La primera oportunidad de ‘Chucky’

Llega gracias a una invitación y con todo por ganar al Abierto de Madrid, un torneo que, de momento, queda por encima de su categoría. Javier Martí (Madrid; 1992), número 174 del mundo, debuta hoy con 20 años en la fase final de un Masters 1.000 ante el ruso Mikhail Youzhny, caído desde el octavo puesto mundial que ocupaba en 2008 al 36 actual.

Relajado en la sala de jugadores tras un masaje, Martí cuenta cómo los nervios, “normales”, le van subiendo desde que supo hace dos semanas que una invitación de la organización le permitía entrar en el cuadro final del torneo. “Este año es el que mejor me va, pero tampoco lo estoy haciendo increíble”, explica. Ha subido un escalón, y se ha afianzado en los torneos ATP. “Ahora se enfrenta a rivales más complicados, lo que hace más difícil mantener los buenos resultados”, comenta Oscar Burrieza, su entrenador y ocasional compañero de dobles. Ambos, que no paran de referirse a la confianza y los nervios, son incapaces de olvidar varios partidos que se le torcieron al madrileño cuando los tenía ganados. Especialmente el de Fernando Verdasco, en el ATP 250 de Sao Paulo el pasado febrero:

“Luchábamos por pasar a cuartos. Yo iba 5 a 2 en el tercer set y ganaba por 40 a 0. Entonces se juntaron las cosas pequeñas, pero ninguna cagada grande; la falta de experiencia, alguna duda y los nervios”, reflexiona Martí.

Su objetivo de este año es superar el escalón del 100

Su raqueta no cerró el partido. Tampoco lo hizo contra Benoit Paire en Buenos Aires, al que iba ganando 6-2 y 6-5. Martí dejó escapar ese segundo set por 6-7, y en el tercero se quedó en un 2-6. “Ganarlos da confianza; perderlos cuando estaban tan a mano supone un bajón anímico”, comenta Burrieza. Confianza y nervios. No son antónimos, pero tenista y entrenador los tratan como tal. La presencia de la primera implica la ausencia de los otros. Es el aspecto más mejorable de Martí, el que junto con el saque más trabajan.

En Madrid se entrena con la elite, como el francés Jo-Wilfried Tsonga. Su pronto, por la que le llamaban Chucky -por el muñeco diabólico-, se le escapa en un peloteo con el francés cuando falla su golpe predilecto, el revés. Martí maldice mirando al suelo, mientras Tsonga sonríe mientras le pide otra pelota a su entrenador. “Tengo más controlado lo de enrabietarme en la pista, pero me falta calmarme en los entrenamientos, me cuesta ser positivo en el día a día”, explica.

Asentado entre los 200 mejores tenistas desde septiembre del año pasado, su objetivo de este año es superar el escalón del 100. “Ya habría entrado de no dejar escapar esos partidos importantes, pero sea antes o después lo va a conseguir”, comenta Burrieza, que en 1997 alcanzó su cima en el puesto 126, y que se sabe superado por el alumno.

“Sé que puede ganar, pero intento recordarle que no se sienta obligado”, explica el entrenador. Para que Martí apee al ruso del torneo debe llegar al límite, como lo consiguió ante Verdasco. Será entonces cuando confianza y nervios se jueguen el punto de partido.