Lorenzo, pura intuición
El mallorquín exprime como nadie su Yamaha y vence a Pedrosa tras un bonito duelo
Cuando los demás empiezan a flaquear, él encuentra su sitio, se abre un hueco, y se lanza de cabeza a por la gloria. Jorge Lorenzo, un piloto al que siempre se reconoció por su frenada agresiva y que nunca tuvo demasiados reparos a la hora de enseñar la rueda y los dientes, es también uno de los más delicados en su conducción. Es fino y de trazada casi perfecta. Y, además, se siente como nadie en la pista con las gomas gastadas, cuando bajan su rendimiento, cuando más patinan, y seguramente también cuando más incomodan al resto de sus rivales. Eso le permite llegar a las últimas vueltas tan fuerte como al principio de la carrera. Mientras otros acusan el desgaste de sus neumáticos él sigue calcando cada vuelta, cronómetro en mano.
No sabe explicar por qué ni de qué manera: “es una sensibilidad especial, eso se tiene o no se tiene”, explica él, que la tiene. Es pura intuición. Sabe cuánto arriesgar y en qué momento. Y lo consigue, además, porque su Yamaha está hecha para que así sea: su equipo prioriza y configura la moto para acercarla al límite del neumático, consciente de las virtudes del mallorquín, que aunque pierda algo de aceleración a la salida de las curvas podrá recuperarlo gracias a su talento y su capacidad de concentración, la que le permite ser tan constante. Así trabajó su victoria en Montmeló, la tercera de un año en el que todavía no se ha bajado del podio, es más, su peor resultado es un segundo puesto.
Triunfó y batió a Pedrosa en un duelo delicioso. Fue el catalán el que mejor provecho sacó de la salida, como solía ser habitual en él. Se lanzó desde la quinta plaza a la búsqueda de un rinconcito por el que colarse y a la que fue a tomar la primera curva ya era primero. Le siguió Spies, que no duraría en cabeza ni dos vueltas: cayó cuando intentaba adelantar a Pedrosa con un interior demasiado forzado. Y tras ellos, Lorenzo, que salía segundo. Se deshicieron muy pronto de Stoner, que no tenía el ritmo suficiente para aguantar su ritmo y pronto fue superado por las dos Yamaha satélite. Y también de Dovizioso, imperturbable en una tercera posición que tuvo que defender con uñas y dientes en la última vuelta, cuando tras unos giros a menor rendimiento el australiano se le echó encima.
La batalla entre Pedrosa y Lorenzo tuvo dos escenarios: el final de la recta de meta, donde fue primero el mallorquín quien adelantó al de Honda con una mejor frenada que le permitió tomar la curva primero y donde, unas vueltas más tarde, fue Pedrosa el que se la devolvió, por velocidad, antes de tumbar. El otro lugar clave fue la curva 10, una interior, de izquierdas, al final de una de las rectas más largas del circuito, el mismo lugar en el que unos minutos antes se había producido un incidente con otros dos españoles en la pelea por el triunfo, Márquez y Espargaró.
Después de un ligero fallo de Lorenzo, que rodaba a poco más de dos décimas de Pedrosa vuelta tras vuelta, y que perdió más de medio segundo al marcharse algo largo en la primera curva a doce vueltas del final, en pleno ecuador de la prueba, el mallorquín apretó para recuperar la estela de aquel hasta que volvió a situarse a dos décimas. Faltaban seis vueltas y Lorenzo le enseñaba la rueda, apuraba cada frenada con ganas, y ni siquiera tuvo que forzar más de la cuenta, porque fue poco después cuando Pedrosa, también, cometió un error. Fue en aquella curva 10. Y Lorenzo aprovechó el fallo. No le hizo falta más. En solo una vuelta obtuvo una ventaja de casi un segundo, que no hizo más que aumentar en las últimas tres vueltas hasta obtener una ventaja de cinco segundos. Su cronómetro, aun con las gomas machacadas, seguía marcando los tiempos de mitad de carrera. Pura intuición. Y mucha ambición.
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