El fútbol grande es de los pequeños
El Valencia gana al Athletic en un final frenético con Villa y Muniain de figuras
No es fácil ver partidos sosos en San Mamés. Hay partidos buenos, malos y regulares, pero pocas veces tan insípidos, incluso tan timoratos, como el que brindaron Athletic y Valencia en la primera mitad. Todo estaba reservado para el postre, en un final frenético que premió a buenos y malos y gratificó el mejor paladar del Valencia, aunque el Athletic se flageló en exceso errando un penalti de Navarro a Javi Martínez que David López envió contra el poste. Lo insípido, lo convencional, dio paso al frenesí, con Iraizoz rematando de cabeza la última jugada que rozó el gol tras tres saques a balón parado con el portero en el punto de mira.
Ninguno de los dos equipos había encontrado el punto de sal que debía otorgar a su juego para que supiera a gloria. Soltaba juguillo el Valencia con el dominio de la pelota y el intercambio de posiciones de sus cuatro matadores. Todos haciendo de sí mismos e intentando entre todos hacer de Silva, el futbolista ausente sin el que nunca ganaban fuera. Pero era un juguillo un tanto aguado, que casi nunca alcanzaba a Villa, demasiado perdido en el área y obligatoriamente individualista.
ATHLETIC, 1; VALENCIA, 2
Athletic: Iraizoz; Iraola, San José, Amorebieta, Koikili; David López, Orbaiz (Iturraspe, m. 64), Javi Martínez, Yeste; Susaeta (Muniain, m. 49) y Llorente (De Marcos, m. 30). No utilizados: Armando, Etxeita, Castillo y Díaz de Cerio.
Valencia: César; Bruno, Navarro, Dealbert (Baraja, m. 83), Mathieu; Marchena, Albelda; Joaquín (Zigic, m. 80), Mata, Pablo Hernández; y David Villa (Miguel, m. 89). No utilizados: Moyá, Maduro, Alexis y Jordi Alba.
Goles: 1-0. M. 58. Muniain, tras un rechace de César. 1-1. M. 61 Centro de Pablo que remata Villa. 1-2. M. 83. Mathieu.
Árbitro: Rubinos Pérez. Expulsó a Koikili (m. 74) por doble amarilla. Amonestó a Joaquín, Albelda, Koikili, Zigic y Amorebieta.
Unos 40.000 espectadores en San Mamés
Todo quedó reservado para el final, frenético, que premió el mejor paladar del Valencia
El juguillo del Athletic era monocorde. Se ha acostumbrado a cocer los goles a balón parado y ha dejado de creer en otro tipo de cocina futbolística. No le ha ido mal así y ha decidido que inventen otros. El problema surgió cuando se rompió Llorente por un golpe dejando al Athletic sin el semáforo verde del área.
Algo tenía que cambiar porque aquello, sin ser indigesto, resultaba poco comestible. Sin Llorente, el Athletic está en manos de Muniain, un niño de 16 años que tiene la virtud de cambiar los partidos y una experiencia que contrasta con su DNI. La forma en que le robó la cartera a Navarro demuestra algo más que picardía en la misma medida que Albelda pecó de pasividad ante Javi Martínez en el disparo precedente. Muniain es de la estirpe de los bajitos que ha encumbrado al fútbol español. Pero Villa es uno de los estandartes de esa estirpe y, fiel a su cita con San Mamés y ante Caparrós, a los que siempre marca, remató a botepronto un centro de Pablo, resarciéndose de un extrañísimo error anterior en un mano a mano con Iraizoz. Fueron dos chispazos en un partido excesivamente respetuoso que el Valencia sólo buscó cuando lo vio perdido y el Athletic se lo encontró cuando menos
se lo esperaba.
Y entonces salió la tarta. Fútbol enrevesado, aguerrido, roto por la expulsión de Koikili. Pero el fútbol que premia a los buenos y a los malos les dejó el protagonismo a Mathieu y David López, que habían arrasado su banda con un recital de mal juego. El francés acertó en su disparo y David López malgastó un penalti. Y todo acabó con Iraizoz rematando córners y rozando el gol. Lo que nació soso acabó salado.
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