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Johnny Tapia, un púgil noqueado por la vida

Fue cinco veces campeón mundial en tres categorías diferentes

Alejandro Prado
Johnny Tapia, excampeón mundial de boxeo, en 2008.
Johnny Tapia, excampeón mundial de boxeo, en 2008.SHARI VIALPANDO (AP)

Los golpes que la vida propinó a Johnny Tapia (Albuquerque, EE UU, 1967) fueron mucho más dolorosos que los que recibió en los cuadriláteros, y eso que tuvo una extensa carrera de 23 años como boxeador. La desgracia acompañó a Tapia incluso antes de nacer: su padre desapareció cuando su madre estaba embarazada de él. Pero lo que marcó su vida —y su carrera deportiva— fue el salvaje asesinato de su progenitora cuando tenía ocho años.

El propio Tapia contó tiempo después que vio a su madre encadenada en la parte de atrás de una furgoneta después de que los gritos le despertasen. La mujer fue raptada, violada y apuñalada hasta la muerte. El niño tuvo que ser criado por su abuelo materno, un exboxeador aficionado que le introdujo en el deporte de las 16 cuerdas. Ya desde niño destacó por la furia que desplegaba en el cuadrilátero, que según Tapia provenía de imaginarse al asesino de su madre en cada rival.

Su debut como profesional se produjo en 1988 y combate a combate se fue haciendo un nombre en el boxeo. Su ascendente trayectoria fue cortada de raíz en 1990 cuando dio positivo por cocaína en un test. Estuvo tres años y medio apartado del deporte pero regresó para proclamarse campeón del mundo por primera vez en 1994. Tapia logró el título mundial en cinco ocasiones y en tres categorías distintas (supermosca, gallo y pluma) e incluso Mike Tyson dijo de él que era uno de los luchadores más grandes que había visto.

Su historial no deja dudas de que fue uno de los grandes del boxeo, pero fuera del cuadrilátero tuvo que luchar contra demasiadas cosas. Su rival más duro fue la droga, mucho más que cualquier púgil con el que se enfrentó. En toda su carrera deportiva Tapia solo fue noqueado una vez; el consumo de cocaína y otras sustancias le tumbaron en cinco ocasiones, las veces que fue declarado clínicamente muerto tras una sobredosis. En una de esas ocasiones, en 2007, mientras estaba ingresado en el hospital de Albuquerque, su primo y su cuñado murieron en un accidente de tráfico cuando iban a visitarle. Tapia vivió los últimos años de su vida con un gran sentimiento de culpa por este hecho.

Fuera del 'ring' tuvo que luchar contra la droga, la ley y un pasado trágico

Los reiterados ingresos en prisión y las depresiones también le marcaron, hasta tal punto que intentó suicidarse en varias ocasiones. Su atormentada existencia solo encontraba una vía de escape en el boxeo. Entre las cuerdas hallaba la paz que nunca tuvo lejos de ellas. Sin embargo, Johnny Tapia se convirtió en un ídolo para los aficionados y los jóvenes que ansiaban salir de la calle y la pobreza. El número que llevaba tatuado en el pecho, el 505 (código telefónico de su distrito), se convirtió en la marca de muchas bandas callejeras de Albuquerque.

Otro de sus tatuajes era su apelativo, Mi vida loca, que dio nombre a su autobiografía. En ella narra una vida más destrozada que loca, la de un hombre asaltado constantemente por la desgracia. Un púgil que se resistía a retirarse definitivamente del boxeo —de hecho peleó y venció en 2011— pero que fue derrotado el 27 de mayo de forma definitiva cuando fue encontrado muerto en su domicilio de Albuquerque. Tenía solo 45 años.

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Sobre la firma

Alejandro Prado
Redactor en la Mesa de Edición del diario EL PAÍS. Antes prestó sus servicios en la sección de Deportes y fue portadista en la página web. Se licenció en Periodismo en la Universidad Carlos III y se formó como becario en Prisacom.

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