"Mamá, quiero ser olímpico"
Ex futbolista y atleta, Ander Mirambell se convertirá en el primer español que competirá en skeleton en unos Juegos
Ander Mirambell es un tipo optimista. Y, echando un vistazo a su historial, es también muy cabezón. Porque empezó con el fútbol -llegó a estar a prueba en las categorías inferiores del Espanyol- y el atletismo, deporte que aún practica, pero ha conseguido cumplir su sueño de ser olímpico con una de esas especialidades minoritarias y prácticamente desconocidas, el skeleton. Por no tener esta disciplina, que consiste en deslizarse boca abajo sobre hielo en un trineo a más de 130 kilómetros la hora, no tiene ni practicantes en España: sólo Mirambell y María Montejano, una amiga a la que convenció, tienen la licencia oficial.
Y es que el skeleton es un deporte de pilotos. Para competir, Ander tuvo que superar un curso en Innsbruck. Fue hace cuatro años. Para entonces, el atleta que llegó a ser sexto de España en pruebas combinadas ya se había dado cuenta de que ese no era el camino para llegar a unos Juegos: "mi sueño siempre había sido ser olímpico". Y, junto a un amigo, había tanteado el bobsleigh. "Elegimos el skeleton porque era más barato", se ríe ahora.
De la federación de deportes de hielo, que ahora sufraga sus gastos, recibieron un traje de esquí y uno de sus patrocinadores como atleta le compró el trineo. Con eso y "3.000 y 4.000 euros que había ahorrado trabajando los veranos" y su ford Fiesta se plantó en la ciudad austríaca.
De esa época, Mirambell guarda un montón de anécdotas. Como la de cuando llegó a fabricarse unas zapatillas de skeleton, con una suela que permite correr por el hielo sin resbalar, con unos ralladores de queso. O esa otra de cómo cocinaba en el baño del hotel con un camping-gas para ahorrarse las comidas. O aquella de cuando un policía le paró por exceso de velocidad en Estados Unidos y le apunto con una pistola por salir del coche a explicarse.
Las cosas no han cambiado mucho ahora. Al fin y al cabo el skeleton es un deporte marginal en España. "Es difícil competir así. Si se me rompe el trineo es un drama", reconoce.
A pesar de ello, y de que aún está muy lejos de la élite de su deporte, Mirambell programa su temporada con la profesionalidad de un deportista de primer nivel. Afincado en Barcelona, sigue entrenándose y compitiendo con los colegas del Club de Atletismo de Calella, que además se hace cargo de su ficha de skeleton, y practicando las salidas -"es la parte más complicada de este deporte porque tienes que ser muy explosivo"- en la pista de hielo del Barça. A finales de septiembre hace las maletas y se va a Letonia, donde está "la pista más barata de Europa". Cuenta con un entrenador suizo que comparte con colegas italianos, eslovenos... Luego a competir, en la Copa de Europa.
El suyo es un deporte peligroso que, esta temporada, ya le ha costado más de un coscorrón y un corte en la pierna, justo debajo del tendón de Aquiles. "¿Sabes? la sensación es la misma que conducir a 140 abrir la puerta del coche y mirar al suelo. Es brutal. Pero no es tan peligroso como parece porque las curvas están redondeadas y lo normal es que si te das, golpees con los hombros". Pero nada de eso, ni de las dificultades para encontrar patrocinadores, ni de sus trabajos de taxista, limpiador de piscinas, de monitor de turismo deportivo... contará el mes próximo en Vancouver cuando cumpla su sueño olímpico. La ilusión es tanta que hace meses que su madre y la pareja de su madre, sus dos hermanos y su mejor amigo y la novia de éste ya tienen los billetes para la ciudad canadiense y un apartamento alquilado para ver en directo al primer español en correr un skeleton olímpico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.