La pelota no mancha
El pulso Barça-Madrid, presente en la Liga y la Copa y anunciado en la 'Champions', desempolva la vieja rivalidad de las directivas y divide a la prensa con la diferencia de que los clubes se han cambiado los papeles
Han sido días duros en el Barça. Tiran con bala desde Madrid. A cada jornada, se repite la canción. Más que en el fútbol del equipo de Guardiola, se repara en la alineación del rival, en la actuación del árbitro, en el día del partido y en el calendario y, si hace falta, en la reputación de los médicos y el dopaje, como si el resultado no fuera una consecuencia del juego, sino de unas circunstancias que siempre están de parte del Barça y en contra del Madrid. Un truco muy manido y conocido en el Barcelona porque durante un tiempo lo practicó para justificarse precisamente ante el propio Madrid.
Alrededor del més que un club, el Barça construyó un excelente relato, único en el género futbolístico, que incluye una interpretación particular de los hechos, muchas veces objetivable y otras a favor de inventario. Militar en el Barcelona se convirtió en un acto de afirmación catalanista, una manera de expresar los agravios comparativos respecto al Madrid, el equipo de España. Al madridismo le pareció que el barcelonismo practicaba entonces un interesado victimismo. La situación se revertió con la llegada de Cruyff, respetuoso con la historia azulgrana, conquistador del campo y desafiante con el poder del Madrid.
La marca Barça igualó a la del Madrid y con el tiempo la balanza se decantó a favor del club azulgrana porque su relato no admitía comparación por creíble y bien construido. Todos los argumentos, perfectamente alineados en una dirección, acabaron por tener tanto sentido que La Masia se presenta ahora como el santuario de la religión culé. Así las cosas, al Madrid no le ha quedado más remedio que escribir su propio relato después de haberlo despreciado, circunstancia capital para entender por qué no acaba de funcionar: no forma parte de su idiosincrasia y difícilmente tendrá razón de ser si antes no acepta como verdadero el del Barça.
El relato barcelonista es histórico, está bien construido y contextualizado y lleva la firma de figuras reconocidas como Manuel Vázquez Montalbán. El mensaje del Madrid ha quedado muchas veces en manos del hooliganismo, el ruido mediático y el negocio, de personajes que no reparan en medios ni en el código deontológico. El fin justifica los medios y quien reflexiona es un cursi cuyo puesto de trabajo corre peligro.
El altavoz lo ha puesto Mourinho y el certificado de garantía está suscrito por Florentino Pérez. La tesis es que para el Madrid resulta imposible ganar el campeonato en circunstancias tan adversas como aquellas en las que compite y, por tanto, cualquier éxito debe ser tomado como una heroicidad, un objetivo bien extraño, puesto que, cuando comenzó la Liga, en el Bernabéu se hablaba de un calendario óptimo para el traspaso de poderes previsto en el clásico del Camp Nou. Ocurrió que los azulgrana, recién llegados del Mundial, supieron hacer la pretemporada en el inicio del campeonato y, en el día señalado, ganaron por 5-0 al Madrid.
La sorprendente respuesta del club blanco fue acuñar un discurso plañidero. Mourinho se presentó como el Robin Hood del fútbol español sin reparar en que nunca se le tendrá por el justiciero de los pobres, sino por el valido de los ricos que aspiran a recuperar el trono. Ya pasó en el Oporto y el Inter y, de alguna manera, situó al acaudalado Chelsea en la senda del Manchester United. Ahora aspira a destronar al Barça y coronar al Madrid de Florentino, necesitado de un éxito inmediato. No extraña, por tanto, que el presidente del Madrid haya unido su destino al del entrenador desde que redefinió "el señorío".
A ojos del barcelonismo, el señorío era el esfuerzo que hacía el club para procurar que el equipo compitiera en las mejores condiciones, tarea en la que directivos como Saporta y Bernabéu fueron inigualables y que se supone ha pasado a manos del Barça porque Roures controla la televisión, Villar es antimadridista y Europa ya no necesita al Madrid. Ahora, el señorío es también, y en palabras de Florentino, "denunciar aquellos comportamientos irregulares", afirmación sorprendente en un todopoderoso.
Florentino provoca un miedo reverencial. También en el Barça de Rosell, con el que tiene una buena relación. La junta azulgrana se ha remitido a los comunicados y los pleitos con tal de no mentar a Florentino hasta el sábado, cuando el presidente advirtió que no toleraría la calumnia y se alineó con Guardiola. El nombre de Florentino solo había salido de la boca del técnico, quien pidió que explicara su relación con la Cope, una forma inteligente de constatar si el ser superior está detrás de las tramas contra el Barcelona.
El Camp Nou sospecha que quien juega sucio es el club blanco y que su estrategia consiste en generar la máxima tensión para recortar puntos al Barça. No es casualidad que Guardiola preguntara el sábado por las tres tarjetas que Pérez Lasa le ha mostrado a Xavi. Los azulgrana no entienden el lenguaje de Mou ni la táctica de Florentino porque consideran que el Madrid tiene equipo de sobra para disputarle los títulos: admiran su competitividad y riqueza futbolística, contrastadas a diario.
Al Barça le toca ahora defender su jerarquía, conservar la marca sin perder relato, mientras que el Madrid necesita revertir la situación. A tal efecto, el barcelonismo recuerda que Florentino levantó el imperio galáctico a partir de Figo. El pase del luso del Barça al Madrid provocó uno de los momentos más miserables en la historia azulgrana. La carga ambiental generada por el Barça desembocó en un linchamiento al jugador que aún sonroja a la ciudad. Gaspart utilizó entonces a la afición y la prensa para crear un ambiente de guerra civil. La industria de la hostilidad -término acuñado por Sergi Pàmies- aumenta y arroja beneficios para el negocio mediático. Pero el riesgo de conflicto también se agranda, de ahí la necesidad de prevenir y exigir responsabilidad, a los que se hacen cargo del relato y a quienes venden la marca, ante los duelos que se avecinan.
El Madrid no tiene dudas tras la alianza entre Florentino y Mourinho. El Barça está en camino después de que Rosell se haya unido tarde a la causa de Guardiola. El reto azulgrana es poner el club a la altura del equipo y limitar el desgaste del técnico. Evarist Murtra, brillante ideólogo barcelonista, concluye: "Pep ha hecho lo importante y urgente. Al club le toca lo esencial". Rosell tiene el poder, pero necesita ganarse la autoridad y el Madrid no se lo pondrá fácil. El reto de ambos es que se imponga el fútbol porque, dijo Maradona, "la pelota no mancha".
Nada sería más terrible para el Madrid que el mérito de su éxito se lo atribuyeran sus mandatarios. El fútbol de su equipo es suficientemente elocuente para que no despierte sospechas, de la misma manera que el juego del Barça es bastante limpio como para no ensuciarlo.
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