La tranquilidad de la agitación
El Zaragoza, que ha movido unos 90 millones desde 2006, se recompone cada curso
Club de excesos desde que lo cogiera Agapito Iglesias en 2006, como si el cambio de testigo tras Alfonso Solans, de reconocida política conservadora, implicara el giro radical de voluntades, el Zaragoza parece encontrar la fórmula y el resultado en la agitación y el trasiego, en la remodelación continua del vestuario por más que discuta con la lógica. Sobre todo, porque estuvo durante 11 meses bajo la Ley Concursal (salió de ella la semana pasada después de que el 53% de los acreedores aprobaran la quita del 50%-60% a pagar en ocho años) y porque la deuda, tras acometer el plan anticipado y establecer la propia quita, pasará de 145 millones de euros a unos todavía notables 92 millones.
El Zaragoza reconfigura en los últimos cursos inflexiblemente un equipo descosido para en invierno remozarlo por la falta de juegos y puntos. Revoluciones que, de momento, llegan a buen puerto, toda vez que el batacazo fue hace cuatro años, cuando el equipo aspiraba a Europa y dio con sus huesos en Segunda. Eso queda lejos, como se demostró ante el Getafe: salvado de la quema a última hora, como le ocurriera en el ejercicio anterior.
En el último invierno, el Zaragoza no solo destituyó a Javier Aguirre del banquillo para ofrecérselo a Manolo Jiménez, sino que dio la carta de despedida a seis jugadores (Ponzio, Antonio Tomás y Meira, por voluntad propia; Braulio, en septiembre, y Efraín Juárez) para incorporar a cinco (Aranda, Apoño, Dujmovic y Pablo Álvarez más Obradovic, que no tenía ficha). Un revolcón, algo habitual. Resulta que en la temporada anterior se añadieron cuatro (Boutahar y Lanzaro, en septiembre; Da Silva y N’Daw) y ocho hace dos (Roberto, Colunga, Suazo, Eliseu, Contini, Edmilson y Jarosik, más el entrenador, José Aurelio Gay). “No nos encontramos cómodos con tanto movimiento y mucho menos somos un equipo que, tradicionalmente, sepa moverse por la zona baja, pero quizá con una desenvoltura económica mayor…”, justifica Francisco Checa, el director general del Zaragoza; “desde luego, hay que planificar mejor”.
El gasto, en cualquier caso, siempre fue exagerado, hasta el punto de que en los dos primeros cursos se despilfarraron 39 millones y, ya en Segunda, se convirtió la plantilla en la más cara de la historia en la categoría. De hecho, más que por los fichajes y traspasos en estos seis años (aproximadamente, ha gastado 92 millones y cobrado 81), el club se ha visto penalizado por la generosidad de los salarios. Pero la victoria en Getafe le da una bola extra en Primera. Lo suyo ha costado.
Hay que agradecer el esfuerzo de los técnicos, los jugadores y la afición” Francisco Checa, director general del Zaragoza
Ensamblado en la zona peligrosa, con una inestabilidad social tremenda (la afición echó del palco al presidente Iglesias), con las arcas raquíticas y sin aspiraciones deportivas, aterrizó Jiménez el día de Navidad. Un técnico que, de buenas a primeras, se vio huérfano porque quienes validaron su llegada se fueron a los cinco días de asumir las responsabilidades directivas. Quizá, acogotados por las responsabilidades económicas y sociales que podían contraer; quizá, porque, como pregonaron sin opción a réplica, no tuvieron manga ancha como exigieron en la parcela deportiva.
Pero el equipo, en lo que sienta un precedente, recuperó 12 puntos de desventaja y salió del pozo sobre la bocina 25 jornadas después. “Era impensable”, reconoce Checa; “hay que agradecer el esfuerzo de los técnicos, los jugadores y la afición”. Una gesta sin parangón.
Aunque Jiménez, en un mensaje intimidatorio, resopló tras salvarse: “No sé si seguiré. Me tienen que vender un proyecto en el que las decisiones deportivas las tomemos los que entendemos un poquito de este deporte”. Al Zaragoza, con una plantilla llena de cedidos, le queda, de nuevo, la tarea de planificarse. Pero a todos los niveles, ya que no se sabe si Iglesias venderá o cederá las acciones y quién gobernará el club... Aunque en Primera, por más que exista agitación, todo sabe mejor.
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