Estados Unidos busca dueño

Estados Unidos tiene una sensación de vacío. El país que ha dominado el mundo del golf durante décadas tiene demasiados huecos en sus vitrinas. Sus golfistas no han ganado ningún grande de los seis últimos disputados y los norteamericanos no están acostumbrados a estos fracasos. Este año existe la posibilidad de que todos los majors estén en manos de jugadores no estadounidenses, algo que solo ha pasado una vez en la historia: en 1994, cuando Nick Price (Zimbabwe) ganó el Open Británico y el Campeonato de la PGA, Ernie Els (Suráfrica) conquistó el Abierto de Estados Unidos y el español José María Olazábal se enfundó la chaqueta verde que caracteriza al campeón del Masters de Augusta. Ese mismo año también se dio la circunstancia de que ningún norteamericano estaba entre los cuatro primeros del ranking mundial.

Aunque han estado cerca de ganar un grande de los mencionados últimos seis, siempre ha sido de una forma aislada, sin una referencia clara. Ni siquiera cuando ha jugado Tiger Woods. Nadie ha sido capaz de llenar el vacío que está dejando el Tigre. A pesar de ello, el resultado de esta semana en el Open Británico es esperanzador. El primer paso está dado. Han parado la sangría, por lo menos, de no meter ningún jugador entre los tres primeros de los principales torneos del año (en el Abierto de Estados Unidos de 2010, su no colocaron a ningún jugador en el top trespor primera vez en 100 años y en el Masters de este año pasó lo mismo por primera vez en la historia). Aunque ninguno de los 52 jugadores norteamericanos que han estado en Sandwich- el doble que los ingleses- han conseguido el triunfo.

Darren Clarke se les ha escapado vivo a hombres como Phil Mickelson (ganador de cuatro majors) y Dustin Johnson, un pegador extraordinario muy habilidoso para este juego, que reúne tres top tens en este periodo de sequía de grandes. "No se nos puede excluir como candidatos, todavía estamos en muy buena forma. Además, ni el número uno del mundo, ni el número dos, han ganado nunca un grande", decía Mickelson antes de empezar el Abierto de Estados Unidos.

"Es una cuestión de rachas" dice Davis Love III, que a sus 47 años ha terminado noveno empatado en el Open, "Jugamos para divertirnos y ganar, no jugamos por nacionalidades". Aunque por países también se juega una gran competición y, curiosamente, es Love III quién, como capitán del equipo yankee, tiene la misión de recuperar la Ryder Cup que el año pasado Europa ganó en Gales. Los americanos solo han ganado esta competición una de las últimas cinco ediciones. Otro atisbo del dominio europeo en el golf mundial.

Estados Unidos tiene el relevo generacional preparado, pero hace falta un referente. Un jugador que rompa esta mala racha, aunque como dice Ernie Els, "esto es cíclico. Ya pasó hace 20 años y volverá a pasar". Entonces llegó Tiger, ahora con el californiano desaparecido, ¿quién va a ocupar su trono?