“¡Somos campeones de todo!”
La pasión por La Roja adorna el recorrido de la selección por las calles de Madrid, copadas por decenas de miles de personas, con los más pequeños en primera fila, deseando ver a quienes vitorearon antes en la pantalla del televisor
María trata de convencer a su madre para que la suba en brazos. “Espera cariño, cuando estén cerca te cojo, ¿vale?”, le responde ella. La niña, de tres años, asiente con la cabeza mientras pintarrajea la bandera que lleva a la espalda con las manos. Es la estampa antes de la llegada del autobús de la selección española. Familias, con los más pequeños en primera fila, deseando ver a quienes vitorearon antes en la pantalla del televisor. “¡Tenía dolor de cabeza y ya se me ha quitado!”, se escucha entre risas en un grupo un par de líneas más atrás. Ataviados con una bandera kilométrica, comienza una charla con acento italiano que culmina con un: “¡Como no te calles te meto cuatro guantás!” Termina la conversación.
La masa de gente que inunda el recorrido por las calles de Madrid se concentra en el primer hueco de sombra que encuentra. Es una parcela bastante cotizada. “¡Qué bien que hemos cogido un sitio cerquita y lejos del sol!”, comenta un matrimonio mientras se coloca el sombrero en la cabeza. Con la vista puesta en la carretera se divisa una especie de ola bicolor, que aumenta cada vez más deprisa. “Have you seen that? (¿Has visto eso?) ¡Wow!”, se sorprende una pareja americana que no tarda en recurrir a la cámara. No es la única, con la bocina en una mano y el brazo extendido con el móvil preparado, pasan los minutos. “No sé qué pasa que no se pueden enviar las fotos”, se lamenta un fotógrafo frustrado. No hay cobertura debido a la aglomeración de gente, algo que sucede habitualmente en concentraciones multitudinarias.
De repente nace un grito que contagia todo lo que encuentra a su paso: “¡Somos campeones de todo, somos campeones de todo!”. Es la variación del último grito nacido tras la victoria en Sudáfrica, pero actualizado tras la última gesta histórica. La policía controla que no se produzcan tumultos que impidan el paso del autobús. El operativo cuenta con 450 efectivos para que nada estropee la celebración.
El operativo policial cuenta con 450 efectivos para que nada estropee la celebración
Mientras se calienta la garganta, quien carece de instrumento puede adquirirlo. “La bocina a dos euros, la bandera pequeña a tres y la grande a cinco”, anuncia uno de los vendedores ambulantes. No hacen falta tampoco las pinturas faciales. “Píntame aquí en las piernas”, le ordena entre risas una chica a su pareja. Es la firma que redondea el atuendo, con gorro, gafas, camiseta, pantalón amarillo y zapatillas en combinación. No importa el calor, alrededor de los 28 grados que acompañan la espera, todas las prendas son necesarias. Hay a quien sí que le sobra al menos una parte de ellas. En armonía y manteniendo el equilibrio sobre una plataforma improvisada un grupo de 10 chicas conforma el nombre de dos futbolistas. Cada letra rodea un ombligo: I K E R - A L O N S O. Son solo dos de los nombres que se corean hasta desgastar la voz. Por otro lado, con la canción oficial de la Euro sonando en los altavoces de un móvil, se recuerda el gol de Silva. Y de nuevo una foto debe inmortalizar el momento.
Pero como la espera se alarga y el calor aprieta, los bancos se convierten en el mejor refugio. Cerveza y bandera en mano, el móvil aguarda en el bolsillo, pasa el tiempo mientras se reponen fuerzas tras una noche sin fin. Dura poco el descanso, se escucha un eco agudo desde el fondo. Es el autobús y las banderas vuelven a ondear. Estalla la alegría y la cobertura, si en algún momento la hubo, desaparece del todo. En medio del griterío, una voz delicada se impone entre todas. Es la de María, que ahora sí, a hombros de su madre corea la frase del momento: “¡Somos campeones de todo!”.
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