El Espanyol corre que se las pela

Equipo bisoño y de generosa gazuza, el Espanyol utiliza la velocidad como el principal argumento para anestesiar a los rivales. Pero también es aprendiz y sufre para mantener el tono competitivo y, sobre todo, rematar los encuentros. De torbellino se quedó en soplido. A un acto de apertura maravilloso le siguió un ejercicio tedioso, sin pegada ni mordiente. Pero no lo aprovechó el Málaga, que resultó ser un contrincante de lo más ramplón, desinteresado en el partido y, de paso, en el resultado. Por lo que triunfó el Espanyol, que cuenta los cinco duelos en su estadio por victorias y que pasa la noche en la zona noble de la tabla.

A Manuel Pellegrini ?técnico desahuciado del Madrid que ya está bajo el paraguas y el monedero del jeque Nasser Al Thani[3][/3]? le tocará hacer más punto de cruz de lo habitual, con un equipo tan deshilachado como fracturado, escaso de solidaridad y de movimientos de laboratorio tanto en defensa como en ataque. Desterrado Josualdo Ferreira; decapitado el fútbol del Málaga, que a duras penas encontró en Eliseu un alivio a su irrefrenable dolor de muelas. Su mayor quebradero, en cualquier caso, fue la velocidad relampagueante del Espanyol, que no se frena ni con SuperGlue.

Arropado por el cascarón de Cornellà-El Prat y despojado de cualquier tipo de complejo, el Espanyol resulta en su casa una marabunta para los rivales porque sitúa las líneas defensivas bien adelantadas y porque de recuperar el balón, enfila el marco rival con velocidad supersónica. Anoche, durante la primera parte, se recreó como los trileros ?¿dónde está la bolita?? porque escondió el cuero y seleccionó cualquier vía de ataque para poner en serios compromisos al Málaga. Profundizó Callejón por la izquierda; sacó centros Luis García por el costado opuesto; tiró pases interiores Verdú; rompió cinturas con sus requiebros y desmarques Osvaldo, y Márquez sorprendió con su disparo desde la segunda fila. Muchas armas que no se completaron por la falta de tino en el remate. Algo, sin embargo, bien curioso; en el primer minuto del partido, Márquez recortó hacia dentro y, desde unos 30 metros, reventó el balón para doblar las flexibles muñecas de Arnau. Buen disparo; terrible recepción. Gol del Espanyol.

Mucho fútbol para el desnortado Málaga, que reflejó en los movimientos defensivos su total desbarajuste. Los laterales se medían con los extremos blanquiazules sin las ayudas de los interiores, que se desentendía de sus labores. Y los centrales, obcecados en cortar el balón, perseguían a Osvaldo sin tener en cuenta las llegadas desde la segunda línea, sin guardar la parcela. A cada arrastre de Osvaldo, oportunidad del Espanyol. Chutó Verdú, lo hizo Márquez otra vez y Callejón una tercera. Y como Osvaldo era más rápido, también se puso las botas. Pero falló en la definición, como en ese eslalon que completó con una tímida vaselina, o como en ese disparo desde el balcón del área que rozó el palo.

Como al Espanyol se le resistió el gol y se fundió en la segunda mitad, replicó el Málaga. Sin demasiada convicción y con Eliseu como único recurso. Balones a sus carreras y a las espaldas del lateral (Dídac), para que el extremo se perfilara y soltara izquierdazos. Dos disparos, sin embargo, sofocados en las manoplas de Kameni. El mayor susto llegó de las botas de Quincy, que estampó el balón en el larguero. Y se acabó el Málaga, que no varió su propuesta, que desaprovechó la tremenda pájara del rival.

Le alcanzó al Espanyol con las rentas de una primera parte sensacional y un gol mañanero de Márquez. Le bastó con apretar las tuercas de inicio y aguantar el tipo. Lo justo, además, para trepar a la zona rica.

Espanyol 1 - Málaga 0