Demasiadas despedidas

Es difícil saber por qué un partido sin réditos lo encaró el Valencia con todos los honores y la Real sociedad decidió tomárselo a beneficio de inventario. Y el inventario, sin embargo, le dio más existencias de las que buscaba. Quizás no te deja igual el cuerpo tener asegurada la Champions que la permanencia. Quizás lo primero excita y lo segundo tranquiliza. Difícil resolver el embrollo psicológico. Quizás todo se resuma en que el Valencia, como indica la clasificación y a falta de tensión, es mejor que la Real y punto. Pero ser mejor no significa ganar. Menos aún sin tensión competitiva. Entonces, la calidad se sobrepone a cualquier circunstancia. Y dejarle centrar con calma a Xabi Prieto es garantizarle tres cuartos de gol. El otro cuarto lo puso Griezmann.

Todo había sido un monólogo del Valencia en la despedida de Unai Emery, que, precisamente, rechazó una oferta de la Real ante la millonada que, al parecer, le ofrece el Spartak de Moscú que gobierna otro exrealista, Valery Karpin. Cruce de caminos. Por eso y porque Jordi Alba se enfrenta a la posibilidad de fichar por el Barça y de acudir a la Eurocopa y enfrente tenía a Carlos Vela, el futbolista del Arsenal que nunca jugó en el Arsenal y a cuya adquisición no llega la Real por falta de efectivo. Y se iba Aranburu con 427 partidos firmados en la camiseta realista. Y se iba a su casa tras 14 temporadas en la Real Sociedad. Y se fue ganando.

Demasiadas ausencias futuras. Demasiadas despedidas en un partido que debía ser de homenaje a lo conseguido. Pero el fútbol es así. Y así fue el monólogo del Valencia que no supo traducir en goles Aduriz, activo pero impreciso. Y cuando la Real alzó la voz fue como un trueno. El Valencia se despidió con una tormenta de verano. Hizo ruido, pero solo mojó la hierba.