Osasuna y Rayo compiten en errores y se quedan en nada

Hay partidos que se definen emocionalmente por el error y por el cansancio, dos argumentos del guion que mantienen vivo el espectáculo momentáneo sin que el respetable atienda a nada más que el desenlace final, sin darle importancia a la presentación y al nudo. Teatro pasional como el que escenificaron ayer Osasuna y Rayo Vallecano, acumulando pases erróneos, despejes insospechados y pérdidas inauditas que al ser compartidas añadían tanta emoción como hastío. Como resultado, bandera blanca final y empate a nada.

El Rayo apelaba a su concepción del espacio, de ocupar el campo como se ocupa una pequeña plaza, y lo hizo bien en los primeros 45 minutos. Movilla y Michu se engarzaban con inteligencia, lo que permitía a habilitar las correrías de Piti y sobre todo de Lass, que fue capaz de hundir a los dos laterales con su cambio de posición. No fue un asedio, pero por momentos lo pareció, si no fuera porque la carabina tenía el punto de mira revirado y las oportunidades del Rayo fueron sucumbiendo por falta de puntería. Fue su momento porque Osasuna era un compendio de errores, de erratas, de líneas quebradas, empezando por la desubicación de sus tres centrocampistas, Raúl García, Puñal y Nekounam, que nunca encontraron el sitio, ni por lo tanto el tacto ni la jerarquía del partido. Javi Fuego y Movilla, con la ayuda de Michu, se bastaron para robar cada balón y para alejarlos de la zona de peligro. Cuesta creer que en el Reyno de Navarra el delantero local pueda bostezar de aburrimiento como le ocurrió a Nino durante tres cuartas partes del partido.

Hubo partido, mientras duró el pequeño toque del Rayo. Toque sin éxito, toque estadístico, toque moral. De esos que te hacen acreedor al éxito, pero puedes pasar de acreedor a deudo en unos instantes. El Rayo jugaba y Osasuna no, pero el resultado era y fue el mismo. Delibasic se perdió en batallas huecas y Nino pidió catalejos para ver a sus compañeros. Por el medio barullo, mucho barullo, atolondramiento especialmente osasunistas. Solo el cansancio reavivó al equipo de Mendilibar. El Rayo fue disminuyendo, reculando, quizás cansado, quizás conservador ante la falta de chispazos y Osasuna en casos así, sin fútbol, es capaz de rearmarse en la teoría del ímpetu. La entrada de Lamah revolucionó a los rojillos. Rompió al Rayo, pero nadie rompió la red. No hubiera sido justo. Ni con el Rayo, ni con el fútbol.

Osasuna 0 - Rayo 0