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El Athletic piensa en San Mamés

El Albacete, de Segunda B, no da tregua al equipo de Bielsa y empata (0-0) en un mal partido

Pudiera parecer que Marcelo Bielsa es tan políticamente correcto que molesta al tópico orgullo bilbaíno. Que si nadie gana antes de tiempo, que con el nombre no gana nadie, que el Athletic no ha vapuleado a nadie, que si la realidad es terca como una tormenta de verano: huele bien en la tierra mojada, pero moja. Que todo era verdad, porque el Albacete, amén de corazón, le puso cabeza al partido, se olvidó del quitamiedos que dividía su diferencia de categoría (un equipo de Primera contra uno de Segunda B) y se encontró a gusto. Tan a gusto que se puso a discutirle al Athletic el espacio, el balón, las ocasiones, el ánimo y el miedo.

Tiene el Athletic el sorteo a su favor para alcanzar la final de la Copa. Presuntamente. En la teoría, como seguramente piensan todos los que vienen por su costado. El equipo de Bielsa ha bajado el pistón. En Albacete, con tres defensas y más gente en el centro del campo, perdió tantos balones en la conducción y en los pases que parecía que en vez de navidades hubiera transcurrido una pretemporada. Con Herrera de falso nueve, de Cesc, para entenderlo, a Iturraspe el balón se le acolchona y la dirección del equipo queda a un tipo aún intermitente, aunque genial como Muniain, para alimentar a una delantera un tanto obtusa.

ALBACETE, 0-ATHLETIC, 0

Albacete: Campos; Alba, Joan Castillo, Santamaría, Zurdo; Teté, Roche (Añón, m. 81) Candela (Colorado, m. 70), Adriá; David Torres (Núñez, m. 58) y Calle. No utilizados: Miguel y Herreros.

Athletic: Iraizoz; Iraola, Javi Martínez, Amorebieta, Aurtenetxe, De Marcos (San José, m. 45); Susaeta (Ibai Gómez, m. 45), Iturraspe, Muniain; Herrera (Íñigo Pérez, m. 90) y Toquero. No utilizados: Raúl y David López.

Árbitro: Mateu Lahoz. Amonestó a Roche, Castillo, Candela e Iturraspe.

Unos 12.000 espectadores en el Carlos Belmonte con notable presencia de las peñas rojiblancas de Castilla La Mancha.

Aún así la tuvo Iraola en un balón cruzado de Herrera que empujó con inteligencia pero sin precisión, y otra malgastó Susaeta con un malísimo control tras otro balón cruzado magníficamente por Aurtenetxe. En ese ir y venir con menos peligro que un paseo por el campo, creció el Albacete, bien meneado por Tete, un extremo zascandil, y controlado por el grandullón Calle, capaz cuando menos de fijar a la defensa rojiblanca y de largarse un disparo que exigió la atención de Iraizoz.

Y cuando parecía que si no por la técnica, se podría imponer el Athletic por el argumento físico, resultó que el Albacete, sin perder el orden, sin descomponerse, sin entregarse al desánimo ni a la euforia, igualó en mayor medida el partido que presuntamente nacía desequilibrado. Era un Athletic vulgar, como si el descanso navideño le hubiera cortado la digestión, como si de pronto hubiera decidido sobrevivir. Campos, el portero del Albacete, fue un extraño, salvo para sus paisanos. El Athletic no le miró a la cara. Ni de reojo. Y acabó el Albacete presionando, llegando con muchísima gente al área de Iraizoz. Con las ganas en las botas y San Mamés en la cabeza. Todo al alba.

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