España, ante el mayor reto de su vida

Será el 11 de junio, a las cuatro de la tarde. En ese momento, con el enfrentamiento entre el anfitrión, Sudáfrica, y México, echará a andar el Mundial 2010, la cita más importante del deporte más allá de los Juegos Olímpicos. Un Mundial, como todos los de los últimos tiempos, que se presume de una igualdad manifiesta. Un Mundial especial por varias razones. La principal, porque es la primera vez que un evento de esta magnitud se disputa en el continente africano, un desafío mayúsculo para los organizadores. Y especial para un país cuya selección está por vez primera en la cabeza del pelotón de favoritos, según sentencian entrenadores, jugadores, medios de comunicación del mundo entero e incluso apostantes, que le colocan el cartel de aspirante número uno: España se llama ese país.

Sin embargo, no siempre un torneo así es fiel a los pronósticos. Ahí está, como ejemplo más reciente, el anterior Mundial, donde Italia alcanzó su cuarto título cuando, a priori, otras selecciones, como Brasil o la anfitriona, Alemania, estaban mejor colocadas. Aquel campeonato del 2006 dejó sensaciones paradójicas. Porque coronó a un futbolista como Cannavaro, a quien sirvió, amén de para levantar la copa de campeón, para ganar posteriormente el Balón de Oro y el premio FIFA al mejor jugador del mundo, y, en cambio, despidió por la puerta de atrás a Zidane, el mejor futbolista del torneo, de largo además, de quien lamentablemente se recuerda sólo su expulsión en la final tras propinarle un durísimo cabezazo en el pecho al italiano Materazzi .

España aparece en la selecta lista de candidatos tras una fase de clasificación deslumbrante. 10 partidos jugados, 10 partidos ganados. El dato lo dice todo. El seleccionador, Vicente del Bosque, ha dado continuidad al proyecto puesto en marcha por su antecesor, Luis Aragonés, que llevó al equipo a conquistar la Eurocopa hace dos años. El fútbol de toque, la obligación de gobernar los partidos desde la posesión del balón, son las señas de identidad de una selección a la que Del Bosque ha incorporado a jugadores que mejoran aún más el proyecto, por difícil que se antoje, como Navas, Piqué o Llorente. Con La Roja comparten la condición de favoritos los que siempre están en las quinielas, con Brasil a la cabeza, junto a Argentina, Alemania, Italia o Inglaterra. En un segundo escalón estarían una Francia venida a menos, Holanda o Portugal. Pero son estos equipos que dependen en exceso de algún que otro nombre propio, lo que no le ocurre a España. Porque poca cosa serían Portugal sin Cristiano en sus filas u Holanda sin Robben.

Claro que a la hora de hablar de nombres propios, todas las miradas se dirigen a Argentina. Porque allí convive, uno en el banquillo y otro en el césped, uno en chándal y otro en pantalón corto, el 10 que fue y el 10 que es, el que fuera el mejor jugador del planeta y el que lo es en la actualidad según todos los especialistas, seleccionadores incluidos. La convivencia, personal y futbolística, entre ellos, entre Maradona y Messi, marcará el devenir de un conjunto, el argentino, termible por su fortaleza en ataque, pues Diego Milito, Higuaín, Agüero y Tévez, además de Palermo, una anécdota maradoniana acompañan a La Pulga, pero más que vulnerable en el resto de líneas, empezando por la defensa en la que, ahí es nada, Heinze es capitán general.

Tampoco Brasil asusta tanto como en tiempos bien poco lejanos. Y eso que, por una vez, el equipo es más que fiable en la retaguardia, empezando por el portero, Julio César, campeón de todo con el Inter, y siguiendo con una defensa en la que lucen Maicon o Lucio y en la que, lo que son las cosas, el mismísimo Dani Alves es suplente. Brasil ha renunciado a lo que venía en llamarse jogo bonito, ahí está su hercúleo centro del campo para demostrarlo, y la imaginación queda en manos de Kaká, si vuelve a parecerse a Kaká, Robinho o Luis Fabiano.

Alemania, mientras, añora a día de hoy al lesionado Ballack, como Italia podría añorar a Totti, borrado de la lista de convocados por el seleccionador, Marcelo Lippi. Candidata a estar en primera línea es, de nuevo, Inglaterra, que ha asumido las señas de identidad de Capello, con diferencia el seleccionador mejor pagado (8,8 millones de euros de sueldo anual) y en cuya plantilla lucen futbolistas que llevan tiempo en el escaparate internacional, como Rooney, Lampard o Gerrard.

A la espera de resolver dudas sobre la organización por parte de Sudáfrica y sin descartar la posibilidad de que aparezca un tapado, alguna selección africana, con la Costa de Marfil de Drogba al frente, echa a andar un torneo que muestra una lista de candidatos con España, por ser la mejor selección del mundo con los números en la mano, y Brasil, por el mero hecho de ser Brasil, a la cabeza. Y ocupa ese lugar España porque, con Del Bosque, ha perdido un solo partido de 23 jugados (en la Copa Confederaciones ante EE UU ), el último de esos triunfos, imperial, 0-2 ante Francia, y porque nadie, ningún país en el mundo, presume de semejante pléyade de estrellas. Porque si Brasil enseña a Kaká, Argentina a Messi, Portugal a Cristiano, Inglaterra a Rooney, Costa de Marfil a Drogba o Francia a Ribery, España enseña a Casillas, Piqué, Puyol, Xavi, Iniesta, Silva, Villa, Torres... así hasta 23 de los jugadores más cotizados del planeta.

El 11 ideal del Mundial según EL PAÍS