilar su preparación en la Real y el Barça, respectivamente; y otros como Gio dos Santos, lesionado en la semifinal ante Japón. Pero, al fin y al cabo, el seleccionador, Luis Fernando Tena, ha formado un equipo. Solidario, ordenado, agresivo y adornado por las gotas de calidad de Marco Fabián, la velocidad de Aquino, la experiencia de Salcido y el olfato goleador de Oribe Peralta.
Brasil resultó tan plano y previsible como su entrenador, Mano Menezes, sin un solo centrocampista que sacara a la canarinha de la mediocridad. Lo hizo Oscar en la semifinal ante Corea, pero esta vez el reciente fichaje del Chelsea, que pagó al Internacional de Portoalegre 32 millones, no salió del anonimato. Peor fue Neymar. Impotente y sometido por una marcaje muy duro de El Piloto Jiménez. Fracasado de nuevo el delantero del Santos en una cita internacional, dejando en evidencia a todos quienes quieran compararlo con Messi. A años luz del argentino, a Neymar le queda mucho que aprender.
El arreón final de Brasil no sirvió de nada. El gol de Hulk en el minuto 90 precedió un remate de cabeza alto de Oscar, solo frente al portero Corona, que sepultó las opciones de la canarinha, víctima de la quimera olímpica y de una apuesta ajena a su historia. La laboriosidad y la seriedad mexicana mereció este oro y este grito: “¡Viva México!”.
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