El 'blues' de Stamford Bridge
La hinchada del Chelsea presiona al árbitro en cada jugada dudosa y se entrega en el apoyo a su equipo que se gana la vida jugando a la contra
“Sabe usted que en los últimos partidos el Chelsea ha marcado 23 goles y en ese mismo tiempo Messi ha marcado él solito 24 tantos”, comentó Patrick Keane, un pequeño constructor irlandés que lleva más de media vida en Londres. Lo normal es que un irlandés residente en Inglaterra sea hincha del Manchester United o del Liverpool, ciudades más cercanas geográfica y sentimentalmente a Irlanda. Pero Patrick es un “true blue”, un auténtico seguidor de los azules del Chelsea.
Su comentario sobre Messi no era tanto una forma de rendirse de antemano como una muestra de admiración hacia el Barcelona en general y hacia el astro argentino en particular. El Barça provoca respeto y admiración en casi todo el mundo, pero que ese respeto y esa admiración llegara a Stamford Bridge es particularmente significativo: a fin de cuentas, la breve estancia de José Mourinho al frente del Chelsea fue particularmente intensa y polémica. Y sobre todo, el polémico arbitraje del noruego Obrevo todavía escuece por estos pagos.
Patrick Keane era un poco más optimista en vísperas del partido de anoche. Desde la llegada de Di Matteo al banquillo, el equipo no juega mucho mejor, pero gana. Y ha recuperado el gol. Como en tiempos de Mourinho, el Chelsea no juega bonito, pero gana. ¿No quería decir eso que también le podían ganar al Barça? La presencia de la columna vertebral de los buenos tiempos, la vieja guardia que formaban Terry, Lampard y Drogba, no dejaba de ser otra invitación al optimismo.
“Barça tramposo, Barça vergüenza”, gritaban desde la grada norte, la de los aficionados de a pie
Respeto, quizás. Pero, cariño, ninguno. La cortesía desapareció nada más empezar el partido. Quizás por el recuerdo de Obrevo, quizás porque Stamford Bridge es territorio ideal para que cale el pensamiento Mourinho, el público pitó a Alves nada más tocar la pelota. El brasileño se ha convertido en Inglaterra en el símbolo de los peores pecados que se le atribuyen al Barça: tirarse a la piscina. “Barça tramposo, Barça vergüenza”, gritaban desde la grada norte, la de los hinchas de a pie.
Por momentos, Stamford Bridge parecía un estadio español, protestando cada decisión del árbitro, presionándole en cada jugada dudosa, algo que normalmente en el fútbol inglés no se ve. Así estuvieron, público y jugadores locales, todo el partido. ¿Influencia también del fantasma de Mourinho? En cualquier caso, todo lo malo se pega y la hinchada culé se puso a la altura con un patético cántico de “Drogba maricón” cuando el costamarfileño se quejaba de un golpe en sus partes.
El gol de Drogba, en el último suspiro de la primera parte y el primer y único disparo a puerta del Chelsea, no hizo más que confirmar la línea impuesta por Di Matteo: más goles que fútbol. Y también una tradición más antigua del Chelsea contra el Barça: juegue como juegue, casi siempre marca primero. Algo fundamental para un equipo que se gana la vida jugando a la contra.
Al final, el temido blues de Stamford Bridge fue para el Barça. Para el Chelsea hubo fanfarria.
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