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Benzema, en la alambrada

El delantero, atrapado por la red de toques de los españoles y por la incapacidad de su propio equipo, dice adiós a otra fase final de una gran competición sin ser capaz de firmar un gol

Diego Torres
Benzema se lamenta durante el partido
Benzema se lamenta durante el partidoALEJANDRO RUESGA

Los primeros en marcarle los confines de su territorio fueron Xabi Alonso y Sergio Ramos, compañeros suyos en el Madrid. Karim Benzema descubrió pronto que recibiría el balón a duras penas, en una circunscripción estrecha y áspera. Alonso comenzó por anticipársele, Ramos le puso el cuerpo en la siguiente jugada y tal vez el francés tuvo la sensación de que la pradera del centro del campo se convertiría en el lugar más estrecho de todos. Apenas un jardín de tierra revuelta. Sin los límites de las rayas laterales, pero con la coordinación y el conocimiento de colegas que le ven venir porque le estudian a diario durante la temporada. Ese fue el primer contacto de Benzema con un partido en el que no le acompañó nadie para interpretar sus desmarques en el equipo de Francia. Librado a su suerte, cada pelota que le arrimaron le llegó sucia porque los bleus no la tuvieron y, cuando se apropió de ella, en ese 40% del tiempo de acción, no dispuso de un asistente capaz de lanzar al genio. M'Vila, Malouda y Cabaye nunca fueron sus socios y es difícil que lo sean en el futuro. 

Cargaba sobre su espalda el 10. Le responsabilizaba la expectativa de todos sus compañeros, convencidos, junto a la opinión pública francesa, de que Benzema es el mejor futbolista del país. El heredero de Platini, Ginola y Zidane. Alguien que debía cumplir arrastrando a su equipo hacia la victoria con goles. Hasta ayer, el delantero madridista no había marcado en la fase final de un gran torneo y suma tres y dos Eurocopas. En Polonia y Ucrania había sido el único de los grandes goleadores de las selecciones que pasaron a los cuartos de final que no había inaugurado su casillero. Torres, Rooney, Cristiano, Balotelli, Gómez o Klose, todos habían metido su gol. Todos menos él. Y se quedó sin meterlo.

Al delantero no le marcó nadie en concreto, sino todo un equipo sincronizado

Benzema nunca llegó a fracasar porque España le privó de su lugar en el partido. No le marcó nadie en concreto. Le controló un equipo que ayer estuvo pendiente de estorbar a Francia con una sincronización y una capacidad de atención difícil de ver en el fútbol mundial. Comenzando por Cesc y Silva, que barrieron todo el campo presionando primero a los centrales franceses y por último colaborando más atrás en la recuperación del balón. Las líneas de España hacían difícil distinguir dónde comenzaba el ataque y dónde la defensa. España juega y tanto el gol como la recuperación se convierten en consecuencias de ese juego en el que todos parecen capaces de todo, lo mismo de cubrir como centrales que de definir como nueves. Que Cesc y Silva contribuyeran más de una vez a ahogar a la estrella francesa revela el espíritu colectivo del conjunto de Del Bosque. En este contexto, los contragolpes de Francia se disolvieron rápidamente. En la primera parte, solo Cabaye, de falta directa, remató a puerta.

Blanc le retrasó a la posición de ‘nueve y medio’, pero siguió agotándose en vano

A Benzema le pusieron su música durante el calentamiento. Rockafeller Skank, de Fatboy Slim, animó con sonidos funkys el estadio de Donbass. Pero no había salida para el atacante, atrapado por la incapacidad de su propio equipo. Al verse inmóvil y sin balón, cayó a las bandas en busca de pastos frescos. Ahí le entregaron la pelota sus compañeros en tres contragolpes sucesivos, a la derecha y a la izquierda. La primera vez le tomó Arbeloa con las ayudas de Alonso y Piqué. La segunda le contuvo Alba con el auxilio de Busquets y Ramos. La sintonía defensiva era perfecta. Benzema solo atinó a driblar a dos oponentes una vez antes de sufrir una falta. En otra ocasión, al verse tapado, procuró jugar con Cabaye. Ninguna solución aclaró el panorama para Francia como la falta que le hizo Ramos y que provocó el lanzamiento de Cabaye y la parada de Casillas.

Viendo que su punta no olía una buena pelota, Blanc le retrasó a la posición del nueve y medio y puso a Olivier Giroud en punta. Fue un esquema improvisado e insuficiente. El futbolista francés de referencia siguió agotándose en búsqueda de una buena pelota, ahogado su equipo y angostados sus espacios en el medio campo por la interminable red de toques españoles. Toques o alambradas, con el balón o sin él. Ahí se enganchó Benzema.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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