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El césped, la mejor terapia para Messi

El argentino, que ha disputado los 90 minutos en 23 de los 24 partidos que acumula este curso, llegó exhausto a Barcelona tras el doble compromiso internacional con su selección, pero ya trabaja para jugar ante el Zaragoza

"Estoy muerto. Todos lo estamos, fue muy duro", admitía Leo Messi, fundido, con la camiseta albiceleste completamente empapada en sudor, nada más concluir el partido que había disputado Argentina frente a Colombia. La Pulga, que cuatro días antes había jugado otros 90 minutos en el envite frente a Bolivia, se expuso en el duelo jugado en Barranquilla a unas condiciones climatológicas extremas -casi 40 grados de temperatura y un 80% de humedad-, lo que no impidió que una noche más volviese a ser decisivo. Se relamía su seleccionador, Alejandro Sabella, consciente de haber dado un nuevo paso hacia el Mundial de 2014. No lo hacían, sin embargo, en Barcelona, donde cada vez que el 10 hace las maletas contemplan su marcha con resignación, conscientes de que el ajetreo puede hacer mella en el físico del artillero.

"Él decide. Si quiere jugar, jugará", acostumbra a responder su técnico, Pep Guardiola, cuando es interrogado por el estado de su pupilo, que pese a la carga de minutos, las 20 horas de vuelo acumuladas y los 24.000 kilómetros recorridos en los últimos días ha puesto rumbo al gimnasio nada más poner el pie en tierra, junto a Mascherano, para destensar su musculatura y afinar su puesta a punto de cara al partido de este fin de semana contra el Zaragoza. Poco parecen pesarle los minutos a Messi, incombustible en los últimos ejercicios, al que le quema el banquillo y se remueve en el palco cuando contempla a sus compañeros sobre el césped. Lo sabe bien Guardiola, que desde que aterrizase en el Camp Nou atiende su deseo de estar el mayor tiempo posible sobre el terreno de juego, su espacio, su verdadero hábitat.

Los datos lo demuestran. Solo en una ocasión, el 15 de octubre de 2008, dejó a La Pulga sin jugar ningún minuto después de un viaje transoceánico. Fue después de una cita frente a Chile. El verano de aquel año, el técnico ya le había dado vía libre para que conquistase el oro en los Juegos Olímpicos de Pekín. "Eso solo ocurre una vez en la vida", argumentó el preparador, que nada más arrancar la Liga le concedió 90 minutos contra el Racing, justo después de un pulso contra Perú, y Messi le correspondió con el gol del empate. También le dio carrete después de dos compromisos ante Francia y Bolivia, aunque redujo su participación a 34 y 32 minutos ante el Betis y el Valladolid respectivamente, conocedor de los percances físicos que dinamitaron al argentino bajo la tutela de Frank Rijkaard. "Hay que mimarlo, cuidarlo y dejarle jugar", concedía el técnico.

Aliviado por la presencia del preparador físico Juanjo Brau en cada desplazamiento del argentino, no alteró un ápice el guion la siguiente campaña. Cruzó el charco Messi para medirse a Paraguay y tres días después, en Getafe, se fogueó durante el segundo acto. Tiempo suficiente para anotar un gol y sentenciar el duelo. De más minutos dispuso ante el Valencia y el Almería (90) después de dos exigentes pulsos contra Uruguay y Alemania. Y, de nuevo, La Pulga brilló con un doblete ante los andaluces. Mayor fue el reto del ejercicio pasado, cuando sin tener apenas rodaje ni hacer la pretemporada, después del Mundial inició el curso a la carrera, de forma paralela a tres llamadas internacionales para guiar a la albiceleste ante Irlanda, España y Japón. Después de todos ellos, siempre jugó los noventa minutos.

Muy exigente ha sido también el arranque de la presente temporada, en la que Messi ya suma 18 partidos con el Barça -entre todas las competiciones- , seis con Argentina y más de 1.500 minutos en las piernas. De hecho, Leo ha jugado los 90 en 23 de los 24 partidos que acumula este curso. Aterrizó en Barcelona nada más ser apeado de la Copa América, con el tiempo justo para pasar por la ciudad deportiva, medirse al Madrid y hacerle un gol en la ida de la Supercopa en el Bernabéu. No pudo perforar las redes de Anoeta, donde jugó media hora tras un bolo frente a Nigeria, pero sí lo hizo contra el Racing, al que le endosó un doblete habiendo disputado antes un partido completo frente a Venezuela. Ahora, sin que ni siquiera se haya alcanzado el ecuador del curso, vuelve a repetir la jugada. No se agota el depósito de Messi, que ayer pasó por las cabinas de tres aviones y cuatro aeropuertos. Una odisea para cualquiera, no para él. El césped y la pelota lo curan todo.

Messi tras un partido con Argentina.
Messi tras un partido con Argentina.EITAN ABRAMOVICH (AFP)

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