Libertadores de sueños
Era el año 1992 cuando llegué a Bolivia. Mi madre me preguntó si iba de misionero. Ya se sabe como son las madres y el tipo de información que reciben. Pero no sólo las madres, sino mucha gente del fútbol está muy desinformada del continente americano, además en Europa no dejamos de mirarnos el ombligo y pensamos que fuera de la Liga y la Champions no hay nada. No es que me haya sentido transgresor en la vida, pero quise hacer el camino al revés. Viajé del fútbol de la Primera española a dirigir a la selección boliviana. Tenía que intentar clasificar a la selección andina para el Mundial de EEUU 94 en un grupo de cinco con Brasil, Uruguay, Ecuador y Venezuela. Pero, independientemente de los posibles logros, quería vivir el fútbol suramericano desde dentro. Meterme en los entresijos de la mayor cantera mundial, observar la producción, la supervivencia, los abusos de los dueños de los pases, la ingeniería financiera en torno a los traspasos, la poca cobertura médica para las lesiones, y sentir los latidos de tantos corazones esperanzados en alimentar a su familia con el fútbol.
Era el año 1992 cuando llegué a Bolivia. Mi madre me preguntó si iba de misionero
Llegado a Bolivia, escuché la magia del concepto Copa de Libertadores. Uno que viene de Europa recibe siempre la misma información. "Es como la Champions europea". No es verdad. Es cierto que en teoría los países están representados por los mejores equipos, pero cada país tiene su propia liturgia para la clasificación. Han nacido pre-liguillas para la obtención de una plaza, incluso hay competiciones que se celebran en Estados Unidos, cuando por ejemplo se trata de elegir uno o dos representantes mexicanos que poco a poco se han ido incorporando a este campeonato, que oficialmente pertenece a la Conmebol y no a la Concacaf. Pero los mexicanos tienen mucha fuerza mediática y sus televisiones aportan buen dinero. O sea, que los libertadores que al grito de "Viva el Rey" se levantaron en Mayo del 1810 en Chuquisaca y fueron resolviendo sus guerras civiles para terminar liberando sus tierras del dominio español, han dado nombre a una competición brillante y seductora que se va extendiendo a tierras norteamericanas. Y ahora se une un nombre, Santander, que sin duda fue general libertador, pero que acude en forma de mecenas y patrocinador. No hay duda de que la vida y el deporte es puro feedback. El patrocinio del Banco Santander ha dado una nueva dimensión y un impulso para el prestigio de la competición, que se estaba viniendo abajo.
Argentinos y brasileños siguen siendo los favoritos, pero cada año están saliendo respondones que ganan de forma sorprendente el título. Así ha ocurrido con Once Caldas y Liga de Quito. La prodigiosa orografía del continente hace que haya una gran variedad de escenarios. En un mismo grupo puede un equipo jugar en el plazo de dos días a 40 grados de temperatura y 70% de humedad y pasar a competir a más de 2.500 metros de altura y sin casi humedad y apenas 5 grados. Por eso los argentinos y, sobre todo, los brasileños, con mucha fuerza en Commebol y FIFA, quieren eliminar la altura. Curiosamente no dicen nada de las altas temperaturas y los altos porcentajes de humedad, pero esa es otra historia.
Al fútbol se juega como se vive y en muchos países sólo se sobrevive. Y esta supervivencia hace que el fútbol tome una nueva dimensión. Los sentimientos patrios, el orgullo de nación, los conflictos históricos hacen de cada encuentro un repaso de historia y agravios. Si a esto le unimos que, desde el principio, habrá incluso rivales del propio país en cada grupo, hace que la rivalidad sea enorme. Merece la pena seguir esta Copa y no sólo para los profesionales que pueden pescar en ella, sino para el simple aficionado que verá grandes espectáculos, inéditos en los escenarios europeos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.