Nuestra música
La única evidencia del campeonato, es que gracias a España, Italia y Alemania transpiran un fútbol más alegre
Puede que el equivocado sea yo, pero el mejor partido que ha jugado España en esta Eurocopa fue el primero contra Italia. El azar ha querido que ambos rivales disputen también el partido final. Pero de los errores en el análisis de ese primer partido quizá se hayan arrastrado algunos defectos posteriores. Considerar que se jugó mejor ante Irlanda porque se ganó 4-0 es como elogiar a tu hijo porque tocó al piano sin fallos Bizcochitos calentitos pero criticarle porque se atascó en un compás de una sonata de Beethoven. Olvidamos que jamás en un partido oficial España se había enfrentado a una selección tan completa y competitiva como la italiana con descaro, ocasiones, posibilidades de triunfo y hasta el regusto de que la victoria se escapó por imprecisiones en los últimos treinta minutos.
Del Bosque ha demostrado tener una paciencia irrompible, porque las condiciones eran propicias para los enroques
A medida que avanzaba la competición, en lugar de magnificar la hazaña de jugarle así a Italia el primer día, se fue cayendo en la matraca de las alineaciones, la pureza de los delanteros centro y la habitual falta de respeto por el análisis del entrenador. Del Bosque ha demostrado tener una paciencia irrompible, porque las condiciones eran propicias para los enroques, bufidos y desplantes habituales entre el seleccionador y la prensa. Acaso los hemos olvidado por la última era de triunfos, pero eran una tradición. Todas las variaciones han sido realizadas con extremada prudencia y una retórica política, puede que hasta excesiva, que ha permitido calmar a casi todos, pero jamás ahondar en las razones reales de la falta de fluidez del juego español. Aunque finalmente han sido los resultados los que han evitado la fiereza devoradora habitual.
Cada uno tiene su alineación ideal. Y aumentan las propuestas si uno se fija en el estado físico de alguno de los titulares incontestables y en la presencia en el banquillo de jugadores extraordinarios, incluido el inédito Mata, cabeza de cartel en el equipo campeón de Europa. Después de años, no queda rival que no conozca la música de España y que no se prepare para inutilizarla pisoteando nuestros violines. Hasta Portugal presume de habernos superado, sin reparar en que no logró tirar entre los tres palos. Y Francia elaboró una tela de araña, pero sus delanteros podrían haberse quedado a ver el partido por la tele.
La prórroga contra Portugal se suma a los mejores minutos de España en el primer partido contra los italianos. Tuvimos más profundidad en el tiempo añadido que en el resto del partido, pero la fatiga ajena jugaba a nuestro favor y no es lo mismo bregar con el rival fresco que navajearlo cuando ya nadie anda sobrado de piernas. En esa prórroga, la línea vertebral de Xabi Alonso-Busquets-Xavi quedó reducida a solo dos piezas y Cesc se movía entre líneas con el descarado protagonismo de Pedro. Pero puestos a sacar conclusiones, la única evidencia del campeonato, es que gracias a España, equipos clásicos como Italia y Alemania transpiran un fútbol más alegre, respetuoso con el balón y posesivo.
Suspirábamos por un equipo que supiera competir incluso cuando no jugara brillante. Como los niños, una vez conseguido queremos otro juguete, cambiarle de ropa a la muñeca. Quizá la fase final no sea el momento adecuado para dejar entrar en el laboratorio a la clase de preinfantil que tantas veces somos. Queda por delante la bella Italia, solo vencible si baila nuestra canción. Y si me preguntan a mí, que no sé nada de fútbol, creo que los dos grandes errores de España en esta Eurocopa podrían ser romper el bloqueo para acudir con representación política a Ucrania y no haber organizado una visita oficial del equipo a Auschwitz-Birkenau. El resto es solo un juego.
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