El Athletic pierde la magia
Álvaro iguala para el Racing en el tiempo de prolongación tras un error de la defensa
Ha perdido la magia el Athletic. No ha perdido ni el estilo ni el dibujo ni la actitud ni el ritmo. Ha perdido la magia que le devolvió a los altares en dos partidos memorables ante el Barca, en La Catedral, y el Sevilla, al otro lado de la Maestranza. Aquel olivo se ha secado y ahora, además sin Llorente, tira de oficio, de insistencia, especialmente ante los rivales que vienen apurados por el descenso y le cierran los pasillos, le invitan a no jugar, a enredarse consigo mismo, a acelerarse y comprometerse con un destino incierto. Si además se despista, se acogota, le ocurre que el cántaro de la leche se derrama en el área en una jugada a balón parado con tres futbolistas del Racing en posición de marcar a pesar de tener a todo el equipo rojiblanco defendiendo.
ATHLETIC, 1 - RACING, 1
Athletic: Iraola, Javi Martínez, Amorebieta (Ekiza, min.69), Aurtenetxe; Iturraspe, Herrera, De Marcos (David López, min.64); Susaeta (Gabilondo, min.61), Toquero y Muniain.
Racing: Toño; Álvaro, Bernardo, Torrejón, Cisma; Munitis (Stuani, min.86), Pape Diop, Colsa, Serrano; Arana (Acosta, min.59) y Adrián González (Luque, min.79).
Goles: 1-0, min.80: Aurtenetxe. 1-1, min.92: Álvaro.
Árbitro: Del Cerro Grande (Comité madrileño). Mostró tarjeta amarilla a los locales Iturraspe e Iraola, y a los visitantes Arana, Colsa, Munitis y Cisma.
Unos 34.000 espectadores en San Mamés.
El gol del Racing fue tan inexplicable como las razones que han descabalgado al Athletic de su peana futbolística. ¿El cansancio? Puede ser, pero para eso está el fondo de armario, a no ser que no haya armario. ¿La complacencia? Puede ser, pero cuesta creer que el Athletic se crea lo que no es. ¿La falta de gol? Quizás, porque el Athletic solo tiene un jugador franquicia en el área y el resto se reparten los goles con una actitud democrática.
Ayer, sin magia, sin gol, sin juego, el Athletic no empató, se empató como si considerase que la victoria que le daba el buen gol de Aurtenetxe no fuera justa y castigase en exceso a un Racing bien organizado, con la motivación recuperada, con un magnífico Adrián y un gran Bernardo. Así que le regaló el gol del empate en el descuento a Álvaro como si el espíritu navideño se hubiese apoderado de la tropa de Bielsa antes de tiempo. O como si quisieran seguir siendo los buenos samaritanos de los equipos hambrientos de puntos de la Liga. Tanto repartir comida, el Athletic se está quedando sin despensa. El gol de Álvaro fue plausible, pero cualquier entrenador tendría la tentación de cargarse a toda la defensa para el próximo partido aunque luego, como decía Toshack, acaben jugando... los de siempre. Dio la sensación de que los 10 jugadores que defendían el centro de Pape Diop solo miraban el balón, por dónde volaba, hacia dónde iba, qué imágenes prometía en su deambular por las alturas, y nadie hacía ni puñetero caso a por dónde se movían los futbolistas del Racing, qué movimientos o engaños planteaban. Miraron el balón y lo vieron en la red. Lo cogieron y se enfadaron.
El Racing había aplicado la receta del Granada. Muchos jugadores por detrás del balón, con Munitis por delante y Adrián como ingeniero de canales (para llegar a Munitis) y puertos (para frenar el agua). Es decir, lo que le exige al Athletic una prueba permanente de ingenio, de atrevimiento, de soluciones imaginativas. No las tiene. Herrera tuvo su tirito y nada más. Muniain, un par de escorzos y nada más, y Susaeta ha decidido que todo lo que le cae en sus botas es para chutarlo, a balón movido o a balón parado. Ya no regatea: toca y dispara. Adiós a los gambeteos. Seis córnes sacó en la primera mitad y ninguno bueno: o cortos o al portero.
El libro de notas de Bielsa será lo menos parecido a un libro de notas de un espectador: lleno de situaciones extrañas el primero, vacío de ocasiones el segundo. Los cambios, por tardíos, no movilizaron al Athletic. Gabilondo existió en la tablilla del partido, nada más. Y David López sustituyó a Susaeta en el lanzamiento de córners.
Al Racing, viniendo de la posición institucional y deportiva que viene, hay que reconocerle una actitud encomiable. Cualquier equipo tan maltrecho se hubiera apagado con el gol de Aurtenetxe. Pero creyó en sí mismo. Sabe que no puede ser magnífico, pero ha aprendido que puede ser eficaz. Y empatar incluso al final.
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