Adiós a uno de los grandes

Duro por fuera y tierno por dentro, Baraja reprimió las lágrimas en su grandiosa despedida de Mestalla, como se merecía, acunado por el cariño y el agradecimiento del público y de sus compañeros. No podía ser de otra manera para un centrocampista total, con liderazgo, carisma y calidad para organizar y finalizar: 64 goles en 354 partidos durante 10 años, dos Ligas, una Copa del Rey, una Copa de la UEFA y una Supercopa de Europa, además de la final de Champions perdida en Milán ante el Bayern en 2001. Protagonista capital de la época dorada del club, su cima la alcanzó en la campaña 2003-04, con 13 goles en 52 encuentros, conquistando la segunda Liga de Benítez y la Copa de la UEFA. A la altura de los mejores mediocentros de la historia de la entidad, junto a Claramunt, Puchades, Pasieguito, Paquito, Roberto Gil o Fernando, Baraja se marchó manteado por sus compañeros, que lo sacaron a hombros como si de Las Ventas se tratara, conscientes de estar llevando en volandas a una leyenda. Si bien Baraja, de 34 años, está para seguir más tiempo: por donde juega y por cómo juega, con un compás en ambas botas. Le aguanta el físico y sobra oficio y pasión. Pero lo jubila el Valencia por el exceso de contratos acumulados por el infame reinado de Soler.

Mestalla, por otra parte, despidió de Primera al Tenerife con una preciosa ovación. Un equipo alegre, que no dio ni una sola patada en toda la Liga, y que recibió demasiados goles, 74, se fue por donde había venido, la Segunda. Lo hizo, al menos, fiel a su estilo, sin renunciar a su personalidad ni en los malos momentos, aunque ayer le faltara nervio. El Valencia reservó a todos sus mundialistas (Villa, Silva, Mata, salvo un rato Marchena) y, con un equipo B, fue mucho más que el Tenerife A. Esa es la distancia que marcan el presupuesto y los sueldos. Cohibido el Tenerife, agarrotado por jugarse la vida, dejó a Nino solo arriba, sin apenas presencia ante la portería de Moyà.

Ante la probable venta de las estrellas, el Valencia ensayó el previsible once del curso que viene. Chori Domínguez asumiendo los galones que dejaría en el vestuario Silva. Vicente tratando de recuperar la posesión de la banda izquierda dominada en los dos últimos cursos por Mata. Y Jordi Alba afianzado como lateral izquierdo, compitiendo con Mathieu, que volvió en los minutos finales tras superar una grave lesión.

El Tenerife tuvo una bala, pero la desaprovechó el egoísmo del goleador Nino, que obvió el pase claro al centro, donde Dinei esperaba para rematar. A continuación,Alexis, un malagueño, aseguró la salvación de su ex equipo con un cabezazo al segundo palo. Baraja salió por la puerta grande.