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El abuelo de MotoGP dice adiós

Loris Capirossi anuncia que dejará las motos cuando termine este 2011 a sus 38 años y tras 22 en activo

Es fácil verlo sonreír. Aunque este jueves, en San Marino, cerca de casa, donde anunció que dejará las motos cuando termine el campeonato, a su simpatía se le sumó cierto aire de nostalgia. Loris Capirossi (38 años; Bolonia, Italia) dice adiós: "Este será mi último gran premio en Italia y el de Valencia será el último de mi carrera", anunció. Se ha quedado a las puertas del centenar de podios, pero hace tanto que quedó estancado en el número 99 -su casillero está en blanco desde mediados del 2008 y su mejor posición este año fue un noveno en Cataluña-, que ha tomado la decisión más difícil de su carrera deportiva después de 324 grandes premios y 29 victorias en 22 temporadas. Capirossi, tres veces campeón del mundo (dos en 125cc, en 1990 y 1991; y de 250cc en 1998), sigue ostentando el honor de ser el piloto más joven en ganar un título. Lo hizo con 17 años. Hoy es el veterano de MotoGP.

"En estos 22 años de carrera he acumulado recuerdos fantásticos, aunque el más bonito sigue siendo la conquista del primer título en 125cc, en 1990. Han pasado muchos años, pero todavía hoy es una imagen maravillosa", rememora. Al mismo tiempo, evoca los momentos más amargos, como cuando regresó a 250cc en 1997: "Fue un año dificilísimo. Quise retirarme". Pero su manager, Carlo Pernat, le prometió una Aprilia competitiva y un nuevo equipo. Al año siguiente fue campeón. Capirossi ha montado motos tan diversas como su prolongada estancia en el mundial exige: ha trabajado con Honda, Aprilia, Yamaha, Suzuki y Ducati.

El italiano explica que le ha costado tanto dar este paso que todavía no ha pensado a qué dedicará los fines de semana a partir del próximo mes de noviembre. Reconoció que había recibido ofertas tanto de Superbike como de los equipos CRT (esos equipos privados que deben engordar la parrilla el año próximo, cuando se inicie la era de las 1.000cc), pero ninguna de estas salidas le atrae lo suficiente: "Es muy difícil tener una moto competitiva y hay demasiados pilotos jóvenes que van fuerte. Soy un luchador, pero este ya ha sido un curso mucho más complicado de lo que esperábamos. Es un poco frustrante dejarlo después de una temporada tan difícil como esta, pero es la decisión adecuada".

Ahora podrá disfrutar de Mónaco, su ciudad de residencia, y de su docena de coches antiguos, su otra pasión. Además, podrá atender mejor a su esposa, Ingrid, que sí tiene planes de futuro: "Ahora podremos ampliar la familia", bromeaba. Capirossi es, a diferencia de la mayoría, de los que dice que sí, que pueden hacerse amigos en el paddock. Y nombra entre sus mejores amistades a dos pilotos ya viejecitos -"porque ellos ya no son pilotos y yo todavía lo soy", dice-: Alex Barros y Sete Gibernau. Además, explica, ni siquiera se le ha resistido Tetsuya Harada, a quien le arrebató el mundial de 250cc de 1998 después de una cuestionada maniobra, sancionada posteriormente, que hizo al japonés rodar por los suelos en la última vuelta del último gran premio. "Hice aquella maniobra porque podía hacerla y me dio el Mundial, si no lo hubiera intentado... Pero la vida da muchas vueltas: Mi hijo Riccardo va con la hija de Tetsuya al colegio y son amigos: juegan juntos".

Dice que echará de menos la adrenalina, la presión antes de una carrera, los grandes premios, la competición, y el hecho de tener siempre un objetivo. Antes de despedirse rogó a Stoner y compañía, que le acompañaban en la sala de prensa, que le dejaran llegar a su podio número 100. No parece probable. Pero la ovación que se llevó el abuelo de la parrilla ya lo vale.

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