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El Madrid encuentra su límite

El equipo de Molin termina aplastado por el Maccabi tras una desastrosa segunda mitad (82-63)

Todo equipo tiene su límite. Lo marca una suma de factores que van desde lo físico hasta lo técnico, del talento al ánimo, de la suma de efectivos a la posesión de alguna de esas escasas piezas que al final son las que marcan las diferencias. A veces alguien logra traspasarlo, pero lo normal es que al alcanzarlo, lo siguiente sea la despedida. El Madrid posee un equipo joven, con futuro, pero le faltan unas cuantas cosas como para poder afrontar con garantías un paso tan exigente como una semifinal de Euroliga. Pasar a la gran final exige presentar mucho papeleo y al Madrid, como se volvió a demostrar ayer, aún le falta algún que otro certificado.

El equipo madridista terminó pagando tanto sus errores como sus carencias. Dos jugadores claves en su funcionamiento, como son Llull y Suárez, estuvieron muy erráticos y desacertados, a Mirotic le vino muy grande el partido y lo de Fisher y Tucker resultó hasta desesperante. Ante la profunda y efectiva rotación del Maccabi, extensible a cualquier aspirante a llevarse la copa, el Madrid sufrió cada vez que uno de sus titulares visitaba el banquillo, sobre todo si se trataba de Prigioni, Reyes o Tomic. Un dato muestra en toda su crudeza esta falta de ayuda desde la segunda unidad. Cuando el partido se rompió, entre el final del tercer cuarto y comienzo del último, los suplentes del Madrid habían aportado dos puntos, que fueron finalmente cinco por un triple de Tucker cuando la ventaja había rebasado la veintena de puntos. Cuando el banquillo no aporta, un mal partido de un titular se convierte en un drama. Y desde luego, de ganar una Euroliga, ni hablar.

MACCABI TEL AVIV, 82 - REAL MADRID, 63

Maccabi Tel Aviv: Pargo (13), Eliyahu (1), Pnini (14), Eidson (19) y Schortsanitis (16) —equipo inicial—; Hendrix (6), Sharp (3), Blu (10), Burstein (0) y Macvan (0).

Real Madrid: Tomic (17), Prigioni (9), Reyes (15), Suárez (8) y Llull (9) —equipo inicial—; Mirotic (0), Rodríguez (0), Fischer (2) y Tucker (3).

Árbitros: Lamonica (Ita.), Christodoulou (Gre.) y Sutulovic (Mon.). Sin eliminados

Unos 12.000 espectadores en el Palau Sant Jordi de Barcelona. El Maccabi disputará la final con el Panathinaikos mañana a las 16.30. El Madrid se jugará el tercer puesto con el Montepaschi a las 13.30. Ambos en Teledeporte.

Parciales: 12-14, 18-17, 23-18 y 27-16

El Madrid, eso sí, salió enchufado y con las ideas claras, siguiendo el manual que recomienda comenzar los encuentros buscando el juego interior para después poder contar con más espacio para sus tiradores. Rápidamente se vio que tanto Tomic como Felipe dominaban la escena debajo del aro del Maccabi, aunque en el otro lado el asunto fuese diferente, pues allí se las deseaban para intentar no ser arrollados por Schortsianitis, una fuerza de la naturaleza al que casi siempre solo le puede parar él mismo. David Platt, entrenador israelí, lo vio rápidamente y el Maccabi se parapetó en una zona para entorpecer los movimientos de la pareja de pívots madridista. Le salió bien la jugada, sobre todo por la falta de puntería del juego exterior del Madrid, con Llull y Suárez sin encontrar ni sitio ni ritmo. El Maccabi fue adueñándose del partido de la mano de Pargo y coincidiendo con un momento de tremenda ofuscación ofensiva del Madrid, el choque se puso feo (14-22). Molin recurrió al quinteto titular, Prigioni metió dos triples seguidos y junto al enorme trabajo de Reyes y los detalles de Tomic, alejaron momentáneamente el peligro (29-32 al descanso).

El partido se rompió para el Madrid en el momento más inesperado. Un triple de Suárez se juntó con la tercera falta de Schortsianitis y con uno de los pocos momentos en los que Pargo tuvo que sentarse para tomar aire (41-43, mitad del tercer cuarto) mostrando un panorama que invitaba a dar un paso adelante. Pero el Madrid lo tiró por la borda en tres minutos nefastos que supusieron el principio del fin. Tucker sintió de forma errónea que el destino llamaba a su puerta y encadenó tres lanzamientos cada uno peor que el anterior. La desestabilización definitiva llegó de la mano de Fisher, que inexplicablemente entregó un balón al Maccabi sacando de debajo de canasta que terminó con un dos más uno. Estos cinco puntos cayeron como una bomba y terminaron con la ya frágil y castigada moral madridista. El debate se enfiló hacia el desenlace del que se encargaron pocos minutos después Eidson y Pargo, omnipresentes e imparables, que lo cerraron con dos triples consecutivos (63-47). El partido y la Euroliga se había terminado para el Madrid.

El resto fue castigo tan innecesario como inmerecido para el final de una aventura europea que incluso es probable que haya llegado más lejos que lo que la calidad, profundidad y comparación con otras plantillas hace pensar. El Madrid necesita unos cuantos retoques para subir el próximo escalón. Eso sí, con lo que tienen, esta Euroliga solo puede considerarse como un éxito.

ANDREU DALMAU (EFE)

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