Muere Sarah Burke, la sonrisa de la nieve

Es un punto maldito. Hace tres años, el snowboarder Kevin Pearce ya sufrió una accidente similar que le condujo al coma y le dejó secuelas de por vida cuando encaraba la pared del halfpipe de Park City, en Utah, y se estrelló de bruces contra la nieve. Ella, sin embargo, no ha podido escapar a la muerte. El fallecimiento de Sarah Burke (Ontario, Canadá; 1982) ha caído como un mazo de plomo sobre el mundo del esquí, que la pasada madrugada perdió a la reina de su modalidad libre, el freestyle, después de diez días de agonía en los que la canadiense trató de sobreponerse en vano a los daños cerebrales causados por un impacto terrible contra el muro. "Es una perdida enorme. Ella era la máxima expresión de este deporte, su esencia", apunta, todavía sobrecogido, Nat Schirman, entrenador del equipo español de freestyle .

El pasado 10 de enero, Burke se ajustó sus esquís dispuesta a apurar un nuevo entrenamiento, a inventar cabriolas imposibles que le aproximasen a su gran objetivo: el oro en los próximos Juegos Olímpicos de Invierno que tendrán lugar en Sochi (Rusia) dentro de dos años. Según relataron algunos testigos, la deportista trazó una maniobra, cogió vuelo y acto seguido cayó con violencia, con todo el peso de su cuerpo sobre su propia cabeza. Un golpetazo más, rutinario en este tipo de pruebas. En 2009 ya había tenido un serio aviso, cuando se rompió una vertebra mientras competía en el slopestyle de los Winter X-Games. En esta ocasión, el trompazo no parecía revestir excesiva gravedad, hasta que, minutos después, la canadiense sufrió un paro cardíaco y tuvo que ser trasladada al Hospital Universitario de Utah, en Salt Lake City. Allí, los médicos constataron que se había fracturado la arteria vertebral, que derivó después en una hemorragia cerebral sin retorno.

"Tenía algo especial, fue una pionera. Una de las primeras personas que se metió en el tubo con los esquís", apunta Schirman después de una sesión de entrenamiento. Pese a que ya tenía 29 años y acumulaba una extensa ristra de trofeos, Burke era considerada la lolita del freestyle. "La sonrisa de la nieve", remarca el técnico. Muy pronto, desde que era una adolescente, comenzó a fabricar trucos sobre el halfpipe ("media tubería", trazado en forma de U) y a despuntar sobre la nieve. En 2005 conquistó el primer campeonato mundial de su categoría y también alzó la medalla de oro cuatro veces en los Winter X-Games. "Era muy competitiva, pero su meta no era la victoria", destaca Schirman; "su objetivo era impulsar este deporte, definirlo. Hacerlo lo mejor posible, no cabe duda, pero siempre desde el compromiso, intentando que la gente joven progresase y amase la nieve como ella lo hacía".

Siempre al límite en la competición, mujer obstinada, era además la principal candidata a la medalla de oro en los próximos Juegos de 2014. "Era una líder nata. De ese tipo de personas que cuando entran en una habitación impactan. Era la gran favorita, sin duda", señala Schirman. Era precisamente ese, el apartado olímpico, su principal caballo de batalla. Más allá de su encanto, que le guió incluso al cine y las portadas de las revistas, la canadiense bregó y bregó hasta que el la organización de la cita dictaminó que el freestyle sobre esquís sería prueba olímpica de Sochi. Burke lo consiguió. "Creó un estilo propio. Fue una gran embajadora y deja este deporte en la cima, en lo más alto. La comunidad del esquí estamos muy agradecidos por todo el trabajo que ha hecho. Ya la echamos de menos. Gracias Sarah", concluye el preparador.