Hervelle castiga al Madrid
El ex madridista lidera la victoria del Bilbao en Vistalegre
Cuando el partido entra en el último cuarto, el Madrid-Bilbao se encuentra ante un impensable escenario: con el público gritando y 58-69 en el marcador, once puntos de ventaja para el segundo peor equipo de la Liga en la pista de uno de los aspirantes al título.
El Madrid pierde la lucha por el rebote (22 por 31), está atascado en ataque (15 pérdidas y un gris Prigioni) y sufre el látigo de Axel Hervelle (16 puntos y 11 rebotes), un jugador descartado por el club madrileño hace un par de meses. Sin peso en las zonas y con un punto de blandura que ya ha marcado al equipo en la Euroliga, el Madrid ha perdido 80-87 su segundo partido como local en Liga. Un aviso de cara a la Copa del Rey, que arranca el próximo jueves.
Si los banquillos hablaran, el del Madrid gritaría. Hace tiempo que Ettore Messina ha dejado claro a quién considera culpable de que su equipo no sea un rodillo: Travis Hansen no jugó ayer ni un minuto, casi igual que Sergi Vidal (1m14s). Dos fichajes de este verano para la rotación exterior no tienen sitio en su pizarra. Ayer, además, el técnico añadió a su lista otro castigo ejemplarizante: Nole Velickovic salió en el quinteto inicial, disputó 3m35s, falló en una defensa, y no volvió al partido hasta la segunda parte, ya totalmente fuera de foco.
A remolque hasta el tercer cuarto, el Bilbao labró su victoria a partir de Javi Salgado (19 puntos) y de Hervelle, que llegó a los 36 de valoración golpeando al Madrid donde más le duele, en los puestos de alero y alero-alto, justo donde le han hincado el diente la mayoría de rivales esta temporada, justo por donde circulan la mayoría de los castigados por Messina.
Los mejores momentos del Madrid llegaron con Felipe Reyes, de vuelta a las pistas tras una lesión muscular, y al toque de corneta de Sergio Llull. Es algo sintomático: ambos hacen bandera de la intensidad y el choque; del esfuerzo agónico y la carga constante. Eso es lo que le falta ahora mismo a este Madrid, plagado de estrellas pero sin épica en los partidos peliagudos.

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