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La reconstrucción de Oubiña

El medio centro del Celta ha jugado los últimos tres partidos como titular tras superar cuatro operaciones en su rodilla izquierda

El jugador siempre fue optimista, pero incluso llegó un momento, en octubre de 2009, en el que los médicos advirtieron que Borja Oubiña estaba ante su última oportunidad, ante dos operaciones que iban a determinar si era posible que pudiera seguir jugando al fútbol profesional. No se trataba de arreglar una rodilla maltrecha, sino de reconstruirla. Hoy el medio centro gallego, faro y símbolo del Celta, vuelve a portar el brazalete sobre el césped. Nadie le devolverá los años perdidos tras aquel encontronazo con Dirk Kuyt en Anfield, duro peaje a su decisión de dejar el club de su vida para no jugar en Segunda División. Aquel verano de 2007, Oubiña se jugaba mucho; había debutado en la selección y estaba en el grupo que manejaba Luis Aragonés para disputar la Eurocopa de Austria y Suiza. Pero de manera inopinada, el Celta, que había comenzado la temporada entre el oropel de la competición europea, se fue a Segunda.

Oubiña buscó una salida. Lo tenía hecho con el Benfica que entonces dirigía José Antonio Camacho, pero una maniobra a última hora le envió cedido al Birmingham City, a un partido en Anfield contra el Liverpool. "No he vuelto a verlo por televisión, pero me acuerdo perfectamente", dice Borja. Kuyt siempre entra fuerte a la pelota. La rodilla izquierda de Oubiña no aguantó y ahí comenzó su calvario, dos operaciones y una reaparición frustrada en la que disputó 15 partidos durante el primer trimestre de 2009. Eran momentos duros para el Celta, próximo al descenso a Segunda B, y para su capitán. La rodilla no era estable y no funcionó el tratamiento conservador. Se llegó a un punto de no retorno, pero eso no desalentó al jugador. "No veo motivos para decir que no voy a volver a jugar", sentenció cuando le dijeron que debía de pasar dos veces más por el quirófano. Primero le limpiaron la articulación y, tras cinco meses de rehabilitación, regresó al quirófano hace ahora un año. Las manos del doctor Cugat colocaron un injerto de su tendón rotuliano en el ligamento cruzado que estaba dañado, ingeniería quirúrgica que le ha devuelto la vida deportiva. "Detrás hay mucho trabajo, muchas horas, mucha gente", detalla Oubiña, al que desde el club no dudan en presentar como un símbolo del celtismo. "Es un ejemplo de entrega y profesionalidad, el espejo en el que deben mirarse los jóvenes. Atesora una enorme calidad, que le ha llevado a ser internacional absoluto, pero también fe, capacidad de sacrificio y amor por el fútbol y por su club", rezaba la nota de prensa en la que el Celta anunciaba el pasado verano la renovación de su contrato hasta 2013. En mayo, cumplirá 29 años y lleva desde los 12 en el club.

Oubiña es un futbolista diferente. Quizás otros destacaban más en las categorías inferiores, pero él siempre tuvo un destacado sentido grupal, medio centro con buen manejo del balón es también una persona con criterio al margen de la pelota, capaz de sacarse la carrera de Empresariales mientras crecía como futbolista. Cuando otros compañeros de equipo aprovechaban la noche para moverse en entornos menos doctos, a Oubiña no era extraño verle de madrugada apurando las horas de estudio en la biblioteca de la facultad. "Para mí nunca fue nada excepcional jugar al fútbol y estudiar, en mi entorno todos lo hacían. Además estoy convencido de que tener una vida ordenada me ha ayudado a crecer como deportista profesional", apunta.

Tanta rectitud parece haberle ayudado. "Mis padres me inculcaron la cultura del esfuerzo", dice. Lleva tres años sin vacaciones, de trabajo en solitario. "Lo peor de estar lesionado es que pierdes hábitos, no convives en el día a día con el grupo y si no entrenas, empeoras. Por eso ahora tengo que ir poco a poco para recuperar el nivel", estima. En los tres últimos partidos ha sido titular, justo ahora que el Celta palidece en la pelea por el ascenso. Pero las sensaciones que ha dejado han sido muy positivas. "No es como en la anterior reaparición. Entonces sufría entrenando, paraba dos días antes de los partidos y llegaba para jugar, pero tenía molestias. Uno sabe cuando está bien o no", confía. Ahora ya no hay dudas: Oubiña ha vuelto y lo hace sin temores. "Cuando ya has tocado fondo y realmente lo has pasado mal durante tanto tiempo, los miedos ya no existen".

Oubiña, futbolista del Celta, controla un balón ante el Villarreal B
Oubiña, futbolista del Celta, controla un balón ante el Villarreal BLALO R. VILLAR

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