El Madrid, en el estadio que anunció la guerra
El Maksimir, campo del Dinamo de Zagreb, fue teatro de una batalla entre hinchas croatas y serbios un año antes de que empezaran los conflictos armados en la Antigua Yugoslavia
Una placa justo delante del estadio Maksimir lo recuerda: "A los aficionados del equipo, que sobre este terreno empezaron la guerra contra Serbia el 13 de mayo de 1990". Ese día, este campo -donde hoy (20.45. Autonómicas) se estrenará el Madrid en la Champions de este curso ante el Dinamo de Zagreb- fue el escenario de una batalla feroz entre hinchas del equipo local, croatas, y los del Estrella Roja de Belgrado, serbios, un año antes de que, en verano de 1991, empezaran las guerras de la Antigua Yugoslavia.
La guerra serbio-croata duraría algo más de cuatro años (1991-1995) e inauguraría una década de conflictos armados en la región. La lámina de Maksimir relata cómo un campo de fútbol se convirtió durante una tarde eterna -los hinchas se enfrentaron durante 70 minutos sobre el terreno de juego y tres horas por las calles de la ciudad- en un negro presagio. El saldo fue de 138 heridos entre civiles y policías, y 132 detenidos. Aunque, por fortuna, no hubo ningún muerto.
"Fue una de las muchas ocasiones en las que el fútbol se convierte en instrumento de fines políticos", relata Radomir Antic, que entonces ya se encontraba en España, entrenando al Zaragoza. "Fui al Maksimir como jugador y como entrenador del Partizán de Belgrado y el ambiente siempre era incandescente, tenso, las gradas repletas", recuerda; "sin embargo, todos los campos eslavos tenían una pista de atletismo que te permitía respirar". Pista de atletismo que esa tarde de mayo no bastó para evitar los incidentes. Los hinchas rivales chocaron antes en las gradas y luego sobre el terreno de juego. La Milicija, es decir, la policía federal yugoslava, intervino en la segunda fase de la batalla, cuando ya se había trasladado al césped. La mayoría de los futbolistas se refugiaron en los vestuarios. No todos. Un joven Zvonimir Boban, entonces de 21 años y ya capitán del equipo de Zagreb, se quedó y protagonizó un episodio indeleble. "Grité a un policía: 'Vergüenza, estáis masacrando a niños'. Él me aporreó dos veces. Entonces tuve una reacción instintiva y le fracturé la mandíbula con un rodillazo", relató años más tarde el centrocampista.
"Boban se convirtió en todo un héroe para los independentistas croatas. Se instrumentalizó ese episodio", reflexiona Antic. En realidad, ya todo en ese momento reflejaba los contrastes políticos. Solo seis días antes, habían sido las primeras elecciones autonómicas en Croacia, ganadas con contundencia por el partido independentista del futuro presidente croata Tudjiman. La integridad de la República Socialista Federativa de Yugoslavia crujía tras la caída del Muro de Berlín en 1989. Y los hinchas del Estrella Roja se presentaron a Zagreb liderados por un hombre de 38 años, Zeljko Raznatovic, que se convertiría poco después, bajo el alias de Arkan, en uno de los rostros más crueles de las guerras balcánicas. Los Tigres de Arkan, como se llamaba su grupo paramilitar, practicaron la limpieza étnica y el asesinato de miles de ciudadanos; muchos de ellos eran camaradas de Raznatovic que le conocieron en las gradas de los estadios de fútbol. El mismo Arkan declaró en 1994: "Preví la guerra justo después de aquel partido en Zagreb".
Antic volvió a aquel estadio con el Atlético durante la Copa de la UEFA de 1997, cuando las heridas de la guerra aún estaban lejos de cicatrizar. Para él, serbio, fue todo un riesgo. "Fue surrealista, las medidas de seguridad en el hotel y en el campo fueron extremas. Para nosotros, futbolistas, es más difícil entender porque en el curso de tu carrera, te cruzas con personas, no con etnias. Yo, por ejemplo, tuve muy buenas relaciones con jugadores croatas, como con Prosinecki".
Curiosamente, los mismos hinchas del Dinamo de Zagreb que veían en los equipos de Belgrado o en la policía el símbolo de la represión y del centralismo serbio (aunque el agente al que Boban golpeó era -por ejemplo- un musulmán de Bosnia), fueron los que protestaron vehementemente para que su equipo siguiera llamándose Dinamo, un nombre que es una clara herencia de la dictadura comunista de Tito. Tras la independencia, el club de Zagreb fue rebautizado HASK Gradanski (el nombre de dos de los tres equipos de cuya fusión, en junio de 1945, nació el Dinamo), y en 1993 se probó con Croacia Zagreb. Ninguno tenía el mismo sabor y en 2000 la entidad volvió a ser el Dinamo de Zagreb. Antic tiene su teoría: "De alguna manera, es el fútbol que vuelve a apoderarse de espacios usurpados por la política. Pese a todo, los del Dinamo habrán sentido nostalgia por los tiempos en los que ellos, el Hajiduk Split, el Estrella Roja y el Partizán de Belgrado eran potencias futbolísticas. Los cuatro grandes de Yugoslavia".
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