Un gol a la desesperada de Rondón en el minuto 94 permitió al Málaga salvar un punto en La Rosaleda y castigó el complejo de superioridad del Getafe, el único equipo sobre el césped, que se había ido al descanso con el partido resuelto. Los de Pellegrini, que en la primera parte lograron el imposible de ofrecer cada día una imagen más terrible en su campo, se hunden un poco más en la cola de la liga y ven cómo se alejan sus rivales. En ocasiones, la historia de un partido de fútbol se cuenta mejor con el balón fuera del campo. En el minuto 38, el árbitro paró el juego tras un escalofriante cabezazo fortuito de Baptista a Ustari. En ese momento, el Getafe ya había marcado el segundo gol y se dedicaba a cortocircuitar los escasos destellos del Málaga -en esa labor estuvieron notables Boateng, señor del centro del campo, y Marcano-. Mientras el portero visitante era atendido, los jugadores de Míchel hacían una piña en su área y recibían consignas. Enfrente, los malaguistas, dispersos por el campo y con los brazos caídos o en jarras, parecían ajenos a la tragedia. Pellegrini no salió de su banquillo hasta el minuto 50. Tras los dos goles del conjunto de Míchel, el primero de Miku tras una cantada de Arnau y el segundo de Colunga de vaselina, ambos fruto de la blandura defensiva que le ha costado al Málaga 49 tantos en contra en lo que va de Liga, Pellegrini trató de instalar un corazón a la averiada maquinaria local. Tras el descanso sacó del campo a Maresca y a Fernando y recurrió a la herencia de Jesualdo Ferreira, entre ellos a Sandro Silva, hasta hace poco descartable para el chileno. Hizo falta un penalti tontorrón de Marcano, transformado por Baptista, en el minuto 80 para reavivar a los malagueños, que se lanzaron en tromba -Arnau incluido- para mitigar el desastre. Cuando la afición ya abandonaba el campo, Rondón logró el empate tras un centro de Sandro Silva que Seba bajó con el pecho.
