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CICLISMO

Un australiano esconde a otro

El generoso Cancellara conduce a Gerrans a la victoria en San Remo, donde Freire, séptimo, logra su décimo ‘top ten’

Carlos Arribas
Gerrans, ganador de la Milán-San Remo.
Gerrans, ganador de la Milán-San Remo.VALERY HACHE (AFP)

Óscar Freire perdió su cuarta San Remo donde sabía exactamente que la iba a perder, de la única manera que sabía que la podía perder. Son cosas de la edad, de la experiencia, de conocer como nadie la classicissima. “Cuando hablamos de ciclismo, los ciclistas entendemos de qué hablamos”, suele decir Freire, de 36 años ya, 11 San Remos corridas, tres ganadas, 10 veces clasificado entre los 10 primeros. La de ayer, que terminó séptimo, la última. O no. "Me han faltado piernas", concedió el ciclista. "Le entiendo perfectamente", intercedió Zabell; "le pasa lo que me pasaba a mí en los últimos años de carrera, que no tenia la velocidad de antes”.

Ayer -bajo el sol fresco que anuncia la primavera, una suave brisa de cara doblando las ramas de las mimosas en las cunetas de los cabos, las del ciprés de la Cipressa, los olivos del Poggio, las palmeras del Lungomare Italo Calvino, donde, tras 297 kilómetros de la llanura de niebla y arroz padana a los acantilados mediterráneos, como en 2008 por primera vez, entró en cabeza Fabian Cancellara-, como el año pasado, ganó un australiano, pero no el mismo, Goss, sino otro, el sorprendente Simon Gerrans.

“Nibali atacará donde el Santuario, a un kilómetro de la cima del Poggio, y luego, como baja muy bien, se lanzará bajando… Eso hará”, había adivinado Freire, quien, como un cazador paciente, sabía que no debía moverse allí, que debía esperar a tener la pieza a tiro, esperar su momento. Como lo sabía Freire lo sabía todo el pelotón, todos los supervivientes de una carrera frenética que había perdido en el camino a Cavendish y a Petacchi, agotados, a Gilbert, caído. Lo sabía su equipo, el Liquigas, que con Agnoli de hombre para todo había preparado el golpe en la Cipressa y con un primer ataque en el Poggio. Lo sabía también Gerrans, vigilante, el único con piernas capaces de alcanzar de entrada a Nibali cuando este hizo explotar la carrera; lo sabía Cancellara, el único con motor suficiente para en dos pedaladas cerrar el hueco unos metros más tarde. Los demás, como Freire, esperaron a recuperarse, a organizar la caza. A cruzar los dedos ya casi desesperanzados: no temían a Nibali, no temían a Gerrans, temía a Cancellara, quien una vez que se ha puesto en movimiento no mira para atrás: sus ataques no tienen marcha atrás pues ya de salida superan el punto de no retorno. Así, engullendo las motos que intentaban abrirles paso ya en la via Aurelia, con Gerrans a rueda –aunque una vez le dio un relevo-, con Nibali a rueda, Cancellara condujo al trío, generoso, para ceder ante el punch inevitable del australiano en la última recta."Cancellara no ha corrido para ganar, sino para ser segundo”, señaló Freire. Pero no tiene otra forma de entender el suizo, le lleve adonde le lleve: en 2010 a ganar todas las grandes clásicas del Norte; en 2011 a quedar segundo, en 2012, por ahora, también.

Gerrans, de 31 años, buen motociclista también como todos los australianos, es un oportunista con buen final y habilidad, como comprobaron Egoi Martínez y José Luis Arrieta cuando les levantó la etapa alpina de Pratonevoso en el Tour de 2008, pero que en el cara a cara ha sucumbido dos veces este año ante Valverde en finales en repecho, tanto en el Down Under como en la París-Niza. Cancellara, claro, era otro rival.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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